Nido: un ejemplo de lucha colectiva por la ecología
Voces de una comunidad en defensa de los humedales
La nueva película de Miguel Baratta relata la historia de un antiguo conflicto entre los habitantes del Delta de Tigre y el emprendimiento urbanístico Colony Park. El documentalista habló con Plataforma GAIA sobre la obra y cómo el arte audiovisual puede ejercerse con compromiso ambiental y social.

Montado sobre una canoa, el fotógrafo Nazareno Russo, se interna en las islas del Delta de Tigre, atravesando el arroyo Anguilas. Al explorar por el frondoso verde de juncos y árboles que lo rodea, el silencio del aire, es quebrado por el zumbido de insectos y animales. Ve unas pequeñas casas de madera instaladas y allí encara toda una experiencia de descubrimiento con su pequeña cámara. Sin embargo, no va solo, detrás de su hombro está otra cámara, la de Miguel Baratta, que filmó durante doce días, este viaje en un territorio conocido pero desconocido a la vez.
En esta expedición, el fotógrafo no solo se quedó con retratos de los isleños, se fue interiorizando sobre la lucha que durante años llevan para proteger el hábitat en el cual viven ante el avance de mega emprendimientos inmobiliarios que amenazan el delicado equilibrio del ecosistema y sus estilos de vida.
Esta es la experiencia audiovisual que ofrece el documental ‘Nido’, estrenada hace pocas semanas en el Espacio INCAA KM0 del Cine Gaumont. La mirada que propone su director, es un cruce entre lo social, lo ambiental, lo político, lo humano y también lo sentimental.
Con la cámara, registra la inmensidad de esa isla, las entrevistas, las personas que la habitan y pone el dedo en un tema de fuerte debate por estos días: la destrucción de los humedales y su consecuencias, fruto de la intervención humana para el enriquecimiento grupos económicos privados.
Para ello, el director, se involucró con los propios isleños, nucleados y organizados en la Cooperativa Junquera Isla Esperanza, que emergió luego de los desalojos violentos producidos por la instalación del emprendimiento Colony Park, en 2008, que consistía en la construcción de un barrio privado de 360 hectáreas en la zona.

Miguel Baratta es director, docente y guionista. Su labor cinematográfica está ubicada en el género documental. Siguiendo un trayecto marcado con obras anteriores como ‘El fruto’, ‘Intemperie’, ‘Galpón de máscaras’ y ‘Escondido’, aborda problemáticas que vinculan el universo artístico con el social y con una clara perspectiva y posicionamiento desde lo político.
En estos días, donde el proyecto de Ley de Humedales perdió estado parlamentario para su tratamiento en el Congreso y donde los problemas ambientales estallan por todas partes del territorio nacional, como los incendios en Corrientes y en otras provincias, resultan temas que hoy, son inocultables y están presentes en la discusión pública, pese al ninguneo de las agendas informativas de los grandes medios porteños. En este contexto actual, Plataforma GAIA habló con el realizador, quien nació y se crió en Tigre, a orillas del río Reconquista, muy cerca de donde le tocó producir este largometraje. ‘Nido’ fue la oportunidad para él de grabar en su tierra natal, sumergiéndose en un conflicto que viene siguiendo e investigando desde hace muchos años.
La propuesta inicial de la película -que contó con fondos subsidiados del INCAA– fue relatar desde el presente, un conflicto social sucedido hace años, pero exponiendo la voz de quienes sufrieron la degradación ambiental, la expulsión y la represión en la Isla Esperanza. Pero cuya lucha, encarnada desde lo comunitario, resultó triunfante y alumbra un camino a seguir para otras situaciones similares que se dan en otras partes del país. Y algo no menos importante, es que su realizador, se encargó de dejar en claro su posición respecto a la conservación de los humedales.
Dónde poner la mirada
La zona donde se realizó este documental, está comprendida en el conjunto de islas ubicadas entre el partido de San Fernando, Tigre y Escobar, un lugar muy amplio de cientos de kilómetros conocido como el Delta de Tigre. “Es un reservorio de agua dulce enorme, donde emergen y crecen islas nuevas. El conflicto empezó en 2008, cuando particulares quisieron apropiarse del lugar con adjudicaciones de empresas que no existen y que querían lotear para venderlos a la constructora de barrios privados. Era un total absurdo, porque es una región donde habitan personas desde hace décadas”, explicó Baratta.
El guión lo escribió en 2019. Se tenía previsto realizar el documental con varios fotógrafos provenientes de cada región del país para que juntos hagan una residencia y desde allí hacer los registros de imágenes. Pero la pandemia modificó buena parte de la preproducción, así que Baratta optó por hacer el rodaje en la isla casi en soledad. Aunque contaba con buen material de archivo periodístico, a la hora de grabar metido en el humedal, por supuesto, la película adquirió una dimensión muy distinta a lo que se tenía escrito. “Las historias que me contaron los isleños de primera mano, eran muy crudas. Sobre todo, cuando la empresa envió cuadrillas a derrumbarles sus casas, les robaban hasta las herramientas de trabajo, que eran vitales para subsistir. Al momento de hacer la película, me puso en otro lugar, me modificó realmente en lo personal y la película cambió radicalmente al poner las voces de ellos”, expresó.
Las historias que me contaron los isleños de primera mano, eran muy crudas. Sobre todo, cuando la empresa envió cuadrillas a derrumbarles sus casas, les robaban hasta las herramientas de trabajo, que eran vitales para subsistir.
Es así que, en su rol de documentalista, no podía pararse desde un lugar de supuesta objetividad, sino que lo condujo inevitablemente a posicionarse desde el compromiso político en darle pantalla, el lente y el micrófono a los que no tenían cómo proyectar su voz. “Siento que el mayor desafío para mí, fue llegar al corazón de esta gente. Fui lo más respetuoso posible, porque muchos desconfiaban, acostumbrados a recibir a los medios masivos de los grandes canales, que terminaban siendo engañados. Les hacían notas para que cuenten lo que les pasaba y finalmente emitían otra cosa editada y alejada de la realidad. Los mostraban como pobrecitos salvajes”, recordó Miguel.
El problema fue que, para construir Colony Park, realizaron deforestaciones, plantando especies de árboles que eran inadecuadas para la zona, movimientos de suelos, dragados y perforaciones que rompían con toda la armonía ecológica del lugar y modificando totalmente el hábitat natural. Por si fuera poco, cambiaron la forma del río, afectando la flora y la fauna, fue tremendo”, relató el director.
Interiorizándose de las consecuencias, Baratta afirmó que el impacto ambiental era muy difícil de cuantificar, porque para construir viviendas sobre un humedal, se necesita elevar el terreno, mover suelos y las aguas circundantes deben buscar otro cauce, todo eso ha provocado inundaciones en otras zonas urbanas y barrios cercanos a la costa. Otro de los efectos, fue la migración de poblaciones de animales de un lugar a otro. Entonces, el documentalista recordó la invasión de carpinchos en Nordelta, una noticia que cubrió minutos de aire en canales, radios, títulos en portales y diarios, contada como una curiosa anécdota colorida. Hasta memes y parodias por las redes sociales. Sin embargo, poco se difundió las reales causas del hecho y que, como dice una vieja fórmula de la comunicación: más información tapa otra información. Quedaron bien ocultos los efectos que provocan los emprendimientos inmobiliarios que solo buscan rédito económico a toda costa sin medir lo que provoca.

Ventana para que las voces se escuchen
A diferencia del trabajo en sus largometrajes anteriores, en los cuales Baratta realizaba un meticuloso y detallado relevamiento con fotos de escenas y personajes antes de filmar, en este caso, tuvo que hacer varios roles juntos al mismo tiempo, solo con su cámara y trípode. Si bien es un modo rudimentario, personalmente prefiere dejar de lado la parafernalia técnica e ir directamente a la situación del lugar, sea un patio, un descampado, la costa o el interior de una cocina. Las decisiones en las locaciones, también fueron tomadas en el momento, sin seguir esquemáticamente el guión: “aunque tenga una idea estructurada previa en la cabeza, admito que es cierto que hay dificultades después a la hora de editar todo el material. Pero algunas veces ocurre que el guión falla, al poner expectativas en algo y si no se materializa es jodido resolverlo. De todas formas, con el oficio que vengo teniendo, me dejo llevar por el instinto y la verdad que no me falla porque termina saliendo bastante bien”, comentó el director.
Sin embargo, hay algo que va más allá de la cuestión técnica lo que lo moviliza. Entre esta obra y los otros documentales que hizo, existe un componente que las une naturalmente. Y es ese cruce que siempre trata de mantener, entre lo estético, lo político, los Derechos Humanos y lo social. Lo novedoso con Nido, es que incorpora la crisis medioambiental y, sobre todo, el acercamiento humano entre director y el sujeto protagonista, que en este caso es la propia comunidad de la isla. “Nunca hice una película hasta ahora, con tanta fuerza desde lo social. El documental se convierte en una ventana para que los isleños se pronuncien, se expresen. De hecho, en otros medios me criticaban porque no mostraba la voz del otro lado, la de los empresarios de Colony Park. Pero su discurso ya lo conocemos bien, está presente en todos los grandes medios y es engañoso, si estuvieran en la película, dirían que todo está dentro de lo legal, que tienen títulos de propiedad y estudios de impacto ambiental, y que cumplen con todo. Pero no hace falta porque podés documentar en toda la zona como deforestaron el territorio y ahí no cumplieron con nada”, manifestó Baratta.
Además, detalló lo que provocó la empresa cuando empezó a hacer las tareas de construcción antes que la Justicia frenara la obra: “Cavaron tan profundo que empezaron a llegar a los límites del mar y eso implicó que, el agua dulce se mezclara con el agua salada, lo que provocó una mortandad muy alta de peces, la fauna local como las nutrias y serpientes empezaron a desaparecer. Por eso, era tan absurdo lo que sostenía la empresa que no servía de nada mostrarlo. El avasallamiento fue tan grande por parte de un poder económico, que la comunidad no tenía canal donde decir su verdad. Y fue muy difícil lograrlo, por eso veo lo enriquecedor que fue esta experiencia tan comprometida para mí”, expresó el realizador.
Nunca hice una película hasta ahora, con tanta fuerza desde lo social. El documental se convierte en una ventana para que los isleños se pronuncien, se expresen.

Sumergido de realidad. Internado en la Isla Esperanza durante 12 días de rodaje, Baratta usa su cámara en función de ser más observadora que narradora. Descubre más de lo que la lente puede captar.
Y el Estado ¿dónde está?
Ante todo lo que ocurrió, el documentalista se lamenta por el rol de complacencia que ejercen gobiernos e intendencias ante el conflicto ambiental que viene afectando a la isla durante años y que muchas veces termina favoreciendo al actor más fuerte, en este caso, el que representa a los capitales privados: “los municipios miran para otro lado, no solo no se hacen cargo de resolver el problema, sino que están del lado de las empresas. En ese lugar viven personas de más 50 años, cuyos padres, abuelos y bisabuelos estuvieron en el mismo territorio durante décadas. Cuando vienen firmas o sociedades que, supuestamente se adjudican que son propietarias -de manera incomprobable- a echarlas de allí con las lanchas de Prefectura custodiando el desalojo en vez de proteger a los pobladores, representa el triunfo de un saqueo”, opinó.
Así entonces, la película busca visibilizar y dar un sentido sobre la lucha de la protección comunitaria de la tierra, de las reservas naturales, como los humedales y, en definitiva, sobre el futuro del hábitat para las generaciones futuras. “Algo claro nos dejó todo esto, este tipo de emprendimientos económicos, rompen la armonía de los ecosistemas. Y lo que pasó en el Delta, no está aislado de lo que sucede en otros lugares, como los emprendimientos mineros en toda la cordillera argentina, los incendios que hay a diario en montes, bosques y selvas, de norte a sur, la deforestación del Amazona y de los humedales, las exploraciones petrolíferas en el mar argentino y una lista larga de incidentes; ¿y todo para qué?, para someter los suelos a la producción de más soja, de barrios privados y de la extracción indiscriminada de recursos. ¿Dónde está el Estado? Justamente esa es la gran pregunta. Por eso, el debate que abre la película es ese interrogante: quién es el que se apropia, quién quiere ser el dueño de la tierra y del agua. Es un aporte humilde que se hace desde el cine, como un granito de arena, para solidarizarse con estas familias y poner en cuestionamiento, esa idea a la que todos llamamos como ‘progreso’, pero que solo algunos pocos se benefician”, opinó Baratta.

Poner en foco. La intención de la película fue relatar desde el presente, un conflicto social sucedido hace años, pero exponiendo la voz de quienes sufrieron la degradación ambiental, la expulsión y la represión en la Isla Esperanza.
Por último, el realizador, identificado plenamente con la lucha de los isleños, se llevó también un aprendizaje ya no como documentalista, sino también desde lo humano: “lo que más me conmovió, además de sus historias, es este espíritu de comunidad que vive en ellos. En el sentido que, lo que le pasa a cada uno, le afecta al otro. Y otra cosa fue, que supieron asociar o articular sus saberes y experiencias de vida al estar en la isla, con los saberes académicos y científicos de los observatorios de humedales de las universidades. Esta síntesis que plantea la película es sumamente satisfactoria”, concluyó.
Al aprovechar los recursos del lenguaje audiovisual, del arte cinematográfico -que no solo están al servicio del mero entretenimiento- pueden resultar siendo instrumentos efectivos para la concientización y visibilización de numerosas problemáticas actuales. Y con justa razón, respecto a aquellas historias de pueblos que luchan por su futuro, por preservar la tierra que habitan y en el respeto armonioso con la naturaleza. En este caso, ‘Nido’ muestra como ejemplo, que las voluntades colectivas son más fuertes y que pueden lograr, victorias que parecen imposibles.
Importancia ecológica
Un humedal es una zona de tierra inundada de forma temporal o permanente. El agua es el elemento clave que define sus características físicas, vegetales, animales y sus relaciones. Argentina tiene más de 600.000 km² de humedales, el 21,5% de su superficie. Por sus características, poseen un enorme valor biológico, social, cultural y económico. Son grandes reservorios de agua dulce que, en términos ecológicos, amortiguan los impactos de las lluvias, controlan la erosión y son destacados sumideros de carbono, incluso más que los bosques. Por otro lado, son objetos de investigación, porque proveen materiales, medicinas, alimentos y constituyen refugios naturales para la biodiversidad de especies silvestres. Con la actual crisis ecológica y climática, los humedales se encuentran en procesos de degradación y destrucción por múltiples causas. Uno de los principales factores, es la ampliación de la frontera agrícola y ganadera a gran escala, la contaminación de origen industrial y domiciliaria, el uso del suelo para proyectos urbanísticos y la sobreexplotación de los recursos pesqueros. Sumado a estos problemas, en los últimos años, los frentes de incendios van degradando miles de hectáreas por año. Según el Servicio Nacional del Manejo del Fuego (SNMF), el 95% de los incendios son de origen humano. La región del Delta del Paraná, el mayor sistema de humedales de la Argentina, es de las más afectadas.

Nido
Sinopsis
Un fotógrafo se acerca al Delta para hacer una serie de retratos sobre los isleños. De la mano de uno de ellos, poco a poco, se va abriendo paso en la población y se va interiorizando sobre la lucha que llevaron adelante hace unos años contra un mega emprendimiento habitacional que intentó arrasar con ellos, sus casas, sus trabajos y su modo de vida. La película próximamente estará disponible en la plataforma Cine.ar Play y también, para organizaciones o espacios de intercambio, debate, o plenarios en temas ambientales en cualquier localidad del país. Para consultas: @nido_documental en Instagram.
Acerca del conflicto ambiental
En 2008 estalló la disputa entre los habitantes del Delta y el emprendimiento inmobiliario Colony Park. El epicentro del conflicto se sitúa en la primera sección de las islas de un vasto reservorio de agua dulce del Delta de Paraná, que se extiende desde la confluencia del Río Luján y el canal Vinculación hasta el centro de la Isla Esperanza (una zona comprendida entre los partidos de San Fernando, Tigre y Escobar de la Provincia de Buenos Aires). La empresa tenía pretensiones de construir un barrio privado que se extendía sobre unas 360 hectáreas de humedal. En ese terreno, el plan (impulsado por capitales privados desde 2006) proyectaba casas de hormigón, edificios bajos, avenidas pavimentadas, playas de arena blanca, un colegio, mercado, incluso canchas de tenis, gimnasios y restaurantes. El expediente judicial, detalló que hubo pérdida de flora y fauna autóctona, debido al relleno de terrenos y elevación de más de siete metros de altura para facilitar la construcción de las edificaciones y un puente que conectara el continente con la isla para que sea accesible por automóvil. Esto derivó en el dragado del Canal Vinculación de hasta 12 metros de profundidad, sin contar con permisos o habilitaciones; el taponamiento del arroyo La Paloma y la alteración de los arroyos Anguilas, Pacú y Mojarra. Además, hubo desmonte de vegetación y otras acciones que modificaron la geomorfología, la topografía e hidrología de la isla, comprometiendo la estructura natural del ecosistema. En 2010, la jueza federal de San Isidro de entonces, Sandra Arroyo Salgado, reconoció el daño ambiental de la isla y de los alrededores y dispuso la clausura preventiva. Los empresarios Adrián Gabriel Schwartz, Sergio Andrés Schwartz, Eduardo Héctor Carrasco y Adolfo Volodi Berestavo (responsables de las firmas Colony Park S.A. y TECFIN S.R.L.) quedaron procesados e imputados, junto a funcionarios municipales de Tigre que habían actuado en complicidad y faltando a sus deberes como funcionarios públicos, con responsabilidades penales. La causa todavía sigue abierta y se espera que inicie la etapa del juicio oral. Fuente: www.fiscales.gob.ar
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