Entrevista a Mauricio Dayub

“Uno no puede fortalecer quien es, si no descubre cómo esta hecho“

Actuará por primera vez en San Juan con su unipersonal ‘El Equilibrista’. El texto da voz a varios personajes que están atravesados por una conexión con sus orígenes y sus lazos familiares. Una historia que habla sobre la identidad, individual y a la vez colectiva. En diálogo con Plataforma GAIA, el artista comentó sobre los temas que subyacen la obra. Resaltó la importancia del teatro independiente, lo que caracteriza a la sociedad argentina y la necesidad de reencontrarse con aquellos vínculos esenciales del ser humano y que son dejados de lado en la vida moderna.

Federico Strifezzo

Créditos Fotos: Alejandro Calderone Caviglia (Planeta Urbano) y Prensa de El Equilibrista.

Raúl Caliva I 26-04-2024

La melodía que suena en un viejo acordeón se carga de sentimientos de melancolía y de nostalgia y acompaña las historias que relata el humilde instrumentista. Un hombre que cuenta hechos sucedidos en un tiempo lejano, pero que reflejan lo que alguna vez pudo haberle pasado a otros.

Mientras la narración avanza, el espectador irá sumergiéndose en las emociones de varios seres: un referí que no puede pitar correctamente porque está enamorado; un bañero que está a punto de jubilarse; un chico enamorado, al que le acaban de romper el corazón; un skater y hasta un rematador, entre otros. Todas estas vidas están representadas por un solo actor, que tuvo como fuente inspiradora, las vivencias de sus abuelos, que llegaron de Europa atravesando el Océano Atlántico para buscar un nuevo horizonte de vida, una nueva oportunidad de prosperidad en Argentina.

“Mi abuelo tocaba el acordeón junto a una caja que decía ‘Frágil’. Una caja similar a la que mi padre usaba para guardar las obras de arte, que remataba. Mi abuela soñaba con cajas que no abría. Un día le conté que yo también soñaba con una. Me aconsejó que no la abriera. Cuando me animé, la abrí, y entendí a mi papá. Luego abrí otra, y comprendí a mis tíos. Hasta que, en la última, me encontré a mí. Mi abuelo había atravesado el mar con su acordeón, oculto en esa caja que decía ‘Frágil’. El mismo mar que tuve que atravesar yo, para saber de dónde venía. Ahora entiendo por qué”.

Así describe en detalle el argumento de El Equilibrista, obra que Mauricio Dayub traerá por primera vez a la sala del Teatro Sarmiento para compartir con el público sanjuanino el próximo 5 de mayo. Esta pieza unipersonal que fue estrenada en 2018 es, al día de hoy, uno de los espectáculos más distinguidos y premiados de la escena nacional.

 

‘El equilibrista’ es la historia que cada uno de nosotros, podría contar si pudiera volver a ser niño.

Con un libreto co-escrito por Patricio Abadi, Mariano Saba y el propio Dayub y con la dirección de César Brie, la propuesta invita a un recorrido de las desventuras de estos seres surgidos por un pasado familiar que impregna todo su contenido. Son los sueños, deseos, miedos y desafíos en el que Dayub les da cuerpo y juega con ellos, y que evoca a partir de una frase que decía su propio abuelo: “el mundo es de los que se animan a perder el equilibrio”.

A pocos días de su primera presentación teatral en la provincia, el actor habló con Plataforma GAIA sobre el espíritu y lo que propone esta obra en escena, cuya génesis fue en los años 90. En un viaje a lo que era en ese tiempo Yugoslavia a filmar una película, tuvo dos días libres de rodaje y pudo escaparse a Italia, al pueblo donde habían nacido su madre y vivieron sus abuelos. Tal experiencia le permitió elaborar el contenido de una pieza que toca ciertas fibras sensibles a toda persona que logra asistir y verla.

Cada vez que tiene la posibilidad de hablar de este espectáculo, habla de lo que sucede y lo que significa para él esta aventura teatral: “Cuando llegué a ser adulto me di cuenta de que estaba en un problema: no me gusta la vida de los adultos. No me gustan la resignación, los cumplidos, los bancos, ni los remedios. Me gusta la ilusión, la euforia, la expectativa, la posibilidad. En eso ando».

Desde el debut en su propia sala del Teatro Chacarerean de Palermo en 2018, El Equilibrista ha cosechado importantes premios y reconocimientos. Entre ellos, el Premio ACE de Oro 2019, el máximo galardón otorgado por la Asociación de Cronistas del Espectáculo, además de mejor unipersonal, actor e iluminación y nominación como mejor dirección. También recibió el Estrella de Mar de Oro y ganó en los rubros Espectáculo Unipersonal, Actuación Protagónica Masculina de Drama y/o Comedia Dramática por sus temporadas en Mar del Plata; Premio Konex; Premio «José María Vilches» y dos Premios «Trinidad Guevara».

Con todo este trayecto, el artista, director y gestor de su propia carrera, supo transitar casi todas las instancias del teatro independiente; por supuesto, es una cara muy conocida en televisión y en cine. Por la profundidad y la emotividad que plantea el show, habló sobre varios temas que atraviesan la actualidad, la política, la cultura, la función comunitaria del teatro, el individualismo y su mirada sobre el ser social argentino.

El espectador no ve mi historia simplemente, sino que también ve su propia historia reflejada allí.

– ¿Cuál es el tema central que se plantea en el recorrido de tantos personajes?

– Siempre digo que ‘El equilibrista’ es la historia que cada uno de nosotros, cualquier persona, podría contar si pudiera volver a ser niño. Es una historia cuyo corazón es un secreto que se me reveló hace muchos años en un viaje que hice a Yugoslavia para grabar una película. Como llovía mucho me dieron dos días libres y aproveché para ir al pueblo donde había nacido mi madre y dónde vivía mi abuela y mi abuelo en Italia. Lo único que tenía era el pobre recuerdo de mi mamá cuando tenia 5 años en ese pueblito, cuando jugaba en la calle del campanil. Llamé a mi abuela antes, me dijo que no fuera y que no recordaba donde quedaba la casa. No sé porqué, si era obstinación o no, fui igual. Preguntando por esa calle, la recorrí tocando timbre de distintas casas, nombrando el apellido de mis abuelos, para ver si alguien los conocía. En esa búsqueda encontré a una hermana de mi abuela y otros parientes que me contaron muchas historias. Y cuando pregunté donde había vivido mi abuela y mi mamá, me llevaron hacia esa casa, y me preguntaron porqué en 55 años mi abuela nunca escribió una carta, nunca llamó por teléfono, nunca volvió, les dije que creyó que no había quedado ningún pariente vivo, tal como me lo contó ella. Entonces me explicaron la verdad de lo que había pasado. Todo esto está en la obra. Es parte del argumento de “El Equilibrista”.

– ¿La identidad y la memoria qué valor tienen en esta propuesta? ¿qué papel juegan en la trama?

– La esencia de la identidad, está dada por saber quién es uno y saber de dónde viene. Uno no puede fortalecer quién es si no descubre cómo está hecho, cuál fue el sol que lo calentó. En este sentido, el espectáculo es muy buceador de eso. Es un recorrido de la historia de mi familia, a través de mí mismo, de cuando era adolescente, de mis padres, de mis tíos, de mis abuelos. Es un espectáculo divertido, pero que conmueve al mismo tiempo. Porque el espectador no ve mi historia, también ve la suya reflejada allí.

– ¿En esta necesidad de reconectarse con un pasado, buscar respuestas para conocer de dónde venimos o quiénes somos, es posible proyectarlo también hacia nuestra sociedad? ¿Como puesta teatral invita a reflexionar sobre esto?

– Creo que sí, porque nuestro país es muy cambiante. Muchas veces no entendemos cómo funcionamos como sociedad. Podemos entendernos a nosotros mismos y estar de acuerdo con decisiones que tomamos desde un lugar individual, pero en lo colectivo, en lo grupal, muchas veces no sabemos por qué vamos hacia donde vamos. Argentina es un país difícil de comprender, no solo para los que viven afuera de ella, sino también para nosotros mismos que somos la que la hacemos.

Argentina es un país difícil de comprender, no solo para los que viven afuera de ella, sino también para nosotros mismos que somos la que la hacemos.

– ¿Por qué está latente esta sensación de que los argentinos caminamos constantemente en una cuerda floja y muy extensa?

– Creo que el espectáculo tiene éxito no solo por los valores artísticos y por el contenido del mismo. Hay algo más que sucede, es que la esencia misma de la obra representa mucho el corazón de esta pregunta que me hacés. Al ver la gráfica de mi espectáculo en un montaje con la cara del presidente de la nación, que aparecía en varios programas de televisión durante momentos difíciles del país con un subtitulado al pie que dice “El equilibrista”, me da la certeza que hay algo de la esencia de eso en este show y que ha calado muy hondo, que nos sigue representando mucho. La frase que le dio título a esta obra viene de algo que repetía mi abuelo todo el tiempo. Decía que el mundo es para los que se animan a perder el equilibrio, pero yo pienso que se da así, porque tendemos siempre a la necesidad de regresar a un centro. Tenemos demasiada tendencia al desequilibrio muy a menudo y hay ocasiones donde aparece la necesidad de parar el péndulo y de caminar por un centro para volver a empezar. Y porque creo también, que colectivamente no nos vemos representados.

– ¿Esta situación se ve reflejada en los diferentes personajes que se interpretan?

– Sí, cada uno tiene un poco de cada uno de nuestros familiares. Ese futuro que nos auguraban nuestros padres de repente en realidad no está.  Esa parte de la vida que nos es común a todos, volver a vivirla en estos tiempos, resulta esencial, sobre todo cuando pareciera o está la sensación que no necesitamos nada más que de nuestro teléfono y nuestras aplicaciones, como si todo lo resolviéramos ahí en el teléfono. Nos damos cuenta de esto cuando la obra produce un golpe de efecto muy fuerte en el espectador. Porque descubre algo esencial y fundamental que creía que no necesitaba y se advierte tan claramente al ver caer lágrimas de emoción. Es lo que somos de verdad y no de lo que cotiza de nosotros el mercado. Se trata de dejar de parecerse a los que les va bien para ser nosotros mismos y ser más fuertes por la singularidad que tenemos cada uno. La vida cotidiana nos lleva a un lugar donde no tenemos tantas elecciones, donde parece que no tuviéramos escapatoria, con menos posibilidades. Pero cuando hay momentos en que, uno se sienta en una butaca, se encienden las luces y comienza la función, es cuando la ficción nos demuestra que eso que aparentemente no nos hace falta en la vida, se vuelve fundamental y necesario, que de alguna forma lo estamos perdiendo y no nos damos cuenta.

– Alguien del público hizo una devolución al finalizar una función y le agradeció que ‘en tiempos de inteligencia artificial y de deshumanización’, la obra ayudó a recuperar cierta humanidad perdida del presente ¿qué reacción le provocó?

– Me hizo pensar en lo que nos alejamos tanto de nosotros mismos. Es una redundancia decir que estamos deshumanizados. O que una persona nos humanice. Somos seres humanos, no debería existir una razón para decir que necesitamos humanizarnos. Pero nos damos cuenta de lo lejos que estamos del punto de partida de lo que tiene que ser una persona. Recuperar ese sentido común me produce una emoción muy profunda. La historia anónima de mis abuelos, simple, humilde y de laburantes, nos lleva a ese lugar. Ellos jamás supieron que sus vidas pudieran representar a tantas otras personas. Llevo más de 800 funciones realizadas, más de 300 mil espectadores y sigo recibiendo mensajes de agradecimiento porque la historia de la obra, hizo revivir la casa de los abuelos de muchos. A reencontrarse con sus propios orígenes, de verse a sí mismos. Para muchos espectadores, la obra ayudó a resignificarse a sí mismos.

Para muchos espectadores, la obra ayudó a resignificarse a sí mismos.

– Atravesados por un mundo en permanente conflicto ¿hay una realidad que desbordó ampliamente a la ficción? ¿está más consolidada la idea que no hay más futuro por construir o un sueño por realizar para la humanidad?

– Así como el mundo se paralizó por la pandemia, debería paralizarse también por las guerras, por cada bomba que se lanza, por cada ejército que atropelle el sentido común de la vida humana. Sin embargo, no ocurre. A mí me asombra que, en las noticias de cada día, la perversión, la indiferencia sean moneda corriente. Pero no son accidentes que ocurren por que sí o por el azar. Son planes maquiavélicos del poder. Son demasiados dirigidos, porque revelan el poco valor que tiene la vida humana hoy. Pero pienso que somos mayoría los que no queremos un mundo así, lo que pasa es que no entiendo porqué no paramos todo para corregir esto. El camino es malintencionado claramente y se repite a diario. La mejor manera de responder a esto, de cambiarlo, es oponiéndose a que se vea como algo natural. No veo otra salida.

– ¿Hay un goce de crueldad en la sociedad, donde se desea que a otras personas les vaya mal aun a costa de uno mismo?

– Sí, esa es la enorme confusión que hay en todo esto. Dependemos de las voluntades de los extraños, no deberíamos llamar extraño al que no conocemos. Todos somos indispensables. Nuestras acciones tienen que incluir a todos. El mundo pone las cosas cada vez más difícil para poder cumplir nuestros sueños. Como no podemos lograrlo, también nos empeñamos en impedirles que otro cumpla los suyos. Hay un ensañamiento con el otro. Y por ese sentido, que trabajo mucho este tema en la otra obra que tengo de gira ‘El Amateur’, que cuenta cómo se cumple el milagro de que el sueño de un individuo, termina cumpliendo el sueño de otro.

– Otro componente importante de ‘El Equilibrista’ es la inmigración. Argentina tiene una profunda historia de colectivos migrantes que ayudaron a construir la nación. No obstante, se margina mucho más ahora a quienes vienen del propio continente. ¿por qué sigue esa contradicción en la ciudadanía?

– Mi padre vino de Sicilia y mi madre de otra parte de Italia. Llegaron para crear una nueva vida, construir otra realidad. Y cuando veo que viene un inmigrante venezolano a servirme un café en el bar de la esquina, ¿cómo puedo no comprender que ese chico o chica está buscando trabajo, un porvenir, un futuro mejor, como lo hicieron mis abuelos? ¿Con qué derecho voy a rechazarlo? ¿cómo le voy a negar esa oportunidad? Creo que caminamos sobre el mismo sendero y seguimos dando vuelta en las mismas cosas. El trabajo es lo más digno para un ser humano y nos hace ver que somos todos habitantes iguales de un mismo universo ¿cuánto nos falta para tomar conciencia? Muchísimo. Creceremos cuando reconozcamos y respetemos las diferencias. Nos falta solidaridad y comprensión.

 

Así como un mundo se paralizó por la pandemia, debería paralizarse también por las guerras, por cada bomba que se lanza, por cada ejército que atropelle el sentido común de la vida humana. Sin embargo, no ocurre.

– Cuando en cadena nacional de medios de comunicación, el presidente dice que la educación pública y la cultura son fuentes de adoctrinamiento, ¿cómo trabajador de la cultura que le produce escucharlo?

– Nuestro país viene de enfrentamientos de muchos años, incluso cuando recuperamos la democracia. Votamos con la esperanza que el mundo podía ser mejor, pero enfrentarnos nos hizo cada vez peores. Ojalá llegue el día que, al expresar las razones y las ventajas de la educación, el arte y la cultura para el país, no sea necesario confrontar con el que piensa distinto. Lamentablemente, hay que seguir convenciendo que no es cierto que, si abandonamos la cultura, podemos terminar con la pobreza en Argentina. Si fuera así, los que trabamos en la cultura seriamos los primeros en dar un paso al costado. No se puede reducir la pobreza, aumentando el precio de las cosas del supermercado, de los servicios, ajustando la vida a la gente y tirando el discurso que la culpa la tienen los que hacen cultura como si los artistas fuéramos los que impedimos que haya progreso. Es parte de un relato que lamento mucho. Nunca estaremos mejor si no se deciden hacer políticas que mejoren el bien común. Es más, la política es el arte del bien común, en definitiva. Mientras sigamos sosteniendo formas de hacer política que beneficien solo a un sector social determinado y que perjudiquen a otro, nunca podremos salir adelante ni tener el país que necesitamos.

– De manera cíclica, cada vez que hay que salir a explicar que los institutos de la música, del cine y del teatro están al servicio de la sociedad, pareciera que con seguir defendiendo lo obvio, no resulta suficiente.

– Busco salir de la clasificación de bandos, que un bando defiende la cultura ante otro que la ataca. En Argentina, siempre hay que pelear por casi todo. Hoy vemos que senadores se aumentan sus sueldos en tamaña proporción, que sobrepasa lo que docentes, jubilados, policías y de todos los rubros de la actividad pueden pelear en sus paritarias, por apenas un porcentaje que ni siquiera modifica de manera positiva o sustancial el pobre ingreso que perciben. Hoy ser político es algo que no puedo comprender. Una actividad denostada que sigue teniendo vigencia, si yo hiciera las mismas cosas como actor de la misma manera que un político, no tendría más público, nadie me vendría a ver. Es increíble cómo los políticos pueden sostener una cara sin vergüenza con todos los equívocos diarios para sostenerse en el poder. Es algo que no puedo comprender.

– Con todo esto, ¿cómo está el teatro independiente en este contexto?

– El teatro independiente argentino es un fenómeno admirado en el mundo. Anualmente vienen teatristas del mundo que no creen que puede haber tantas salas y con una variada programación. Comparativamente con otros países, los teatros independientes son los menos ayudados del mundo, en cambio aquí no pasa eso, en Argentina, las salas, los elencos y los proyectos se hacen a pulmón y el Instituto Nacional del Teatro lo mantiene vivo y es de una potencia y vigencia extraordinaria. Superamos expectativas todos los años, el teatro sigue creciendo en variedad de géneros, en desarrollos de temáticas, de comedia musical, hay teatro semimontado, hay Teatro Bombón, comedia, drama, microteatro, teatro leído, en piletas de natación, en talleres mecánicos, al aire libre y sobre todo mucho público. Si hay algo que nos hace especiales en Argentina, es que esencialmente somos un país que juega al fútbol y va al teatro.

 

No se puede reducir la pobreza, aumentando el precio de las cosas del supermercado, de los servicios, ajustando la vida a la gente y tirando el discurso que la culpa la tienen los que hacen cultura como si los artistas fuéramos los que impedimos que haya progreso. Es parte de un relato que lamento mucho.

– ¿Cómo fueron sus comienzos en la actuación?

– Como todo provinciano, tuve una vocación muy fuerte siendo chico. Todo lo que hacía lo relacionaba con la actuación. Aun en lugares donde no había ninguna posibilidad. Estudié una carrera universitaria como me inculcaron mis padres, pero al mismo tiempo cuando salía de la facultad iba al teatro. Como mi papá era viajante, trabajaba con él y al terminar la jornada, me iba al teatro. Hasta que me convencí de lo que realmente quería ser, tuve que hablarles en serio, dejar mi ciudad y salir a Buenos Aires a demostrar que quería entregar mi corazón al teatro y que los demás lo entendieran así. Quería hacer cine, teatro y tele. Por supuesto recibí indiferencia cuando llegué, de parte de una ciudad enorme, con grandes actores que no me necesitaban y en un tiempo me di cuenta que para existir debía escribir mis propias propuestas. Pasé de actor a autor, a ser mi propio director, a ser dueño de una sala y hoy hago todos esos rubros gracias a una especie de pacto que hice cuando empecé. En el momento más difícil me aseguré que lo mío iba a ser de menor a mayor, que sería un camino largo, que nunca dejaría de creer en lo que creía. Que no quería parecerme a los que les iban bien. Y tampoco quería perder mi identidad, porque a la larga, las cosas que se me darían. Y si no ocurría eso, yo me iba pasar la vida haciendo lo que me gustaba. Para eso trabajé de todos los oficios como cualquiera. Vendí en los colectivos, pinté departamentos, hice de boletero en teatro, hacia venta y atención en un stand de feria y muchas otras cosas.

– ¿Esas experiencias nutrieron a su formación de actor, a poder escribir y dar vida a personajes?

– Sí, tuve la suerte de advertir en relacionar las cosas que me pasaban a mí con las cosas que les pasaban a otros. Eso me permitió acumular papelitos donde anotaba momentos potentes que pueden conmover, de entender lo que pasaba y eso ayudó a que pueda dar personajes creíbles.

– ¿Extraña la ficción en la televisión abierta?

– La verdad que sí. Lo que pasa es que el formato que tomó actualmente no es el que me gusta. Las plataformas de streaming por su parte, generaron material para una percepción que no es la mía. Van hacia una ficción audiovisual demasiado explícita, me gusta que la ficción permita imaginar. Me gusta más el cine clásico, el tiempo clásico de la ficción, no tanto de la velocidad. No me parece tan atractivo que se pueda contar historias de cualquier cosa o que cualquier vida real se pueda convertir en una serie. He visto que se abusa mucho del atardecer y del amanecer de una escena, que algunos grandes directores sabían mostrarla muy bien, pero ahora está encajado en cualquier contenido. Creo que la ficción se está desgastando en pos de contar con abundante material, porque la gente necesita mirar 10 o 15 capítulos en un fin de semana de los que ni se acordará la semana siguiente del protagonista.

– ¿Hace falta disfrutar lo audiovisual de otra manera?

– Sí, hay que darse tiempo para ver no tanta cantidad, pero sí con profundidad. Hay demasiado contenido, pero por muy arriba. Estamos en un sistema donde se ve sin pensar, haciendo otras tareas a la vez o viendo imágenes en una pantalla chiquita. Perdimos el sentido de la fidelidad que tanto se trabajó para que el cine perfeccionara el valor de la imagen y la calidad del sonido, de la textura del sonido. Ahora podemos ver en cualquier aparatito demasiado contenido que llega a la cabeza, pero cuesta que la ficción llegue más al corazón, me parece.

– ¿Hay que recuperar la experiencia del arte audiovisual y dejar de tener una actitud de consumidor pasivo?

– Sí creo más en la búsqueda. Tenemos el umbral de búsqueda muy bajo, y lo queremos consumir rápido, queremos saber que ya lo vimos, pero no sabemos para qué lo vimos. Prefiero ver poco y más profundo y no tanto por arriba.

– ¿Cuál es la mayor satisfacción que le produce subirse al escenario y qué busca entregar al público?

– Siempre aspiro que con mi trabajo pueda ayudar al espectador a tomar alguna decisión o lo pueda ayudar a que se anime a hacer aquello que no se atreve. Cuando el arte logra eso, esa decisión crea futuro, esa decisión revoluciona algo. Muchas veces en la vida, cuando nos enamoramos de alguien y no nos animamos a decir o hacer lo que hay que hacer, nos frustra. Entonces, en el teatro pasa lo mismo, aspiro a dar ese empujón a alguien que lo necesite para animarse y que lo transforme.

Para saber

¿Quién es Mauricio Dayub?

Nacido el 28 de enero de 1960, en Paraná, Entre Ríos, desde su adolescencia quería ser actor y a los 18 años se mudó a Buenos Aires para lograr sus sueños artísticos. Entró en la escuela de interpretación de Carlos Gandolfo -la filial del Actors Studio de Nueva York en Argentina- sin embargo, con pocos recursos económicos disponibles, Mauricio se sostuvo en varios oficios como pintor, vendedor y boletero en una sala. Con el tiempo, su nombre empezó a tomar notoriedad y una marca propia, al producir, escribir y dirigir sus propias obras. Hasta alcanzó el sueño de todo teatrista, administrar su propia sala, El Chacarerean, ubicado en Palermo, Ciudad de Buenos Aires.

En teatro fue parte del inoxidable éxito teatral argentino ‘Toc Toc’, y protagonizó ‘Tres hermanas’, ‘Adentro’, ‘4 Jinetes Apocalípticos’ y ‘La negación’. Y cosechó con los años, distinciones importantes de la escena nacional como los premios ACE en obras como ‘Compañero del alma’, ‘A lo loco’ y ‘El amateur’. En televisión abierta dejó huellas inolvidables en una numerosa galería de personajes para ficciones destacadas tales como ‘Cosecharás tu siembra’, ‘La elegida’, ‘Apasionada’, ‘Amigovios’, ‘Como pan caliente’, ‘Calientes’, ‘Primicias’, ‘Tiempo final’, ‘Amor en custodia’, ‘Amo de casa’, ‘Consentidos’, ‘Un año para recordar’, ‘Guapas’ y ‘Hernán’. En cine, tuvo papeles notables en ‘Vivir a los 17’, ‘El camino del sur’, ‘Vivir mata’, ‘El censor’, ‘Ipanema’, ‘Topos’, ‘La segunda muerte’, ‘Domingo de Ramos’, ‘La pelea de mi vida’ y ‘Corazón de León’, entre otros títulos.

 

¿Dónde ver El Equilibrista?

Mauricio Dayub se presentará en el Teatro Sarmiento el domingo 5 de mayo a las 20. 30 hs. Las entradas están en venta a través de Entradaweb (click aquí) o en boletería del teatro tres días antes de la función. El valor de los tickets es de $16.000 (filas 1 a 11), $15.500 (filas 12 a 20) y $15.500 (pullman)

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