Sergio Feferovich

“En esta sociedad en crisis nos haría falta escuchar más”

Sobre el escenario, el músico, docente y director de coros, plantea un viaje a través de los sonidos para acercar la música clásica y que sea compartida por el público de manera placentera y amena. Con un formato didáctico y teatral, “La Música de las Ideas” abre el juego imaginario y sensorial para explorar qué historia hay detrás de una “obra maestra” y cómo la creatividad puede ser una experiencia colectiva. En diálogo con Plataforma GAIA, planteó la necesidad de sacarse de encima los prejuicios y los supuestos “elitismos” de la música académica. Además, reclamó por un Estado que no abandone a la cultura y la educación.

Federico Strifezzo

Por Romina Maina  I 16-04-2024

Detrás de una nota musical, puede existir una historia, una idea concebida a partir de un pensamiento. O también, sentimientos que nacen de una emoción espontánea en un momento determinado. Aunque no parezca, la razón y la creatividad sí pueden convivir juntas en un lenguaje tan antiguo como la propia humanidad. En más de una ocasión se dijo que la música es el lenguaje universal para reducir las distancias entre las fronteras culturales de cada pueblo. Y también, es entendido socialmente que la música puede movilizar, transformar realidades y  ser fuente de inspiración inagotable.

Esta premisa es la que propone el pianista y docente Sergio Feferovich, que con su espectáculo llamado “La Música de las Ideas” invita a compartir una experiencia colectiva que despierte los sentidos, donde se explore y descubra cómo influyen los estados de ánimo y la vida cotidiana en la creación.

A través de la ejecución de varias piezas musicales en el piano, algunas clásicas y otras populares, su exposición no solo animará al público a imaginar cómo se crearon obras conocidas en la historia (y otras no tanto), y cómo lograron ser universales. En este viaje de sonidos, citará a compositores famosos del siglo XIX como Beethoven o Mozart cuyas obras son consideradas verdaderas obras maestras. Pero también sonará música de Piazzolla o The Beatles por sólo mencionar algunos.

Efectivamente, todos ellos son considerados genios creativos de la música, que lograron ideas revolucionarias en su tiempo, sin depender de las tecnologías digitales actuales, sin Internet o redes sociales. Sus acciones dejaron huellas profundas que trascendieron geografías y se convirtieron en un puente que une a miles generaciones. El problema claro está, es que muchas veces se olvida el contexto en el cuál fueron logradas dichas “obras maestras”. Así que Feferovich, con este show, hace su aporte para que el conocimiento de la música clásica sea amena, lúdica, didáctica y entretenida.

Este encuentro se realizará en pocos días en el Teatro Sarmiento (el jueves 18 de abril – Ver Sección Agenda) con una única función, por tal motivo, Plataforma GAIA mantuvo una entrevista telefónica con el músico previamente. Durante la charla, el artista y divulgador planteó que es la oportunidad perfecta para que el público sanjuanino participe del mismo: “En este contexto que es tan difícil, tener un momento para disfrutar de la música, reírse, cantar y pasarla bien, no solamente está bueno, sino que es casi una necesidad”.

Egresado de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, docente de la UBA, conferencista y director de orquesta y coros, Feferovich obtuvo doctorados y maestrías en importantes centros académicos, además de becas nacionales e internacionales. Desde hace años, busca contagiar el gusto por la música clásica y que esta sea parte de la vida cotidiana de las personas, ofreciendo espectáculos en formato didáctico –“Al mundo en clarinete” y “La vuelta al mundo en un violín” son otras de sus propuestas-, para niños, jóvenes y adultos.

En 2018 había traído este espectáculo por primera vez al Teatro del Bicentenario (en el marco de los conciertos didácticos patrocinados por Fundación Banco San Juan) aunque esta vez, este regreso traerá algunas novedades: “tiene más música, toco más el piano, hago obras más grandes, no hay sonatas enteras, pero sí ilustro con ejemplos más largos de piano. Está basado en ese espectáculo, pero es distinto”, señaló.

“Mozart, Beethoven, Haydn, o Bach no pensaron en hacer sus composiciones para unos pocos. Ellos hacían música para que las disfrutaran todos. Aunque parezca refinada o elitista no es así. Abordándolo de manera adecuada la música clásica se defiende por sí sola. No necesita ser defendida. Pero el problema es que la música clásica no es conocida. Entonces, a partir de este punto me encomendé en esta tarea, porque quiero que la música sea el lugar común entre la gente”, había expresado en aquella oportunidad a este medio, en la versión impresa de Revista GAIA Nº 43.

La idea que subyace a este espectáculo es que la música es para todos y con esa convicción sigue transitando distintos escenarios del país y del exterior porque entiende que transformar la realidad también depende de uno.

“¿Y si no gusta la música clásica? Puede no gustarte”, afirmó. Lo que para él no puede pasarse por alto es que ciertas obras no son accesibles a las mayorías y es ahí donde reside el problema: “A mí me parece perfecto si conocés a The Beatles, conocés a Mozart y conocés el folklore y elegís lo que te gusta. El tema es que a los jóvenes no le damos opción. Ellos escuchan lo que pasan en los boliches, en la radio y suele ser música que está asociada directamente con el negocio. Entonces pasar Mozart no es negocio y pasar Reggaetón si lo es”, argumentó.

Contento de volver a la provincia y con muchas expectativas por la gira que lo llevará por distintas ciudades del país, Feferovich se tomó un momento para un ida y vuelta y profundizó sobre la importancia de educar a través de la música y cómo a través de ella se pueden aprender valiosos conceptos para aplicar en la vida cotidiana. En su rol de músico y docente, opinó también sobre el contexto actual del país y la importancia que tiene el Estado para garantizar el acceso a la cultura.

La idea es pasarla bien y estar en un contexto donde sintamos que la música es para todos.

– Después de tantos años ¿te imaginabas el impacto que podía tener esta propuesta o te sorprendió lo que se generó?

– No sólo no me lo imaginaba, sino que me sigue sorprendiendo porque lo hago con mucha alegría y naturalidad, la música es mi lenguaje. Y me sigue sorprendiendo que la gente lo consuma con tanta ansiedad. Soy fanático de Les Luthiers y tengo mucha influencia de ellos y estoy muy halagado de que algunos digan que ven algo de Les Luthiers acá porque son mis ídolos. La verdad es que disfruto mucho de hacer este espectáculo y disfruto de la docencia. Todo lo que hago tiene que ver con esto de comunicar y de difundir la música.

– ¿Cómo definirías este espectáculo?

– Es un encuentro con la gente, con la música y aprovechando el talento de quienes nos precedieron y que dejaron estas obras inmortales. Toco obras de Mozart, de Bach, pero también hago de The Beatles, Piazzolla. Un poco de todo y con alguna sorpresita también. La idea es pasarla bien y estar en un contexto donde sintamos que la música es para todos.

La música clásica está disminuyendo en todos lados y sucede en parte, por culpa nuestra de no bajarla al terreno de lo cotidiano.

– En la entrevista anterior para Revista GAIA en 2018, ya marcabas la necesidad de que se difundiera más la música clásica.

– Exactamente. Muchos músicos tenemos esa responsabilidad porque aveces nos aislamos. La música clásica está disminuyendo en todos lados y sucede en parte, por culpa nuestra de no bajarla al terreno de lo cotidiano. No hace falta explicar demasiado y no hace falta entender demasiado. Simplemente hay que abrirse a escuchar. Me pasó por ejemplo de dar una charla en un banco y que empleados bancarios que nunca escucharon una obra de Bach de repente les cuento un par de cosas y me preguntan qué es eso que tocaste o lo escuchan después en su casa. Y la verdad es que hay momentos del espectáculo que son muy recordables, de mucha emoción, momentos de mucha alegría, de algún llanto también. Con la respuesta de la gente que viene al teatro yo me doy por más que satisfecho. Si bien la propuesta está pensada para adultos cada vez viene más chicos de 8 o 10 años de edad, parejas jóvenes también, es bastante amplio el target y por suerte la gente responde muy bien. Sean chicos o grandes, hay un poquito para todos.

– ¿Por qué crees que siguen existiendo ciertos prejuicios sobre la música clásica?

– Una postura que tengo es que no es obligatorio que te guste la música clásica. Me parece que parte de los prejuicios tienen que ver con eso. Te dicen, “¡Pero cómo no te gusta Bach, cómo no te gusta Beethoven!”Puede no gustarte. El asunto es que la gran mayoría de la gente no elige que le gusta, simplemente le gusta lo que le dan. La música clásica necesita ser difundida y se difunde poco. La ópera por ejemplo nació como un género popular. Cuando no había Internet, no había grabaciones, el pueblo iba a ver ópera y ese era el entretenimiento. No es algo elitista. Lo que pasa es que hoy la industria comercial prioriza otras cosas y difunde otro tipo de música. Entonces no tenés mucha opción, salvo que seas inquieto, que estudies música o que tengas un contexto que estimule lo que escuches. Pero yo respeto al que me dice a mi Mozart no me gusta, prefiero escuchar The Beatles o folklore. Eso me parece perfecto si conocés a The Beatles, conocés a Mozart y conocés el folklore y elegís lo que te gusta.

Cuesta un poquito más adquirirla (a la música clásica), pero después no la dejas cosa que si pasa con la música comercial que cambia cada año porque no es música en general demasiado elaborada y uno se cansa más rápido.

– ¿Gana siempre la música comercial?

– El tema es que a los jóvenes no le damos opción. Ellos escuchan lo que pasan en los boliches, en la radio y suele ser música que que está asociada directamente con el negocio. Entonces pasar Mozart no es negocio y pasar Reggaetón si lo es. Ya lo dijo Saussure un lingüista que hablaba del placer perverso, el placer de lo conocido. Vos no escuchás algo porque te gusta, lo escuchás porque ya lo conocés. Y no importa la calidad sino cualquier comercial cualquier propaganda de la tele de tanto repetirla, después la música te termina gustando. Porque la escuchaste muchas veces y esta música (la clásica) no se escucha tanto. Pero en la medida que te hacés amigo, en la medida que la consumís, te dura para siempre. Cuesta un poquito más adquirirla, pero después no la dejás, cosa que sí pasa con la música comercial que cambia cada año porque no es música en general demasiado elaborada y uno se cansa más rápido.

– ¿La mixtura entre el humor, las historias y la música fue una buena herramienta para romper esas barreras?

– Sí, fue un poco de casualidad, pero siempre asocié la música con historias, con cuestiones extra musicales y comprobé que a la gente le llama mucho la atención y les gusta mucho. No solamente que les diga escuchemos a Beethoven o a Schubert o a cualquiera de estos grandes genios que nos precedieron. Inventar una historia o contarles un poco la historia de la obra hace que sea más fácil de aprehender, de hacerla propia. A mí me gusta mucho relacionar cosas que escribió Beethoven con cosas que te pasan en el día a día por ejemplo y la gente escucha esas obras desde otro lugar y me parece que desde ese punto está la originalidad de esta propuesta.

 

– ¿Qué tenés en cuenta para armar el repertorio? ¿Buscás melodías que puedan resultar familiares?

– Hay de todo, me gusta el repertorio que toco y ese es el gran requisito. Después, tiene su encanto hacer cosas que no conoce nadie. Si bien varias de las cosas que toco son conocidas hay otras que no lo son tanto. Tampoco hice muchos espectáculos como este. Hice “La vuelta al mundo en un violín” con orquesta de cuerdas de música clásica para chicos, lo mismo que “Al mundo en un clarinete” con vientos y percusión y obras con coro. Así con piano solo es la primera versión y ya estoy pensando en una segunda porque la gente quiere volver a verlo en una propuesta distinta. El repertorio es variado y cubre muchos estilos. Tiene también mucho guión, de cosas que cuento y que ilustran lo que voy tocando.

– La música es protagonista, pero ¿también las historias?

– No es un concierto de piano, tampoco es un stand up, es una mezcla que surgió así y me parece que da un buen resultado. Tampoco soy actor. Soy músico y di charlas TEDx y conferencias en muchos países. Es como lo que se hacía en la época clásica donde se juntaba la gente en una casa a hacer música y charlaban sobre las obras y cantaban y era un momento de mucho placer, era el evento social del momento. Esto replica la idea de reunirse, de encontrarse, de pasarla bien con la música como pretexto.  

 

– ¿Cuál es el plus extra que puede alcanzar la experiencia colectiva de divulgar música clásica en una puesta teatral?

– Lo que pasa en el teatro es que todo se potencia. Todo lo que tal vez en un grupo chico parece un detalle, en teatro adquiere otra dimensión y cualquier cosa que decís vos no sabés en qué momento ni a quién, pero en algunos estas influyendo. Después me llegan mensajes o me esperan a la salida para sacarse una foto y cada uno me da una versión distinta de qué le impactó. En cada lugar el público hace una parte importante del espectáculo y yo la paso tan bien ahí arriba que creo que lo que más se transmite es el disfrute. Son momentos de mucha profundidad y siempre está el que me dice cómo me gustaría tocar el piano. Yo digo siempre que el momento es ahora, no vivir la vida como un bosquejo. Queres tocar el piano bueno ponete a estudiar piano ahora. Uno vive postergando las cosas que le gustan y tampoco hay que pensar que solamente sirve la excelencia. Uno puede tocar el piano y disfrutar tocar cosas sencillas. Aprender a tocar el piano no significa necesariamente ser un profesional exitoso y salir de gira. Uno puede disfrutar de la música de manera íntima. Y es muy común que esta gente después de la función me diga “te fui a ver y al día siguiente me puse a estudiar piano”. Es una maravilla poder generar esto a partir de lo que hago. Lo que se produce es una repercusión mucho más grande y una sensación de comunidad. Estamos todos en lo mismo y somos parte de un evento que nos hace bien.

 

Lo que se produce (en el teatro) es una repercusión mucho más grande y una sensación de comunidad.

– En un contexto de individualismo y deshumanización en la sociedad de hoy ¿La idea de comunidad adquiere otra fuerza como mensaje?

– Sí, me parece que tiene que trascender mucho más. La música tiene muchas virtudes. Para empezar, la música nos identifica como humanos, como seres que se emocionan, seres que recuerdan. Seres que tienen una conexión con lo sensible distinta al resto de las especies. Y también la música te enseña a escuchar y apela a algo que no es tecnología, a algo que no es material. La música es algo que no se puede guardar en el bolsillo. La consumís y te da placer y en esta sociedad en crisis nos haría falta escuchar más; que haya más coros, más orquestas, más música, disfrutar más; sentir más y tener más emociones. Más allá de la realidad, porque la realidad es la misma, el asunto es qué hace uno con esa realidad. Hacer algo que tenga que ver con lo artístico nos ayuda un montón. Y si los gobiernos supieran de esto, cuanto más se enfatizaría la música en conjunto; el baile; la pintura y todo lo que tenga que ver con expresarse, eso realmente nos haría muy bien.

– En la música (y también en la vida) ¿por qué es fundamental el trabajo con otros?

– La música es un bien esencial como parte de nuestra cultura y parte de lo que nos hace una sociedad. Por supuesto que, en la música en conjunto, es fundamental el trabajo en equipo, trabajar con el otro, afinar con el otro, escucharlo, prestar atención a lo que el otro hace. Sí, es una gran herramienta de aprendizaje de la vida, del día a día y de lo comunitario en una sociedad.

 

En esta sociedad en crisis nos harían falta más coros, más orquestas, más música, más escuchar, más disfrutar, más sentir, tener emociones.

– ¿Un coro, puede ser la analogía ideal como modelo para construir una sociedad más justa y más igualitaria?

– El coro es una democracia perfecta porque en el coro cualquiera que desafina hace que todos desafinemos. En el coro no puede funcionar bien, aunque todos cantemos bárbaro. Si hay uno que canta mal, todos cantamos mal y el resultado final será pobre. Es una gran analogía porque estaría bueno vivir en una sociedad que funcione como un coro. Los que tenemos la suerte de comer, de tener educación, de llegar a fin de mes, debemos sentir también que no estamos bien completamente si a alguien le va mal. Como sociedad estamos desafinando. Es una buena idea pensar a nuestra Argentina querida, que está con tantas desafinaciones como una orquesta o un coro que tiene que sonar afinadamente en todos sus integrantes. No nos sirve que algunos estén tocando bárbaro en lo individual, porque en el resultado final, sonará feo igual.

 

– ¿Por qué se ataca tanto a la cultura desde lo político?

– La cultura tradicionalmente es rebelde, es una parte de la sociedad que desafía a lo establecido. Los políticos, no importa de qué partido sean, piensan en que la cultura es enemiga. Creo que en la medida que se den cuenta que si se hacen amigos de la cultura van a tener mucho más éxito. Pensar en la cultura que no es un gasto, sino una inversión. La cantidad de dinero que se ahorraría cuando tenés a los jóvenes cantando en un coro o haciendo deporte en lugar de drogándose. Me da hasta vergüenza decirlo, lamentablemente los gobiernos usan a la cultura para sus propios fines y estaría bueno de que se den cuenta que la cultura es parte de lo que hace a una sociedad distinta y para eso hay que apoyarla. Toda la vida los artistas fueron perseguidos, fueron maltratados y deberían ser amigos del cambio que muchos políticos pregonan.

– ¿Puede pensarse el arte y la cultura sin la presencia del Estado, dejada a su suerte?

– Obviamente que no. Incluso, en los llamados países del “Primer Mundo”. En Finlandia, en Noruega, Suecia y muchos países europeos, hay una fuerte intervención del Estado. No hay otra forma, por más que sea una orquesta de primer nivel, que se sostenga vendiendo entradas, el Estado tiene que apoyarla. El arte es lo que representa a una sociedad. En el caso de la música, los coros y las orquestas son los que hacen que una sociedad crezca. Me parece una falacia decir que si el músico es bueno se va a sostener por sí solo. Es mentira. Ninguna orquesta se sostiene en ningún lugar del mundo sin un apoyo del Estado. En Estados Unidos, hay apoyo del sector privado, pero esa inversión va en paralelo con las políticas públicas del Estado norteamericano. Sí es cierto también, que tiene que haber un uso honesto de los recursos y no se puede subsidiar cualquier cosa, pero el Estado tiene que estar presente para apoyar a los artistas. Nadie puede filmar una película sin recursos, nadie puede sostener una orquesta de forma particular. También es otra falacia que, si los hospitales no tienen algodón, ¿cómo vas a auspiciar una orquesta? Hay que financiar las dos cosas, una es la salud física, la otra, la salud emocional y la salud mental. El Estado tiene que estar para bancarlo.

 

Las orquestas deberían ser uno de los proyectos nacionales que deberían estar garantizados sea cual fuere la fuerza política que gobierne

– El ajuste económico del Gobierno Nacional a la cultura es de tal magnitud que también impacta en el programa de Orquestas y Coros Infanto-Juveniles del Bicentenario ¿Qué reflexión te genera todo este panorama?

– Hay muchas orquestas que están con dificultades graves y algunas ya están cerrando. Coros rentados son muy pocos en pie e incluso, los amateurs también están sufriendo esta crisis. Para movilizarse, hacen falta recursos mínimos para pagar un transporte, para pagar los viáticos de un ensayo. Esta complicado todo, pero veremos cómo sigue. Lo vivo con la angustia de la gente. Desde lo individual no puedo quejarme. Hago lo que me gusta y vivo de ello, pero hay un clima de mucha desazón y ojalá que esto cambie. En Argentina hay un Deja Vu constante y siempre vamos de un extremo al otro. No puede ser que, en cada elección, la cultura navegue en un barco a la deriva y estar viendo cuál va a ser el próximo iceberg para chocar o cuál habrá que esquivar. Eso genera mucho estrés con una realidad tan cambiante. Las orquestas deberían ser uno de los proyectos nacionales donde la continuidad esté garantizada sea cual fuere la fuerza política que gobierne, porque el presupuesto que se requiere no es excesivo, solo hay que conocer estas realidades y trabajar para que los jóvenes no pierdan oportunidades para desarrollarse en ellas.

 

La Música de las Ideas

Función, 18 de abril, 21 hs, Teatro Sarmiento. Entradas en venta en boletería del teatro o de manera online aquí. Valor en platea baja (filas 1 a 11) $16.000; platea baja (filas 12 a 20), $15.000 y pullman, $14.000

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