Entrevista: Mariana Enriquez

“Me gusta que el terror me de miedo, pero también que me lleve a un lugar incómodo”.

La reconocida escritora argentina viene por primera vez a la provincia para presentar «Mis primeras compañías» una performance teatral donde pone en escena el mapa de influencias que le dieron vida a los personajes de sus cuentos y novelas. Además, durante su visita, será declarada persona destacada de la cultura por parte del Gobierno de San Juan. Para ella, poder transitar lo misterioso y siniestro, además de entretener, sirve para “devolverle a la realidad su verdadero horror”. Sobre este y otros temas habló para Plataforma GAIA.

Federico Strifezzo

Por Romina Maina  I 03-08-2023

“Yo siento a veces que la literatura es algo muy lejano, que queda el libro y nada más. O es la presentación del libro que puede ser un poco solemne o incluso en algunas ocasiones, aburrido”, cuenta a Plataforma Gaia la escritora argentina Mariana Enríquez a pocos días de presentar en San Juan «Mis extrañas compañías», un espectáculo performático en el que une la literatura con los sonidos e imágenes que inspiraron sus cuentos y novelas.

Acompañada de su amiga, la periodista Lala Toutonian, desplegará el próximo 10 de agosto en el escenario del Teatro Sarmiento el mapa de influencias que dieron vida a sus obras, desde ‘Bajar es lo peor’ hasta “Nuestra parte de noche”, que la catapultó a nivel internacional.

“Mis extrañas compañías” es una puesta en escena que ella define como una “velada de conversación”, que va más allá del formato clásico de lectura o entrevista. Así, retornarán como “fantasmas”, músicos, bandas y personajes populares que atraviesan su narrativa: Nick Cave, El Gauchito Gil, San La Muerte, Neubauten, entre otros.

Enríquez es Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), subeditora del Suplemento Radar de Página 12 y docente. Recientemente The New York Times la definió como la ‘estrella de rock de la literatura’ y su nombre está entre las grandes figuras de la nueva narrativa argentina. Cuenta con reconocimiento dentro y fuera del país. Sin embargo, con varias distinciones y numerosas obras publicadas, va por más y demuestra que la literatura también puede llenar salas de teatro.

En el marco de este espectáculo, la escritora contó en entrevista para Plataforma Gaia algunas de las experiencias que inspiraron sus cuentos y novelas; además, explicó cómo se relacionan el cine y la música con sus textos. En otro aspecto, compartió su visión sobre el género de terror y el modo en que la ficción sirve para nombrar el horror de la realidad, que es lo que para ella verdaderamente asusta, entre otros varios temas. “Incomodar es algo que para mí sí tiene que tener el terror. Uno no puede salir de un texto de terror de la misma manera en la que entró. A veces el escritor va muy lejos porque tiene necesidad de hablar de algo y usa el terror como metáfora”, expresó.

Además de sus facetas como periodista y docente, tiene numerosos cuentos publicados y distribuidos por las revistas Granta, Literatura Eléctrica, Asymptote y The New Yorker, entre otras publicaciones internacionales. Pero su mayor consagración en las letras vino con el libro de cuentos ‘Las cosas que perdimos en el fuego (2016) y la novela ‘Nuestra parte de noche’ (2019) por la que ganó el premio Herralde.

Los libros de Enríquez están en las manos de miles de lectores de habla hispana e inglesa, con la preferencia al terror literario. Sus influencias en la prosa son Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Manuel Puig; los norteamericanos Stephen King, William Faulkner y Toni Morrison; los británicos T. S. Eliot, M. John Harrison, Bruce Chatwin, Alan Moore y Neil Gaiman; el uruguayo Juan Carlos Onetti; el irlandés James Joyce y el chileno Roberto Bolaño.

Pero de todo esto, más allá de sus distinciones y reconocimientos, lejos de subirse al pedestal, Mariana no deja de explorar sorteando las fronteras de los formatos tradicionales y de las limitaciones del soporte, porque quiere llegar a encontrarse con sus lectores de diferentes maneras. Es por esto que ideó esta propuesta literaria en clave teatral, “Mis extrañas compañías”, donde la autora de ‘Bajar es lo peor’ (1995), ‘Cuando hablábamos con los muertos’ (2013), ‘Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios’ (2013) y ‘Este es el mar’ (2017),  mostrará de qué manera se nutre su universo imaginativo para construir la ficción, desde la realidad social con la que nunca pierde conexión.

Casi todo el origen de los relatos de horror suele ser de la realidad

– ¿Cómo vivís la experiencia de llevar la literatura al teatro?

– Bien, porque es una manera más amplia y cuidada de comunicarse con los lectores. “Mis extrañas compañías” propone una noche para recorrer con cada uno de mis libros cuáles son mis influencias, cómo se va armando la imaginación de un escritor. No tiene que ser necesariamente para una persona que te lee, sino cualquier persona que le interese un proceso creativo. Ver desde dónde sale cada cosa que puede ser desde una obsesión con un personaje, una pintura, una serie o una canción, todo eso mezclado con música y proyecciones visuales. Lo que es interesante para mí es que son tantas cosas las que conforman la imaginación en cada uno de los textos que vas creando, que resulta muy divertido de contar también.

– El espectáculo plantea un recorrido que abarca desde el primero al último de tus libros. ¿Cómo es tu reencuentro con todas esas historias y personajes para poder lograr una síntesis?

– Tiene su complicación porque el primer libro (‘Bajar es lo peor´) lo publique en el ’95. Pero a veces no hace falta tanto volver al texto, sino recordar ese mundo, qué tomaste de la realidad y cómo la deformaste, qué libro te ayudó. Después todo eso va conformando otra historia. Yo en ese entonces vivía en la Plata y recuerdo bien las canciones que escuchaba, cómo era vivir ahí, cómo era yo escribiendo ese libro, con mi grupo de amigos y esa relación con estar estudiando, pero también con salir de noche en la provincia de Buenos Aires, que era muy duro en los ’90 para los jóvenes y de todo eso se nutrió ese primer libro. Hay un personaje que es un gato que se llama Lord Bayron  porque yo leía a los románticos ingleses al mismo tiempo que escuchaba Led Zepellin, y que iba a ver a Los Redondos y todo eso está ahí.

– ¿Hay personajes o historias que aparecen de manera recurrente en tu literatura?

Tengo obsesiones que se repiten. Hay un personaje por ejemplo que se llama Adela, que me imaginé en un momento y que misteriosamente le falta un brazo, no se sabe por qué. A mí me sirvió en muchas ocasiones para diferentes cosas, primero apareció en un cuento, después en la novela como una especie de fantasmita. Pero también hay cosas que tienen que ver con la realidad. Una es la música; la otra tiene que ver con las mitologías urbanas, paganas y creencias populares no solo de Argentina sino de América Latina. Tengo una profunda atracción por eso, que tiene que ver con cosas que me contaba mi abuela que era una mujer de Corrientes que vivía en el Conurbano Bonaerense y traía todas sus historias. Ella se divertía contándote cosas de fantasmas. Fue la primera persona a la que escuché contar y de una manera que te daba miedo. A mí me gusta trabajar con los personajes que no son los clásicos protagonistas, sino más bien personas que son un poco ignoradas en general.

– ¿Cuál es la relación que hay entre ficción y realidad en tu narrativa?

– Casi todo el origen de los relatos de horror suele ser de la realidad, incluso para mí también es realidad cuando viene alguien y te cuenta una experiencia. Yo no necesariamente se la creo, pero sí le creo el miedo que tuvo y eso me sirve. Sí me creo la historia, la leyenda que está detrás de eso y que causó la superstición o el miedo en ese momento. Es una mezcla de realidad y ficción entretenida.

El periodismo, lo que me da, es una especie de antena para saber escuchar y saber observar.

Alejandra Godoy megáfono

– Y en eso ¿cuánto influyó el periodismo?

– El periodismo, lo que me da, es una especie de antena para saber escuchar y saber observar. Es una cosa que se entrena. Hay muchos escritores que no tienen formación en el periodismo y pertenecen a un mundo un poco más académico, más libresco. Yo estoy entrenada para escribir mirando, escuchando, prestando atención, entonces eso sí, lo terminás llevando a la literatura. Se nota en los diálogos y en las descripciones, más límpidas, menos cerradas. Y eso tiene que ver con la sencillez que tenés que tener en la escritura para que te entienda el otro a pesar de que el concepto pueda ser muy complejo. Y también tengo mucha influencia del periodismo en que yo no sufro mucho si no puedo escribir durante un tiempo o no se me ocurre nada porque sé que eso vuelve. Y tampoco me pasa mucho eso porque, al estar muy entrenada en el periodismo uno sabe que la nota la tiene que hacer, tenés la página en blanco, tenés la hora vacía. No podés decir: “no sé qué preguntarle, no me inspiré”. Eso sí lo tengo un poco para la literatura en el sentido de que lo escribo igual y si no me gusta al otro día lo descarto y empiezo con otra cosa, hasta que decís “bueno, es momento que salga” y si no, sí te ponés un poco ansiosa e impaciente, pero no en un sentido trágico de no voy a poder nunca más.

– ¿Hay un ‘para qué’ pensado de antemano para sentarte a escribir?

– Es un poco distinto según qué. En un cuento casi siempre sabés, es corto y no te sentás mucho a ver qué va a pasar. Casi que lo tenés pensado en tu cabeza y la idea misma es el cuento después. La novela no, aunque la tengas bastante pensada en tan larga que es un salto al vacío. A mí personalmente me gusta más, pero es mucho más difícil y arriesgado. Va a ser mucho tiempo y puede fallar. Y la no ficción es el género que me resulta más difícil porque estás más apegado a los hechos. La no ficción tiene mucha más responsabilidad con el lector porque no podés mentirle, tratás de estar bien apegado a los hechos lo que implicar leer, chequear…

Para mí la desinformación es una cosa terrorífica porque es como no saber dónde estás viviendo. Como si te lanzaran a un mundo de pesadilla.

– Aunque en los medios de comunicación, la línea que marca el terreno de la ficción y no la ficción, está bastante desdibujada…

– Lo sé, lo sé. Yo soy de la vieja escuela y enseñando periodismo me pone un poco nerviosa. Lo mismo que la primera persona, porque una cosa es decir “la objetividad no existe”, cosa que es cierta y otra es el exceso de subjetividad. Por otro lado, los jóvenes de hoy que nacieron en este mundo donde las barreras son tan tenues y gente que no necesariamente está en el medio y que le parece que si lo dice determinado emisor tiene que ser “La Verdad”, si me preocupa mucho porque lo veo con ejemplos muy cercanos. Incluso yo que estoy más entrenada, a veces veo algo y cliqueo y es una especie de trampa. Me preocupa mucho, me parece que confundir a la gente no es gratuito que es políticamente peligroso, que es socialmente peligroso y que hay límites, aprovecharse de la credulidad de la gente es una cosa bastante sádica.

– ¿La desinformación sería una especie de fantasma que nos acecha hoy?

– Total. Para mí es una cosa terrorífica porque es como no saber dónde estás viviendo. Como si te lanzaran a un mundo de pesadilla. A mí me preocupa mucho y como periodista más cuando tenés que enseñar periodismo a chicos muy jóvenes.

– ¿Cuáles son esos temas que te preocupan y que se vieron reflejados durante estos años en tu escritura?

– Yo nací en la dictadura así que las consecuencias de ese trauma me preocupan, las enfermedades y sobre todo el tratamiento de la enfermedad mental; el cuerpo de las mujeres, en general, pero escribí más sobre eso porque soy mujer. La soledad, las adicciones, todas las cuestiones que te aíslan que para mí es como algo que tiene ver con el terror, la culpa como fuente del terror. El deterioro, la decadencia también. La relación padre-hijos y la herencia. También, vivir en Argentina y en América Latina es como vivir en un deporte de riesgo. Nunca estar tranquilo, nunca tener sensación de futuro que es como que todo el tiempo te estén corriendo la alfombra bajo los pies, es una sensación un poco terrorífica o al menos muy inquietante que es uno de los elementos del terror, de lo siniestro. Así es que esos son como los temas profundos detrás de una trama más engañosamente sencilla. Pero las cosas que me preocupan son esas.

Yo creo que (el terror) lo que tiene que provocar es incomodidad, que no es algo exclusivo del género.

– ¿El terror debe necesariamente provocar miedo?

– A mí me gusta que el terror me de miedo, pero también que me desconcierte, que me lleve a un lugar incómodo. Yo creo que lo que tiene que provocar es incomodidad, que no es algo exclusivo del género. El terror puede no gustarte. En otros casos, es decir, no tengo ganas de abrir esa puerta, no tengo ganas de que hablemos de eso, quizá tiene que ver con conversaciones incómodas acerca de algo. Y ese incomodar es algo que para mí sí tiene que tener el terror. Uno no puede salir de un texto de terror de la misma manera en la que entró. A veces el escritor va muy lejos porque tiene necesidad de hablar de algo y usa el terror como metáfora. Yo creo que el escritor tiene que aliviarse al decir que no todo el mundo tiene miedo de las mismas cosas. Pero incomodar es diferente. Se puede incomodar de muchas maneras, desde el asco, se puede incomodar desde lo erótico, llevarte a pensar o ver algo que no tenías ganas. Incomodarte eso sí tiene que pasar.

– En tu vida personal ¿sos una persona miedosa?

– De cosas sobrenaturales no. De cosas personales, cercanas sí. De enfermarme tengo miedo. Voy a cumplir 50 años, del deterioro de la edad tengo miedo. Yo estuve en Alemania cuando empezó la guerra con Ucrania y comenzaron a llegar los primeros refugiados. En ese momento tenía un miedo terrible. Tengo miedo de cosas muy reales. En eso soy bastante flojita. Pero con un fantasma está todo bien. 

-¿Desde donde te parás para abordar grandes problemas sociales? Y ¿cuánto influye la historia personal y los propios miedos, traumas y obsesiones?

– Sirven para orientarme qué buscar. Pero después busco de la manera en que lo haría un periodista sobre un crimen muy importante o una situación social muy compleja. Lo personal pequeñito es como el primer filamento, después tengo que ir hacia algo más grande. A mí me marcó mucho un caso de un chico que la policía lo hizo nadar en el agua podrida del Riachuelo y murió. Ese hecho lo terminé convirtiendo en un cuento de terror. Le cambié los nombres y en esta historia el cuerpo no aparece entonces se transforma en otra cosa, si querés, en un espíritu vengativo. Además, porque desde el género me parece que era una manera de vengarlo, era raro. Buenos Aires tiene como esa especie de monstruo negro que es el Riachuelo con todo lo que tiene de lugar abandonado y siniestro. En general es como esa pequeña sensación de cercanía con ese crimen en particular, después me meto de lleno con la historia en sí y tampoco me impresiona tomar grandes temas. Por ejemplo “Nuestra parte de noche” es muy grande y muy maximalista. Es una novela que trabaja con el poder, con las familias aristocráticas y no hay nada que tenga que ver conmigo ahí. Yo soy una escritora bastante poco afín a la literatura del yo y a la experiencia personal en literatura. Es una cosa que me gusta leer pero que a mí no me sale tanto.

Yo utilizo el género para devolverle de alguna manera a la realidad su verdadero horror.

– ¿Transitar esas zonas oscuras tiene algún otro propósito?

– Yo utilizo el género para devolverle de alguna manera a la realidad su verdadero horror en ciertos casos. A veces uno mira las noticias y pasa una cosa horrible, y después otra cosa horrible y sigue y sigue y uno se va anestesiando, acostumbrando. Da todo igual. Entonces a veces tomo casos reales y a veces no, pero, que pueden pasar. Tengo un cuento por ejemplo de varios hombres que atacan a sus mujeres y las queman. Eso pasa en la realidad, pero ninguno es un hecho puntual. En otro cuento tomé el caso del crimen de un nene en Mercedes, llamado Ramoncito. Me ocurrió que una vez que estaba hablando con una lectora de ‘Chico sucio’ (el cuento en el libro Las cosas que perdimos en el fuego) que es donde está el relato de Ramoncito y me dice ella “qué perversa que sos, cómo se te ocurre hablar así del cuerpo de un chico” porque la descripción es muy explícita, pero en realidad la había tomado de una crónica periodística y no lo podía creer. Ahí me di cuenta que funcionaba lo que pensaba. A veces en la ficción hay como una especie de verdad y todas esas cosas horribles que están pasando y de las que estamos anestesiados, como están en un cuento resaltado y se le pone la intensidad, la tensión y los trucos que tiene la ficción, es como si tuviera otra vida. El horror es decir “¡Hey! paremos un poco y miremos esto”. A través del género poder sentirlo en esa marea de cosas feas que pasan continuamente. Lo hago en cuestiones sociales, pero también en cuestiones que tienen que ver con el cuerpo. Escribí un cuento una vez de una chica que se enamora de una calavera que por supuesto, no es que se enamora de una calavera, sino que quiere ser como una calavera porque tiene un trastorno de la alimentación. Entonces es jugar desde el horror con eso para poder nombrarlo porque es humor negro, pero finalmente también desacralizar ayuda a poder hablar mejor y el terror como todos los géneros populares tiene algo de desacralizar, que hace que ciertas comprensiones sean más fáciles que desde lo solemne.

-Después de ganar el premio Herralde por Nuestra parte de noche, ¿te genera una presión extra al seguir escribiendo?

-Yo creo que sería muy vanidoso de mi parte decir que no te afecta para nada. Te afecta. Hay grados de cómo te afecta. Pero este año que escribí un libro de cuentos y otro sobre el fenómeno fan de una banda inglesa de los ’90 que se va a publicar en Chile y después en Argentina de una editorial independiente chilena y después durante la pandemia poder hacer un libro ilustrado totalmente fuera de mi zona de comodidad con Dr. Alderete, todo eso después del Premio Herralde, la presión se siente un poco pero no me inhabilita a escribir. Cuando tenés más lectores, cuando sabés que hay más expectativas, que hay más ojos mirándote, se siente. Lo importante es que eso no te obligue a ser lo que esperan de vos. Pero claro que sentís la mirada. Creo que lo importante es sentirla, asumirla y poder pensar.

 

-¿Cuánto ha cambiado el oficio y la relación con los lectores a partir del fenómeno de las redes sociales y de Internet?

-En la relación con los lectores es paradójicamente un poco mejor y peor. Podés estar más cerca y eso me gusta y me interesa, pero también esa cercanía implica que quizá se enojen, que te demanden demasiado. El problema que tiene cualquier tipo de cercanía. Y las redes sociales de alguna manera enfatizan y amplifican mucho lo malo. Cuando yo empecé, el escritor no se mostraba demasiado. Hoy, tenés que mostrarte. Te obliga a cierta performatividad. Como igual lo voy a hacer trato de elegir un poco cómo. Y como también soy bastante traducida, viajar te exige otro tipo de performance. Cambió muchísimo el mercado por toda la información que hay y demandan muchísimo más. Antes, el escritor era no sé si una especie como de misterio, pero no era requerido públicamente y si lo era, se los requería mucho como opinadores, como intelectuales. Ahora al escritor también se le pide eso, pero también que entretenga o que el poeta recite de alguna manera o que haga una ‘perfo’, como otra puesta en escena. Y lo otro que cambió mucho es que hay más mujeres escritoras, era un terreno muy dominado por los varones. Lo que falta es comunicación con las provincias, ahora está menos centralizado, pero con todos los cambios que hubo, eso es lo que menos cambió.

Encuentro terror en películas que no necesariamente entran en el género de terror.

-Haces siempre referencia a cómo la música ha influido en vos ¿en qué medida lo ha hecho el cine de terror?

-No el cine de terror en particular, sino del cine en general. Encuentro terror en películas que no necesariamente entran en el género de terror. Mi director favorito es David Lynch y a mí me da un miedo espantoso y no es una película de asesinos seriales ni la típica película de terror y en general siempre me gustó el terror en los bordes un poco surrealista, que tiene que ver  más con una imagen que te quede impregnada, que con la cuestión violenta y de crímenes, sobre todo eso nunca me influenció tanto. Pero esos directores que trabajan más cercanos a la conciencia y la pesadilla, eso sí.

-¿Qué relación estableces entre literatura y música, específicamente con el rock?

-¡Sí soy re rockera! (se reía) Crecí escuchando música rock, y fui muchos años periodista de rock. Es una música que me acompañó toda la vida. Soy muy snob y muy melómana y  me acompaño mucho en la escritura sobre todo para la creación de climas. Yo escribo con música y a veces escucho una canción y digo esto es como se siente este cuento. Y ahí lo escucho en loop entonces todo lo que escribo termina estando muy mezclado con la música y no necesariamente lo tiene que saber el lector a eso. Es parte del proceso creativo, pero también el mundo del rock esa manera de ser joven, de ser un poco salvaje, un poco machista también hay algo  del estilo de vida que terminaron permeando también mi literatura. O sea que no es la música en el sentido del sonido o del ritmo o de trabajar la palabra con eso sino todo lo que está alrededor también.

 

Hoy lo que a me da miedo es la Inteligencia Artificial porque me parece que es una segunda bomba.

-Para el espectáculo ¿qué música elegiste?

-Música de rock porque es lo nuestro, lo de Lala también, que es mi compañera en este evento que además de una amiga es una periodista de rock, pero va a ver mucho más porque para ‘Nuestra parte de noche’ por ejemplo yo escuché mucho folklore, amo a la negra Sosa, va a haber un poco de todo. Habrá música de Gabo Ferro, Rolling Stones, bastante punk, y música de los ‘80 que escuchaba cuando escribía ‘Bajar es lo peor’. Escuchaba Sandro, y esto no es irónico, yo decía “¿quién es el artista más exagerado que hay en este país?” ¡Es Sandro! (risas) y yo necesitaba emociones desbordadas, como enamoramientos patéticos.

¿Viste la película Oppenheimer? ¿Qué te pareció?

-La película me gustó mucho porque me parece que dialoga  con el presente en muchas cosas. Primero es una película sobre la ciencia y hasta dónde puede llegar pensándose a sí misma como inocente. Pero al mismo tiempo, la película te muestra la complejidad de la historia y la enorme diferencia entre la teoría y la práctica y lo aplicas a la realidad y resulta que es un desastre. Entonces eso me parece super interesante pensar lo que es una teoría y lo que le pasa realmente a la gente.

¿Qué pesadillas podés ver hoy?

-Hoy lo que me da miedo es la Inteligencia Artificial porque me parece que es una segunda bomba. Ese fue el momento en que la humanidad decidió hacer un arma para exterminarse físicamente y con la IA la humanidad lo que creó fue no un arma, sino una herramienta para poder eliminarse de manera utilitaria. Si la inteligencia artificial funciona nos hace obsoletos. Y cualquier cambio radical así tan profundo a mí me da miedo. Porque yo en ningún momento creo que estemos en manos de gente confiable. Un cambio no tiene por qué ser algo necesariamente malo, pero si los que conducen el cambio primero son seres humanos que se pueden equivocar, pero después yo creo que son seres humanos con malas intenciones por la propia naturaleza del poder. Además está más cerca de lo que parece. También la cuestión ecológica, eso también me da miedo. Y entonces pienso si la destrucción es por acción de los propios seres humanos, deberíamos poder detenerlo si no podemos cambiarlo y el tema de no hacerlo me da una especie de vértigo, cuánta destrucción. Si vos pensás en los grandes eventos de esta época que están pasando, son muy terroríficos.

Mariana Enríquez en San Juan

La escritora presenta «Mis extrañas compañías» el 10 de agosto a las 21.30 hs en el Teatro Sarmiento. Entradas $4000, $5000, $6000 y $7000 en boletería del teatro y a través de tuentrada.com

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