Entrevista: Oscar Rivero

“La causa Malvinas debe estar dentro de un proyecto nacional de país”

El politólogo habló con Plataforma GAIA de la necesidad del Estado Argentino en continuar el reclamo por la soberanía de las islas. Analiza el contexto internacional, las vulnerabilidades del país y la amenaza de una eventual militarización del cono sur, por parte de potencias extranjeras. Debates que aún están pendientes y heridas que siguen abiertas.

40 años pasaron desde que se efectuó el desembarco a Puerto Argentino, el 2 de abril de 1982. La dictadura cívico-militar, esperanzada en perpetuarse en el poder, impulsó y desató un conflicto bélico que dejó numerosas vidas de argentinos y argentinas perdidas y otras, que resultaron difíciles de recomponer.

Paradójicamente, los jóvenes que sacrificaron y pusieron el cuerpo, lograron algo impensado hasta ese momento, ponerle punto final al alocado y megalómano sueño del partido militar que, durante décadas, el país tuvo que sufrir en un largo proceso de golpes de Estado a gobiernos democráticos elegidos por el voto popular, desde 1930 (con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen). Los combatientes de Malvinas, fueron los que, en definitiva, permitieron abrir las puertas hacia la democracia.

Pero, más allá del enfrentamiento armado, de la derrota ante la gran potencia colonial, la causa de Malvinas, no se ha extinguido, sino que sigue abierta por un pasado que se remonta hacia 1833, cuando el imperio británico hizo la descarada usurpación hacia las islas y del despojo a sus habitantes originarios. Pero también está abierta hacia el futuro, porque entre los múltiples significados y reinterpretaciones que se haga sobre las islas, genera una inquietud, una gran incomodidad y muchos interrogantes. Quizás el primero que surge es: ¿cómo pensar a Malvinas? Y después: ¿Qué hacer para recuperarlas? Y de concretarse en algún momento lejano: ¿Qué hacer cuando sean devueltas?

Malvinas es un tema transversal que exige diversas lecturas y reflexiones, en la que ‘todos’ y ‘nadie’, puede terminar siendo un completo experto o experta a la hora de estudiar, de aprender algo más -o comprender- lo que representan estas pequeñas islas australes para el imaginario colectivo. Islas que parecen estar guardadas en lo profundo del sentimiento nacional de cada argentino, pero al mismo tiempo, lejanas en un horizonte extraño, casi ignorado y poco tenido en cuenta, como es el Atlántico Sur.

En esta búsqueda, que no pretende ajustarse a una mera efeméride del calendario, Plataforma GAIA dialogó con Oscar Rivero, licenciado en ciencias políticas, docente en la Facultad de Ciencias Sociales y actual secretario administrativo financiero de la Facultad de Ciencias Exactas, de la Universidad Nacional de San Juan.

El politólogo puso en contexto una causa que no puede soslayarse de lo político, lo social, lo económico y lo cultural.

En las islas y en el mar austral. Los soldados argentinos sufrieron condiciones climáticas adversas, la falta de provisiones y armas, el maltrato y abuso de los mandos superiores, entre otras situaciones de injusticia, como el posterior olvido y la negación de la sociedad, dejaron consecuencias de profundo dolor en la memoria de quienes vivieron y lucharon en defensa de la soberanía de Malvinas, Georgias, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. Archivo Télam.

– ¿Resulta necesario pensar a Malvinas desde una mirada histórica, más allá de lo que fue el conflicto bélico?

– Hay que comprender que hubo una generación, una juventud muy rebelde, la de los años ‘70, que estaba en contra del sistema. Pero padeció lamentablemente, la represión y el Terrorismo de Estado. Mientras que la generación ‘Malvinas’, la del ‘80, fue el pato de la boda. Porque, venimos a ser los hijos de la dictadura, es decir, que crecimos en una sociedad autoritaria. En ese contexto, se produjo el hecho Malvinas, que fue de forma muy mal parida y no en la mejor situación para el pueblo porque si esta campaña salía bien para los milicos, la idea de ellos era legitimarse socialmente y perpetuarse en el poder. Lógicamente, en consecuencia, la apertura democrática se demoraría por mucho tiempo más, porque la dictadura adquiriría mucha adhesión social y simpatía popular. Pero con el fracaso de la invasión, en 1983 se aceleró la salida de Galtieri, lo reemplazó Bignone y acordó con los partidos políticos para llamar a elecciones. No se toleraba más la dictadura, ni siquiera la crisis económica en la que estaba sumida la nación y a todo eso, le sumamos el fracaso moral de haber perdido la guerra. El daño material ocasionado, encima, obligó a tener que resarcirle económicamente todo al país vencedor. Eso incrementó la deuda externa y con ello, la disminución del ingreso nacional, que se tradujo en un feroz ajuste a la población.

– El reclamo histórico de Malvinas ¿se siente como una causa muy lejana de resolverse?

– Lo que hizo la dictadura, fue ponerse al frente de una demanda colectiva y social de fuerte sentimiento nacional y que, a mi modo de entender, todavía permanece intacta. Pero al mismo tiempo, Malvinas significó en consecuencia, la posibilidad del regreso urgente de la democracia. Con la apertura democrática, se generó un espíritu de renacimiento de una esperanza y de mucha expectativa en la sociedad que estuvo apuntada al liderazgo que había consolidado Alfonsín. Pero después de la guerra, hubo una constante y continuada política de desmalvinización, terrible. Y a 40 años, en el corazón de la soberanía territorial argentina hay un enclave del imperialismo que molesta. 

– ¿Y en qué situación está el país ante el actual contexto internacional?

– Hay una probabilidad muy abierta, en las actuales condiciones de subordinación de capital internacional y ante grandes potencias, que Argentina termine cediendo sus pretensiones de soberanía. El alto grado de militarización de los ingleses en las islas, demuestra su gran interés de avanzar sobre el territorio antártico. Cuando los tratados internacionales sobre el continente blanco, se venzan, se rediscutirán y paulatinamente irán instalando más bases militares. No solo Gran Bretaña, esto está en los planes de Estados Unidos y de la misma OTAN. Hay un enorme caudal de recursos pesqueros, de petróleo y de otros recursos naturales, que estarán en disputa. Si como país soberano, no estás conforme con todo esto, entonces habrá que ir a una guerra. Pero en las condiciones en que estamos como nación, ni por asomo podemos afrontar o sostener un enfrentamiento armado. Entonces, como escenario abierto, corremos un potencial peligro de ser invadidos. Tenemos un país físicamente muy extenso y con abundantes recursos naturales muy codiciados, a la vez, una escasa población y una enorme incapacidad de avanzar con políticas que refuercen los intereses estratégicos de la Nación. Falta dar respuesta a los grandes temas pendientes. Todo eso, hace que estemos en una situación de mucha vulnerabilidad. Estados Unidos busca fortalecer su hegemonía mundial ante el crecimiento de Rusia y China, por eso quiere alambrar a toda América Latina y no quiere que ningún país de la región pueda moverse con libertad. Argentina buscó alejarse de todo eso y resultó muy caro. Hoy, se está esperando y trabajando para que cambie de signo político y que el país vuelva a ponderar un eje de sumisión con Estados Unidos. El problema que hay, es que el peronismo, como fuerza política, quiere escaparse de todo eso y no puede lograrlo, porque no hay poder real para realizarlo. Se necesita estar desendeudado, con un mercado en expansión, con una economía fuerte para financiar un desarrollo industrial y militar nacional. Estamos muy lejos de todo eso. Si el Estado nacional ni siquiera hoy puede controlar lo que se exporta y forzar a que los grandes evasores paguen los impuestos, mucho menos puede ponerse de igual a igual a defender su territorio ante una amenaza extranjera. Veo que viene un tiempo muy duro. Si Estados Unidos logra instalar bases en el sur argentino, punto estratégico que conecta dos océanos, se quedará con todo. En cualquier momento puede suceder. Porque como potencia, hace planes a muy largo plazo, con acciones muy sutiles y una arquitectura muy sofisticada a tal punto que, cuando llegue el día de ejecutar, tendrá una legitimación en lo moral, en lo social y en lo legal tan grande, que se justificará aquí todo lo que se haga y no habrá ninguna resistencia.

Tenemos un país físicamente muy extenso y con abundantes recursos naturales muy codiciados, a la vez, una escasa población y una enorme incapacidad de avanzar con políticas que refuercen los intereses estratégicos de la Nación

– ¿Malvinas viene a representar entonces una utopía?

– Mas que utopía, es una bandera de reclamo que permanece como un valor soberano. Hay recordatorios, hay reivindicación a los excombatientes, que quedaron diezmados, invisibilizados e ignorados. Hoy se los están protegiendo económicamente, se mejoran sus pensiones y la protección social que hace años venían reclamando. Se creó un área estable de Estado que se ocupa de la cuestión Malvinas y de seguir reclamando en los foros internacionales como mejor se puede, con más o menos intensidad, dependiendo del signo político del gobierno nacional y de sus funcionarios de cada área. Es una política simbólica y discursiva que en eso se está avanzando. De la misma manera con el tema de los Derechos Humanos.

 – Un día, una masiva protesta popular repudiaba a la Junta Militar y al otro día, se celebraba la toma de Puerto Argentino y aplaudía a la misma dictadura, en Plaza de Mayo. Esas dos plazas, ¿son el fiel reflejo de una contradicción permanente que tiene la sociedad y que no logra escapar?

– Cuando hablamos de pueblo, lo hacemos desde aquellos sectores de trabajadores, de profesionales, que están arraigados, que tienen un sentido pertenencia, que tienen incorporadas tradiciones y costumbres. En ese espacio, la cuestión Malvinas nunca desapareció. Yo veía cómo en aquel tiempo, muchos chicos se anotaban para ser reservistas, eran personas comunes, había obreros y caravanas que se hacían para celebrar y apoyar la guerra. Los canales de televisión y las radios aumentaban ese fervor. Eran días de mucha efervescencia y te hacían pensar que se vivía una Revolución de Mayo. De repente, a la población no le importó que había una dictadura, de la pobreza que teníamos, que había un montón de problemas sociales, todo eso se olvidó. Al amanecer del 2 de abril, nos desayunamos todos de la noticia del desembarco a Malvinas. Se generó un evento de explosión emotiva para el sentimiento nacional. Y los milicos, con todo eso, se sintieron respaldados, se agrandaron al mango y se equivocaron desde el primer día. Creyeron que contaban con el apoyo de Estados Unidos, porque al ser una junta militar muy pro-yankee, tenía la ilusión de ser parte del occidente cristiano, blanco y europeo, que abraza el paradigma del modo de vida norteamericano, como modelo existencial. Y lo que sucedió en realidad, que le vino estupendo al gobierno de Margaret Thatcher. Le pusieron la pelota en el arco y aprovechó la guerra a su favor. Logró una adhesión social y colectiva tan alta en Inglaterra que, con Ronald Reagan, se puso a la vanguardia del neoliberalismo. En un discurso de Jürgen Habermas, ‘Sobre la pérdida de confianza en sí misma de la cultura occidental’ (Revista de las cortes generales de 1984) él anticipaba todo lo que podía pasar en Europa, que el neoliberalismo llegaría y se constató efectivamente eso. Después de Malvinas, el neoliberalismo triunfó y aplastó el modelo de los estados de bienestar; arremetió contra los sindicatos, contra la política de inclusión y de justicia social y trajo consigo la globalización.

– ¿Es decir que el 2 de abril, se abrió una caja de pandora?

– Efectivamente, todo se fue de las manos. En esa época nadie sabía de qué se trataba esta guerra. No había un libro a mano que dijera algo o una noticia que diga una verdad. Imagínate que, en aquellos años, no existía Google, acá en la universidad, estudiábamos con los libros de la biblioteca, los más nuevos eran hasta la década del ’70. Que ya eran anticuados por todo lo que estaba sucediendo en el mundo contemporáneo y salíamos a la calle sin saber nada de lo que estaba en juego. Además, los profesores y los programas de estudio, comprendían todo lo ocurrido hasta los años ’60. Hubo procesos que se desarrollaban muy rápido en esos días y nos quedábamos muy desvinculados de lo que pasaba. Por supuesto, en plena dictadura, en clase no se hablaba o discutía de nada. Si eso pasaba en la universidad, aquí en San Juan, qué podías esperar en otros ámbitos sociales a nivel general. Había tanta censura y desinformación que nadie tenía capacidad para advertir lo que podría venir con la guerra. Sin embargo, hoy en estos días, tampoco hay mucho pensamiento crítico sobre lo que sucede ahora en el mundo, porque en plena democracia, circula tanta noticia falsa y no se sabe bien quién te dice la verdad. Y si decís algo que te pone al costado o fuera del discurso establecido por el poder, como medio de comunicación podrás sostenerlo de alguna manera modesta con el aporte de tus lectores o auspiciantes pequeños. Pero te destrozan, te dejan fuera de juego. Porque el poder, sigue estando en el mismo lugar de siempre. Y está pasando tal cual con la guerra entre Ucrania y Rusia. Salvo algunos estudiosos que, en un determinado nivel, discuten lo que realmente sucede y de lo que está en juego. Pero el común de la sociedad, lo ignora. Ninguno de nosotros sabe lo que puede venir ahora.

– ¿Argentina tiene posibilidades con apoyo internacional para que establezca la discusión de soberanía con Gran Bretaña en Naciones Unidas?

– Lo veo muy complicado. A nivel mundial, el neoliberalismo que trajo la globalización, destruyó el Estado de Bienestar, y viene ejerciendo una concentración de la riqueza en pocas manos de forma brutal. Esto va de la mano de un proceso de híper desarrollo científico-tecnológico y de acumulación del poder en gran magnitud. En el mapa internacional, no hay margen para implementar políticas progresistas. Basta ver con lo que ocurre en la Unión Europea, con esta misma guerra que está pasando y que no existen ideales de nada. Es una disputa agresiva por el territorio y por los recursos del gas que son vitales para el capitalismo. No hay espacio de acción para la descolonización y menos con Inglaterra, que es el padre de la criatura y está sacando ventaja de este conflicto, concentrada en compensar su salida de la UE.

Si como Estado no podés hacer que los millonarios paguen sus impuestos, entonces ¿qué se puede pretender exigir la recuperación de Malvinas? Una vez que se renuncia a esa voluntad de poder político no se puede lograr nada.

– Vivimos un tiempo donde se está degradando y vaciando los Estados-Nación, ¿pero qué sentido tiene hoy sostener y reafirmar la soberanía y el anticolonialismo?

– Creo que, a pesar de todo, hay que seguir sosteniéndolo, el Estado es una forma de vida política y es la única herramienta que tiene la sociedad para reconfigurarse a sí misma. ¿Qué sería una sociedad o una nación sin Estado y que solo esté enlazado o atado a los flujos de la globalización? Es una tontera bestial pensar en un modelo de país de tal envergadura. Solo le cabe a la cabeza de Macri o de Milei, que son empleados de grandes grupos financieros -bien pagos-, una idea semejante. El sistema político argentino tiene tal debilidad, que permite que crezcan patéticos millonarios que llegan al Poder Ejecutivo y lo destruyen todo. Pasó lo mismo con Piñera en Chile y mirá cómo resultó. Un pueblo que quiera encontrar una contención, que aspire un desarrollo autónomo, no puede abandonar su soberanía. La soberanía tiene que ver con la voluntad de poder de una sociedad, que decide por sí misma, que no la van a voltear, que no le van a quitar la posibilidad de planificar una vida autónoma. Todo se deriva de ahí. Si renunciamos a ella, es como renunciar a la autonomía como persona y ser humano. Es como dejar que tu propia vida se desmorone y que otros ajenos decidan por vos de tu destino, de esa manera pasás a ser un esclavo. Porque la soberanía de un país es la autodeterminación de un colectivo humano, con distintos sistemas de intermediación, en la que nos ponemos de acuerdo en definir nuestro territorio, nuestro sistema de salud, de educación y de producción. Si renunciamos a todo eso, quedaremos sometidos a la esclavitud.

– ¿Para ejercer soberanía, por qué es imprescindible un Estado sólido?

– Durante los cuatro años de Macri, se rifaron muchísima plata en nuestra cara y seguiremos pagando eso infinitamente, el negocio es que nunca dejés de pagarles para seguir refinanciando la deuda externa. Y siempre es el pueblo el que pierde pagándola y no el que presta. Por eso estamos en una fase de capitalismo financiero que va en contra de un capitalismo productivo. Los que realmente ganan fortunas, son los que no producen ni trabajan. Pero el sistema te fabrica un sentido común totalmente opuesto. El problema no pasa por tirarse en contra de la gente pobre que tiene un plan social que -ni siquiera puede subsistir con eso- es al revés, los culpables son los que están encima y manejan al sistema a su favor. Este sistema está bien organizado para los que juegan en las mesas financieras, que dejan a la Argentina entre la deuda y la fuga. Todo se extraterritorializa, porque los ricos de clase alta no quieren pagar impuestos, ponen todos su bienes y activos en el exterior. Si como Estado no podés hacer que los millonarios paguen sus impuestos, entonces ¿qué se puede pretender exigir la recuperación de Malvinas? Una vez que se renuncia a esa voluntad de poder político no se puede lograr nada. Tenemos un grave problema en lo político. Porque contamos con una derecha autoritaria para su pueblo y muy liberal para lo financiero; por otro lado, a una izquierda carente de voluntad de construir y ejercer poder. Por eso a Alberto Fernández le dicen socialdemócrata. Desde el socialismo y el marxismo -que quedó vivo solo en la teoría-, se lo acusa al socialdemócrata de ‘flancito’ y que está dispuesto a ir marcha atrás antes que avanzar contra los poderes económicos. Por eso se lo criticó tanto con lo de Vicentín; por no avanzar en la recuperación de la hidrovía, por impulsar un acuerdo con el FMI que, en vez de renegociar la deuda externa, terminó refinanciándola, legitimándola y trasladando el problema para adelante en el tiempo. En conclusión, termina siendo funcional al poder real del capitalismo financiero. No obstante, creo en la soberanía y en la fuerza del Estado para ejercerla. Pero no es estatismo por qué sí, que eso es algo diferente y se lo termina asociando para confundir. Porque al final de todo, los únicos que gozan, son los que tienen toda la torta y se la llevan.

La posguerra. Protesta de excombatientes en La Plata. En los ’80 y ’90 hubo un proceso de ‘desmalvinización’ y de negacionismo en la sociedad argentina. Las secuelas y traumas de los excombatientes fueron ocultadas y silenciadas. Quedaron sin trabajo, sin cobertura social y sin proyecto de vida. Archivo Télam.

– ¿Cuánta colonialidad tienen las clases dirigenciales del país que frena la acción política en defensa de los intereses nacionales?

– Una parte de la clase política trabaja para preservar lo que se pueda. Pero tira debajo de la alfombra toda la mugre que hay. Así está sucediendo con la discusión de la deuda externa, una deuda producida por la elite dominante financiera y que ejerce un control sobre la política feroz, opera de tal forma que marca la cancha y cierran todos los caminos posibles. Claramente está pasando esto con las negociaciones del FMI y la ruptura abierta en el Frente de Todos. Sin embargo, tal ruptura es testimonial porque no se puso en peligro el acuerdo, ya que la misma oposición de Juntos por el cambio, lo garantizaba. Finalmente, el gobierno queda atrapado en una contradicción muy grande ante los dueños del poder real. Y, por otro lado, tenemos una sociedad que no se plantea y no se prepara para ser potencia mundial, para competir en el gran tablero del poder. Como si lo hace Rusia, por ejemplo. ¿A qué voy con esto? Pretender reafirmar la soberanía, en una dirección a disputar de igual a igual a una potencia como Inglaterra, estamos muy lejos de eso. Los grandes temas estratégicos para el país no se están discutiendo. Y depende mucho de la dinámica política, por eso lamentablemente, hoy la recuperación de Malvinas no está en la agenda pública. Dado los problemas más urgentes que tenemos. En parte, porque hay una derecha liberal, autoritaria, que le importa poco y nada al país; y en parte también, porque tenemos un sistema político tan debilitado y vulnerable, que el tema de la soberanía, es dejado de lado.

– ¿Por eso Malvinas son más que dos islas del sur?

– La causa de Malvinas debe estar dentro de un proyecto nacional de país y serán argentinas en tanto y en cuanto no se pida permiso y no se pida perdón. La única manera en que los países consiguen sus grandes objetivos, es contar con una economía fortalecida, tenga la tecnología necesaria y tenga unas Fuerza Armadas a la altura. Solo así, se podrá hablar cara a cara ante las grandes potencias. De lo contrario, no se puede jugar a la gran política. Estamos presos de cualquier amenaza, de que se le ocurra a cualquier otro país de hacer una ocupación el día de mañana si lo pretende. Si bien nos falta mucho que resolver en lo económico y en lo político, todavía somos respetados como Estado Nación en el exterior. Porque tenemos un grado de desarrollo en lo tecnológico, en lo satelital, en la energía nuclear, en la ciencia aplicada militar y en lo naval. Pero como tenemos más del 30% de la población por debajo de la línea de la pobreza, ponerte a hacer una campaña a lo grande para recuperar Malvinas y sin un plan realizable y serio, podés terminar fracasando igual que la Junta Militar del ’76, al que no le importaba nada lo que le pasara a la gente.

Plaza de Mayo. Ante una multitud de manifestantes, Galtieri exultante dijo: «Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla», ganandose el apoyo de las masas para ir a la guerra abierta con Gran Bretaña. Archivo Télam.

– ¿Hay que repensar y debatir sobre qué Fuerzas Armadas necesita el país?

– Es que acá no se discute nada en serio. Tenemos un problema tremendo. Hay una culpa histórica tremenda. Esa cúpula militar está siendo juzgada, o son jubilados o retirados en sus casas, o con prisión domiciliaria o se mueren. Pero aquellas generaciones que desde el ‘83 y el ‘90 que no tuvieron nada que ver con la dictadura, pertenecen a una nueva Fuerza Armada, que debe ser transparentada, debe ser reformada y formada con valores democráticos y que estén al servicio del pueblo. Hebe de Bonafini lo viene pidiendo hace tiempo, un ejército verdaderamente nacional, que esté incorporado a la vida pública, que sea profesional y bien respaldada económicamente para que tenga sentido ejercer la soberanía territorial. Y también, por otro lado, que tengan resolución los Juicios de Lesa Humanidad, que se condenen a los culpables y concluyan los procesos. Todavía sigue eso pendiente. Como muchos otros temas.

– ¿Se puede constituir una nueva mirada acerca del nacionalismo en este presente?

– Los liberales le tienen miedo al nacionalismo. Pero el nacionalismo no es bueno ni malo en sí mismo. Debe haber un nacionalismo democrático. En el mundo real hay relaciones de poder y a un poder se contrapone otro poder. Sea político, democrático, colectivo, autoritario, económico o militar, vos elegís en cuál te posicionás como Nación. Nosotros decidimos el democrático. Para un proyecto de Nación, se necesitan políticas de Estado pensadas para que sean ejecutadas desde la política. Y la clase política necesita formación, compromiso y sobre todo una visión de estadista. El problema es que hay mucha carencia de todo eso en la dirigencia política que tenemos. Algunos políticos, los que tienen la posibilidad y la vocación de ser dirigentes, pagan el precio de perderlo todo, pero son los que deben conducir las cosas. Por eso los partidos políticos deben mejorar y fortalecerse es la única manera, en democracia. Los liberales te hablan que solo debe haber mercado, que solo existan consumidores y emprendedores y no quieren una sociedad politizada. Pero ese mundo no existe, es una ilusión. Así como están las cosas, es muy poco serio lo que se hace. Y encima, tenemos medios de comunicación, que apuestan siempre en contra de los intereses argentinos, prácticamente se comportan como fenicios. Los que gobiernan en realidad, son los dueños de las grandes empresas. No les importa nada la inclusión, no les importa el sistema político y terminan decantando en un Milei, que recibe apoyo de mucha clase media y del lumpemproletariado (masa de personas carentes de toda conciencia de clase funcional a la burguesía, en términos marxistas – N. del redactor) y no es porque, justamente, les falte información o tengan poca formación política.

– ¿Seguirá significando una herida sin cicatrizar?

– Malvinas es un tema que jode, porque está en el inconsciente colectivo. Es un problema que no se quiere ver, porque genera frustración y derrota; pero a la vez, provoca una resistencia a sentirse dominado. Como concepto, como construcción sociocultural, psicosocial y moral, Malvinas figura como una lesión a la autoestima nacional. Este cúmulo de sentimientos, es el mismo que tienen los españoles por el Peñón de Gibraltar. Porque cuando se atenta a la soberanía de un país, se invade un territorio, el pueblo sufre una violación. En el sentido que, una fuerza externa, una coerción del extranjero poderoso, te sustrae algo propio y con violencia. Eso provoca un daño material y psicofísico, cuyo dolor resulta irreparable.

La soberanía tiene que ver con la voluntad de poder de una sociedad, que decide por sí misma, que no la van a voltear, que no le van a quitar la posibilidad de planificar una vida autónoma. Todo se deriva de ahí. Si renunciamos a ella, es como renunciar a la autonomía como persona y ser humano

¿Y si el norte es el sur?

Claramente y desde luego, que todavía, cuatro décadas no serán suficientes para seguir trabajando en la recuperación y reconstrucción histórica para tener una memoria amplia y dinámica sobre Malvinas.

Porque no se puede reducir a un simple litigio diplomático o militar. Es intolerable que persista el colonialismo en este siglo y también, inaceptable tanta colonialidad y sumisión de una parte de la misma sociedad que arenga cada 2 de abril, que las “Malvinas son argentinas” y al mismo tiempo, rechaza o niega el Terrorismo de Estado.

Malvinas sigue siendo una herida sin terminar de sanar, con sabor a usurpación y a derrota, con olvido y también con reivindicación. Sin embargo, habilita discutir y replantearse, aquellos conceptos instalados sobre identidad, sobre nación y sobre país.

Y respecto a esa idea de país, ¿somos o queremos ser un país bicontinental? ¿o un país oceánico? ¿Un país que mira y se preocupa por su espacio marítimo y litoral o que le da la espalda? ¿solo es posible un país agrícola y ganadero, que solo exporta granos, litio y petróleo?

Nación soberana y desarrollada o enclave colonial que solo sirve para ser saqueado de sus recursos naturales y empobrecida a su población. Cuanta conciencia social aún falta para debatir y desde qué punto pensar en lo colectivo, lo que significan estas pequeñas y remotas islas del Atlántico Sur.

Faro de Usuahia. El punto austral que comunica Tierra del Fuego con las islas del Atlántico Sur y la Península Antartica, haciendo de Argentina un país bicontinental. 

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