Entrevista: Fabián Vena

“En la biblioteca es donde se guardan los grandes mundos de fantasía”

Este sábado se presenta en San Juan el unipersonal “Conferencia sobre la lluvia”. La obra, convoca al espectador a mirar el mundo a través de los libros, entre el humor y el amor. En diálogo con Plataforma GAIA, el actor habló de este espectáculo -que está en su cuarta temporada- y de qué manera se entrelazan la poesía y la vida misma.

23/09/2022

El mundo del teatro y el de la literatura se fusionan en “Conferencia para la lluvia”, la obra escrita por Juan Villoro y protagonizada por Fabián Vena, que se presentará por primera vez en la provincia en una única función este sábado a las 21 hs, en el Teatro Sarmiento.

La acción transcurre en una biblioteca o lo que es lo mismo, el universo, al decir de Jorge L. Borges para quién los libros eran una extensión de la memoria y la imaginación.

Algo de esto propone este espectáculo. En el prólogo que introduce esta pieza teatral se lee: “Un bibliotecario entra a escena. Ha ordenado libros y los libros han desordenado su vida ¿Hasta dónde depende de sí mismo y hasta dónde de lo que ha leído? El intermediario entre los textos y los lectores se busca a sí mismo en una conferencia. Hablará de la lluvia o más bien, de lo que pasa cuando llueve”.

La puesta invita a un viaje a través del lenguaje en el que aparecen las voces de poetas de todos los tiempos, desde Dante a Cortázar, de Pessoa a Neruda y varios más. El personaje divaga ágilmente entre las citas de los autores y sus recuerdos. En ese fluir de las ideas y de las palabras, la experiencia teatral, expone ante el espectador, la naturaleza del amor.

Con esta obra -que ya va por el cuarto año- el artista que tiene una amplia trayectoria tanto en televisión, como en cine y teatro-, marcó su debut en el formato unipersonal y en la dirección teatral (junto a José Luis Arias), con buenas críticas y reconocimientos a su labor. Ganó dos premios ACE a la Mejor Actuación en obra para un solo personaje y Mejor Escenografía (2018) y el premio Estrella de Mar en el rubro Mejor Espectáculo Unipersonal (2019).

Previo a su llegada a la provincia, el actor mantuvo una entrevista telefónica con Plataforma GAIA. En una extensa y generosa charla, compartió su mirada sobre esta obra que, según sus palabras, lo enamoró desde la primera lectura. Reflexionó también sobre su propia relación con el mundo de los libros y la literatura como recursos para poner en movimiento las ideas y despertar la imaginación, entre otros temas.

 

– ¿Cómo definís esta obra?

– Yo no tengo más que palabras de amor para con la obra y de agradecimiento porque funciona así nuestro laburo, el destino te va llevando por lugares que uno ni siquiera imagina. Esta obra tiene un tratamiento muy literario. Hay algo ahí del amor por la literatura, por las palabras y por la belleza del idioma castellano que lo convierte en un espectáculo muy original. No se habla en general en teatro de los libros, de la lectura, del lector, del amante de los libros. No hay nunca un personaje que sea un oficiante y un enamorado de la literatura y que a uno le permita recorrer esos dos mundos, el de la literatura y el del teatro de forma tan sublime.

– Se trata del amor a los libros, pero en realidad va mucho más allá…

– Sí, porque en el medio de la conferencia aparece el término divagación, que el autor también utiliza en el prólogo. Y en ese divagar, la cabeza va para el lado que quiere y se empieza a entremezclar lo que piensa de los libros con sus propias historias de amor, algunas muy graciosas y otras muy románticas y apasionadas; también su conexión con su oficio, sus amistades, su padre. En ese recorrido divaga sobre cosas de su vida y se mezclan de una manera fenomenal.

Siempre me pareció muy interesante entender la vida a través del prisma de alguien que ama y se apasiona por lo que hace, en este caso un bibliotecario.

– ¿Qué papel tiene la lluvia?

Enorme, todo el tiempo está presente, ya desde su título. Este bibliotecario intenta descifrar ya no la lluvia o el agua que cae como fenómeno metereológico, sino como algo que está dentro de la literatura, relacionado con esta idea de que el amor no se programa como no se programa una lluvia. El bibliotecario cita a muchísimos autores que hablan de la lluvia como un fenómeno que uno no puede controlar y donde el poeta puede acercarse dominando ese terreno de la fantasía, por lo menos dando a entender que hay un mundo allí mucho más brillante o hermoso que el mundo real. La función de la fantasía es justamente irse a un mundo distinto al que conocemos y eso es lo que provoca la literatura.

– ¿Qué es lo que te resulta más atractivo de este personaje?

En principio, el transmitir ese amor por ese mundo fascinante de la lectura. Es un arte precioso, personal, solitario, libre y eso me fascina. Haber encontrado una obra que hable del amor a los libros no solamente me identifica, sino que me da la chance de transmitir ese mismo amor que yo siento por los libros desde muy pequeño. El actor trabaja con la imaginación. Yo creo que toda mi carga imaginativa viene sin duda, desde mis primeros libros hasta los últimos. Hay algo ahí de conexión con la literatura que a uno le permite trabajar y profundizar sobre la imaginación y sobre las imágenes. Creo que la gran fuente de imaginación es la literatura. Hay ahí un tratar de entender y de decodificar o de describir poéticamente qué es esto de enamorarse. Cómo uno vive el amor y de qué forma, a través de un personaje entrañable que ama su oficio. Siempre me pareció muy interesante entender la vida a través del prisma de alguien que ama y se apasiona por lo que hace, en este caso un bibliotecario.

– ¿Y hasta qué punto se cruzan la persona y el personaje?

-Hasta el punto máximo. Desde el momento en que uno le da el visto bueno a un espectáculo es porque se siente identificado, uno quiere contar eso, es porque avala hasta la ideología de todo lo que pretende decir y transmitir, estoy absolutamente identificado con todo lo que dice. Una vez que uno empieza a trabajar el material solito el personaje empieza a incorporarse y tiene características muy propias, que no son mías. Claramente no soy yo. Obviamente uno siempre le pone el cuerpo, el espíritu, la voluntad y la imaginación para que eso suceda, pero incluso con cuatro años ya de temporada me vuelco y me tiro al vacío a disfrutar de este personaje tan bello como cada vez que he tenido que hacer un personaje con esta solidez.

– En lo personal, ¿qué sensaciones o emociones te despierta la lluvia?

– Me encanta. Me parece un fenómeno muy particular más allá de lo que significa para la naturaleza. Lleva a imágenes y a sensaciones muy particulares. Lo que genera rápidamente es un estado de ánimo que en mi caso no va necesariamente para la nostalgia. Sí para la lectura, para la quietud, para el estar también. No necesariamente me entristece.

El bibliotecario dice en un momento que lo más importante de los libros son las manos que los entregan. Y es una frase divina, muy mágica…

– ¿Tenés -al igual que el protagonista de la obra- algunos libros que te acompañan en tu vida?

– El bibliotecario dice en un momento que lo más importante de los libros son las manos que los entregan. Y es una frase divina, muy mágica. Me preguntás sobre los libros que leo y se me vienen a la memoria amigos, gente de la literatura que está conectada con los libros, que me preguntan qué estoy leyendo y me recomiendan un texto o un autor. Cuando estoy en la vorágine del laburo leo más que nada cuestiones de índole laboral, libros técnicos, obras de teatro o libretos, pero cuando tengo tiempo de abandonarme a la literatura puedo estar con dos o tres libros a la vez dependiendo del día, del momento y ahí abarco todo desde una novela a una biografía hasta ensayos. Siempre la lectura ha sido una gran compañera. Es un viaje muy personal y tiene que ver con el recorrido particular que cada uno hace.

– ¿Y alguno que atesores con especial cariño?

– Sí, tengo un par de ‘biblias’ como les llamo yo. Están relacionadas con mi rol de docente en mi escuela de actuación. Entonces cada tanto recurro a la ‘biblia’ que es El Método Stanislavsky. Siempre está cerca porque a uno le permite también estar conectado con el presente. No soy el mismo hace dos años que hoy. Es posible que ese mismo material que tiene más de cien años ya y que es un clásico pueda volver a reinterpretarse por mí en una relectura, en términos de asegurarme ciertos conceptos o modificar determinadas explicaciones, es un material que siempre está vivo en la medida en que uno abra ese libro.

– En una entrevista mencionaste que tenías ciertos prejuicios hacia el unipersonal ¿Cuáles eran?

– Nunca quise hacer un unipersonal, siempre me parecieron muy difíciles en varios sentidos, sobre todo en el formato, en la convención de un tipo hablando sólo, una hora. Hay algo ahí que debe tener una fortaleza en la estructura dramática que en general no veo mucho en los monólogos. Sin embargo, esto trae una estructura teatral muy fuerte en base a saber que es una conferencia y ya el autor lo dice en el prólogo: no hay nada más teatral que una conferencia. Tiene una estructura muy sólida para convertirse en teatro.

(La obra) cita un texto de Cortázar diciendo justamente que el amor es una tormenta y uno no sabe cuándo va a venir esa tormenta y a mí me llegó un día a las tres o cuatro de la mañana, en gira…

– ¿Qué te empujó finalmente a encarar el desafío?

– Básicamente, porque me enamoré. De eso habla la obra. Cita un texto de Cortázar diciendo justamente que el amor es una tormenta y uno no sabe cuándo va a venir esa tormenta. A mí me llegó un día a las tres o cuatro de la mañana, en gira. Después de una función y de comer con el elenco, me puse a leer un material que me había pasado una amiga y nunca encontraba el tiempo de hacerlo. Pensé, este es el momento para leer las diez primeras páginas. Pasaron dos horas y yo seguía leyendo. Me detenía para disfrutar de lo que leía, releía, me reía, lloraba y avanzaba con el texto. Una vez que terminé de leerlo no pensaba en el trabajo técnico, sí sabía que quería actuarla, que quería dirigirla, que quería hacer todo en función de poder transmitirla de punta a punta todo lo que a mí me había pasado con ese texto.

– ¿Cómo se fue moldeando ese personaje y la propuesta escénica?

– Llevó un buen tiempo, mínimo tres meses de trabajo, tratando de ahuyentar los fantasmas o solucionar los problemas, pero es una obra que me la ha hecho muy fácil porque el ritmo de acción y su estructura dramática tan sólida me han permitido que el recorrido sea realmente placentero. Algunas cosas he incorporado como la música del espectáculo que para mí es fundamental. Tiene que ser muy precisa, para generar clima, ayudar a componer y acompañar las palabras. Hay un juego visual también con una pantalla de fondo. Lo que me plantee fue: “¿voy a llevar una biblioteca cada vez que me vaya a algún lugar? ¿Por qué esa biblioteca no puede estar en una pantalla?” y lo conseguí, es una biblioteca preciosa y aparece como una imagen bien contenedora y componedora del ámbito en el que se desarrolla la obra y este personaje. Pensé “¿hay chance de que con este lenguaje de las imágenes que abro y una pantalla, pueda jugar mucho más?” Y no solamente la hubo, sino que viene a embellecer y a completar todo este recorrido de este bibliotecario. Y todo eso empezó a aparecer no para emparchar, no para tapar, no para arreglar algún problema, sino todo lo contrario; fue para seguir embelleciendo un texto y enriquecerlo, como te decía, en una estructura teatral muy sólida.

– Si bien el punto de partida es una conferencia ¿se corre de lo academicista?

– Tiene particularidades que a mí me encantan, la del literato exprimiendo los conceptos y las palabras bellamente para alcanzar el acceso inmediato. La simpleza con la que de pronto este personaje cuenta las cosas y a la vez la sofisticación del lenguaje. Nadie queda afuera, puede disfrutarla tanto alguien que no esté involucrado con los libros y también como me ha pasado en el Congreso de la Lengua, con una platea llena de literatos de Iberoamérica, entonces eso ya de por sí tiene un valor enorme.

Uno siente, se emociona, se ríe y disfruta en el momento, pero después viene la reflexión, el pensamiento, seguro las ganas de agarrar un libro, las ganas de leer, hasta incluso las ganas de enamorarse

– Hay humor, reflexión, emoción…

– El público siempre ha salido con un estado de ánimo fabuloso. Hay algo de lo que provoca el teatro en sí y más cuando se trata de un gran texto. Uno siente, se emociona, se ríe y disfruta en el momento, pero después viene la reflexión, el pensamiento; seguro las ganas de agarrar un libro, las ganas de leer, hasta incluso las ganas de enamorarse. Entonces, en definitiva, lo que termina transmitiendo y lo que le termina quedando a la gente son todas estas sensaciones que este personaje recorre durante toda la obra.

– Se dice que el teatro es un hecho vivo, ¿cómo evoluciona esta obra y el personaje después de cuatro temporadas?

-Absolutamente, un espectáculo evoluciona hasta la última función. No podríamos hacer este arte sino estamos vivos y presentes arriba del escenario. No hay un teatro bueno o malo. Hay un teatro vivo o muerto. Y estar vivo arriba del escenario es la base fundamental para desarrollar el arte. Siempre vamos a ser distintos, con mayor acumulación de experiencia. Yo vuelvo a hacer ‘La Conferencia…’ este fin de semana. Y en este tiempo que lo he dejado en suspenso, doy clases, hago audiovisual o cine o series para plataformas, entonces, el instrumento sigue tocando, sigue vivo. Estoy seguro que cuando me reencuentre en estos días con ‘La Conferencia…’ me vendrá a la mente algo que me pasó este mes, que me permite encontrarme con esa misma letra y con una imagen distinta que está más fortalecida, entonces eso es como volver a estrenar el material como si fuera la primera vez. Es ahí donde uno se encuentra más allá de la técnica con la idea de estar muy presente y vivo arriba del escenario.

 

 

Un espectáculo evoluciona hasta la última función. No podríamos hacer este arte sino estamos vivos y presentes arriba del escenario. No hay un teatro bueno o malo. Hay un teatro vivo o muerto. Y estar vivo arriba del escenario es la base fundamental para desarrollar el arte

– ¿Desde lo actoral, tuviste un entrenamiento particular para las nuevas exigencias y condiciones que te imponía el formato?

– Creo que cuando uno le da el visto bueno, es más por una cuestión emocional que por una conciencia. Una primera lectura es muy fría. Sin embargo, a mí me había conmovido por todos los rincones, entonces me abalancé sobre el texto justamente por el interés enorme que me provocó. Después técnicamente es un viaje muy particular. Cuento también con un equipo muy grande de trabajo que me acompaña desde los 17 años. Mi maestro Carlos Demartino y José Luis Arias, ambos también profesores en mi escuela; y Pablo Porceli, un músico extraordinario y saxofonista que me ha hecho toda la música de la obra. También está en la producción Mauro Tomasone que es mi socio en la escuela y también una clave fundamental para que todo esto salga estupendo. Hay mucha gente alrededor para que uno solo se suba al ring. Sin ellos, realmente no se hubiese podido hacer. El viaje ha sido fenomenal de mucho placer, de mucho trabajo también. Después hay cuestiones técnicas como bien decís. Solo en el escenario, sin compañeros. La mente empieza de alguna forma también a cansarse. Para esto hay determinados movimientos técnicos que se van preparando incluso durante la función para que esa exigencia me encuentre a mí con un aire renovado. Todas estas cuestiones las manejo hoy con comodidad, pero también con rigor porque sé que de esa forma tiene que funcionar.

– Habiendo desafiado los prejuicios ¿cuánto lo disfrutás?

-Lo disfruto mucho. También tengo la suerte de tener este espectáculo de manera independiente y poder cuidarlo sin necesidad de ponerlo a jugar en una exigencia que no le conviene al espectáculo. Cuando hice temporada en Buenos Aires el primer año no estaba seis días en cartelera, estaba uno o dos, lo que me permite que siga teniendo la vida que tiene y que el recorrido no se agote. Y también tengo la posibilidad de hacer cosas con compañeros. Siempre he trabajado así, el monólogo es la excepción. Disfruto mucho también no solo de dirigir sino de ser dirigido. Disfruto el poder subirme a un escenario con la responsabilidad de un unipersonal, y también saber que voy a tocar música arriba con compañeros. Hay algo que sigue muy vivo en mí y me resulta hasta necesario. Yo podría prescindir temporadas enteras de no hacer cine, de no hacer televisión, pero no podría dejar de hacer teatro en ningún momento.

 

 

En la biblioteca es donde se guardan los grandes mundos de fantasía. Sea el formato que sea, siempre eso va a estar vivo y será necesario

– ¿Qué valor tiene para vos que esta obra se desarrolle en una biblioteca en un mundo donde el conocimiento es accesible a través de múltiples lugares?

– Supongo que no seremos prescindibles, dice el bibliotecario. También dice que en algún momento será que todos los libros bajen en forma de lluvia por alguna tableta encendida. El hecho de estar en una biblioteca tiene un poder extremadamente simbólico, basta pensar en Fahrenheit 451 (n.d r.: la novela de ciencia ficción de Ray Bradbury). Hay algo de eterno. La cultura de la humanidad, la palabra escrita. Yo agarro los libros de mi adolescencia, los huelo y tienen el olor al teatro donde yo estudié, tienen el olor a imágenes mías de mi niñez y adolescencia. En la biblioteca es donde se guardan los grandes mundos de fantasía. Sea el formato que sea, siempre eso va a estar vivo y será necesario.

– ¿Hoy son los algoritmos los que nos definen que vemos y leemos?

-No creo. Me resisto si eso fuese así. No. Los libros no los escriben las computadoras, lo escriben las personas y están destinados para las personas. Uno no puede detener a las generaciones que hoy buscan el material por redes y se conectan a través de las computadoras. Sería hasta ridículo. Ahora, ¿cuál es la esencia de los libros? ¿La hoja o lo que está escrito? ¿Cuál es la esencia del idioma? ¿El solo expresarse o el comunicar a través de diferentes artes? La literatura, el teatro, las artes, están para hacernos preguntas y todo esto está relacionado con el mundo emocional. Eso no va a morir nunca, sea en el formato que sea.

No hay un solo lugar en la Argentina en que no haya un espacio teatral cuidado, querido y siempre convocante. Es una de las cosas de las que tenemos que enorgullecernos como sociedad.

– ¿A qué nuevos desafíos se enfrenta hoy el teatro frente a los cambios tecnológicos y nuevos consumos culturales?

– El teatro es un arte milenario, pase lo que pase siempre va a estar. Teatro se puede hacer en cualquier lugar bajo cualquier condición. En el teatro más lindo y más grande de la Argentina; en el sótano más oscuro y más chiquito de Buenos Aires y así sucede. El teatro que nosotros tenemos en el país es una cosa asombrosa. Estamos entre los países con mayor cantidad de teatros (si no el más). Hay algo ahí de nuestra cultura donde al teatro lo ponemos muy arriba. Yo tengo la suerte de conocer todo el país y prácticamente todos los teatros de Argentina. No hay un solo lugar en la Argentina en el que no haya un espacio teatral, cuidado, querido y siempre convocante. Es una de las cosas de las que tenemos que enorgullecernos como sociedad.

– ¿Tenés en paralelo otros proyectos actualmente?

– Estoy dando clases en todos mis cursos. Empecé con un primer y segundo año de clases de actuación y a partir de la pandemia, por fuerza de los alumnos, incorporamos un tercer año donde estrenamos obras elegidas por ellos y dirigidas por mí. Hay un trabajo formativo, educativo, pero también de acompañamiento para que puedan entender el oficio. Los acompañamos a hacer teatro independiente, a armar una cooperativa, a buscar obras y conseguir los derechos en Argentores, a producirlas, a ensayarlas y estrenarlas. La ventaja de tener El Poncho Club Cultural -que es mi teatro-, me permite también hacer todo eso. Que los alumnos sientan el teatro como su propia casa, que puedan adueñarse de la sala y del escenario es lo que les permite a ellos llegar con comodidad y darse cuenta que no hay que quedarse sentado esperando un llamado, sino trabajar desde la autogestión, llevar adelante en este arte colectivo que es el teatro todo lo que uno tenga ganas de decir. Después ensayando y por filmar una película independiente y por hacer un ciclo en la TV Pública por capítulos y también, planificando lo que será la temporada de verano, con mucha actividad.

 

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