Cine y periodismo

El oficio de la palabra puesto en pantalla

Al cumplirse un nuevo aniversario de la primera publicación de La Gazeta de Buenos Aires, creada por Mariano Moreno el 7 de junio de 1810, y cuya fecha fue elegida para celebrar el Día Nacional del Periodista, Plataforma GAIA, propone un recorrido por aquellos grandes relatos que el periodismo aportó en la historia del siglo XX, pero retratados por el cine.

Oriol Texidor

Por Romina Maina y Raúl Caliva I 7 de junio, 2022

Tradicionalmente desde sus orígenes, el periodismo tuvo esa convencional consideración de que el cronista o el reportero, era un mero relator de hechos que percibía y registraba la realidad. Sin embargo, fue también un gran vehiculizador de ideas, ideologías y acciones políticas. A lo largo del siglo XX y el actual Siglo XXI, cada vez es más protagonista activo en las relaciones de poder entre lo político y lo económico. Sus acciones no son inocentes. Por más que trate de separarse de las reales intenciones o de las cadenas de mando que hay que cumplir en una redacción, sus acciones u omisiones, pueden resultar al servicio del status quo, como también estar del lado de la crítica y la lucha comunicacional por cuestionarlo.

Al cumplirse un nuevo aniversario de la primera publicación de La Gazeta de Buenos Aires, creada por Mariano Moreno el 7 de junio de 1810, y cuya fecha fue elegida para celebrar el Día Nacional del Periodista, Plataforma GAIA, propone un recorrido por aquellos grandes relatos que el periodismo aportó en la historia del siglo XX,  contados a través del cine como un aporte a la comprensión, a la reflexión y al debate sobre el rol que tiene el periodista en la sociedad.

Como la cantidad de películas, tanto de producción nacional como internacional, es abundante y nunca cerrada, en esta fecha, se abordará un criterio de selección plural, que busca repasar aquellas películas que retraten el rol del periodista, como trabajador de prensa y el lugar que ocupan los medios de comunicación ante grandes acontecimientos que marcaron épocas significativas en los social, lo político, lo económico y en lo cultural.

En este sentido, se pueden destacar los siguientes títulos, que son narrados en diferentes géneros como el documental y el largometraje de ficción, cuyas historias tienen mucho peso tanto en argumentos, en tramas, personajes y estéticas. En este recorrido, puede recomendarse mirar:

La crónica francesa (2021)

 

El cineasta Wes Anderson, dedicó su última producción cinematográfica al periodismo. Pero no a cualquier forma de entender el oficio, sino a aquella que bien podría explicarse a partir del imaginario existente alrededor de la profesión: redacciones austeras, pilas de libros, libretas en lugar de grabador y periodistas con vocación y pasión, ávidos en encontrar la mejor historia. Un periodismo de antaño, con ciertos ribetes románticos, pero que lejos de la práctica actual donde tiene protagonismo la primicia a cualquier costo, lo que prima en ese periodismo es la investigación y reconstrucción minuciosa de cada hecho.

Con este filme, que fue estrenado en 2021, Anderson se inspira en The New Yorker y homenajea a algunas de sus plumas más destacadas. Más allá de ser el nombre de la película, The French Dispatch (por su traducción en inglés), es el título de una revista ubicada en la ciudad ficticia de Ennui, en la Francia del siglo XX. Allí Bill Murray interpreta a Arthur Howitzer Jr., editor de este medio periodístico cuyo “consejo literario más repetido (y tal vez apócrifo) era sencillamente este: tu solamente intenta que suene como si lo hubieras escrito así a propósito”. La película cuenta con un obituario, una breve guía de viajes y tres reportajes. Todos de lo que será la última edición de la crónica francesa, que dejará de existir tras la muerte de Howitzer.

La película está narrada siguiendo la estructura de este magazine. En la primera sección, llamada Color local, el reportero Herbsaint Sazerac (Owen Wilson) recorre en bicicleta la ciudad de Ennui, para hacer una crónica de la vida cotidiana. En Artes y Artistas, J. K. L. Berensen (Tilda Swinton) lleva al papel la historia de Moses Rosenthaler (Benicio del Toro), un artista con trastornos mentales que cumple su condena por asesinato, confinado en un área de máxima seguridad. La figura del ‘genio artístico’, como un inadaptado, que crea en soledad y la presencia de su musa (representada en Simone, su carcelera) como componente necesario de la creación. Quizá el contrapunto que se establece entre el merchante y el mismo artista se ubica, sin duda entre los pasajes imperdibles del filme al retratar esas relaciones con aguda inteligencia.

A lo largo del relato, aparecen algunas máximas del oficio, desmitificándolas valiéndose para ello del humor absurdo. “La neutralidad periodística es un concepto poco fiable”, dice uno de los personajes en el capítulo titulado “Revisiones de un manifiesto”, publicado en la sección política/poesía. En este pasaje, Frances McDormand se mete en la piel de Lucinda Krementz para narrar las protestas estudiantiles (con referencia al mayo francés) que paralizan la ciudad. Tras un breve romance con Zeffirelli, líder de la revuelta, y a quien ayuda a escribir su manifiesto político, se pondrá en tensión el concepto de “objetividad periodística”. El tercer artículo corresponde a la sección sabores y aromas. Su título es “El comedor privado del comisario de policía. Retrato de un gran chef”, una historia con tono policial que el reportero Roebuck Wrigth (Jeffrey Wright) relata en una entrevista televisiva, con lujo de detalle. En este capítulo, la historia adopta por momentos el formato de animación. Este elemento, sumado al uso de planos que intercalan el color y el blanco y negro, además de una narración que incorpora características más propias de la representación teatral, conforman una propuesta distinta. Los personajes salidos de la mente de Anderson, y sus historias constituyen un universo propio, único.

 

«Es cierto. Debería mantener la neutralidad periodística, si eso existe.» Lucinda Krementz, (La Crónica Francesa)

Operación Masacre (1973)

Operacion Masacre
 

Dirigida por Jorge Cedrón, con las interpretaciones de Norma Aleandro, Carlos Carella, Víctor Laplace, Ana María Picchio, Walter Vidarte, Miguel Narciso Bruse y Julio Troxler, fue estrenada el 27 de septiembre de 1973, aunque filmada en plena clandestinidad durante la dictadura cívico-militar de Alejandro Lanusse.

La cinta tiene la representación directa del libro homónimo del periodista Rodolfo Walsh, que está basado a su vez en su investigación acerca de los fusilamientos a militantes peronistas en los basureros de José León Suarez, que sucedieron después del levantamiento y sublevación del General Valle el 9 de junio de 1956, en contra de la dictadura autodenominada ‘Revolución Libertadora’, dirigida por Pedro Aramburu e Isaac Rojas.

El trabajo de Walsh, editado y publicado en 1957, fue la obra fundante de la novela-testimonio, o el género narrativo de no ficción en Argentina, que logró confluir la literatura y el periodismo de investigación. Además, se constituyó como un modelo pionero mucho antes de la publicación de ‘A sangre fría’ de Truman Capote en 1966.

La película propone, desde el principio, la reconstrucción de la masacre a manera del policial negro, con escenas retrospectivas, entremezcladas con imágenes documentales filmadas en archivo. El espectador va siendo testigo de los sucesos al mismo tiempo que los protagonistas tratan de escapar de los tiroteos. En simultáneo, uno de los sobrevivientes (Troxler) toma presencia en escena y al mismo tiempo, pone su voz en off para ir relatando en detalle los hechos.

Sin embargo, no hay que olvidar que detrás de esta producción, hubo todo un proceso por el cual tuvo que realizarse y distribuirse por fuera del circuito comercial establecido y cuyo material fílmico fue protegido por los familiares del director fuera del país, durante la dictadura cívico-militar de 1976.

El contexto histórico que tiene la película, su producción, la forma en que se hizo y su contenido, adquiere un valor que trasciende el tiempo y que plantea una actualización permanente de temas movilizantes como la lucha de clases, la desigualdad entre explotadores y explotados; y esa relación tan tensa y a veces violenta, entre el capital concentrado extranjerizante que reprime con el terror de Estado de su lado y el pueblo trabajador que no abandona su lucha por más derechos y dignidad humana. “Siempre perdura la lucha popular y los pueblos escriben sus verdades, su historia, con sangre”, versaba Troxler en el epílogo del film.

Después del derrocamiento del gobierno de Arturo Illia (en junio de 1966) la dictadura de Juan Carlos Onganía instrumentó la Doctrina de Seguridad Nacional, donde las Fuerzas Armadas, abandonan su rol principal de defensa de la soberanía nacional para ‘ocuparse’ de las ‘fronteras ideológicas internas’. Un signo evidente del modelo dictatorial, fue la salvaje represión a estudiantes universitarios conocida como la Noche de los Bastones Largos, el 29 de julio de 1966. Cuando estalla el Cordobazo en mayo de 1969, las fuertes expresiones populares empiezan a erosionar los diferentes regímenes militares de facto y lentamente se irán dando profundas transformaciones en la esfera artística y cultural. No solamente en términos de contenidos y posibilidades expresivas, sino también en cuanto a los circuitos de distribución. Es en este contexto, donde la película ‘Operación Masacre’ y otros títulos, circulan por fuera de los circuitos tradicionales.

Impactado por todo lo que venía sucediendo, Walsh empieza a cuestionar el rol de los intelectuales y hacedores culturales de su tiempo y la eficacia de los canales comunicativos empleados hasta el momento. Es en esa coyuntura cuando Jorge Cedrón le propuso recrear ‘Operación Masacre’ para el cine.

Al igual que ‘La hora de los Hornos’ (1968) de Fernando Pino Solanas y Octavio Getino; o  ‘Los traidores’ de Raymundo Gleyzer’ (1973), el film  circuló por sindicatos, casas, departamentos, plazas barriales -como zonas seguras y controladas por los propios vecinos- villas, fábricas y universidades.

Operación Masacre fue una de las películas más difundidas previas a las elecciones presidenciales de 1973, entre finales de 1972 y principios de 1973, alcanzó a ser vista por 80 mil espectadores y asciende a 250 mil por circuitos de barrios fabriles y de base sindical.

 

Para ver película completa click aquí

 

«La única revolución definitiva es la que hace el pueblo y dirigen los trabajadores» Julio Troxler (Operación Masacre)

 

 

Spotlight (2015)

Es una referencia indiscutida en la lista de títulos dedicados al periodismo. Probablemente muchos recuerden el argumento de este largometraje que fue dirigido por Tom McCarthy y estrenado en el año 2015. La historia contada de manera sencilla sería más o menos así: Spotlight, es el nombre del grupo de investigación del Boston Globe que en 2002 destapó los casos de pederastia cometidos por curas de la iglesia católica durante años en el estado de Massachussets. Con esa revelación, 249 sacerdotes fueron acusados de abuso sexual dentro de la Arquidiócesis de Boston y se transformó en uno de los mayores escándalos de la historia reciente vinculados al clero.

Frente a una historia dramática y real, esta pieza cinematográfica se vuelve también un material imprescindible a la hora de pensar el rol del periodismo en la investigación profunda y comprometida en la búsqueda de la verdad que se oculta tras una compleja red de poderes e intereses y que debe anteponerse a las presiones y conveniencias.

Protagonizada por Mark Ruffalo, Liev Schreiber y Michael Keaton, esta película toca un tema muy sensible, en una de las ciudades norteamericanas donde la Iglesia Católica y altas clases sociales sostienen una cadena de silencio y ocultamiento sobre aberrantes hechos de abusos sexuales cometidos por el clero local. La comunidad mantiene lazos de fuertes creencias religiosas, pero rige entre sus habitantes, un patrón cultural sólido. Las propias víctimas, presas del miedo, en principio niegan y no quieren hurgar el pasado. Ahí entra en juego el equipo de periodistas de ‘Spotlight’.

A partir de la llegada de Marty Baron (Schreiber), el nuevo editor del diario, toma su primera decisión y da la orden al equipo de periodistas de desarrollar la historia y los cuestionamientos que apuntan al Cardenal Law (arzobispo de la ciudad) sobre abuso. Pero a medida que se buscaba avanzar en la investigación, los autores iban perdiéndose en un laberinto sin salida, con numerosos obstáculos en el camino.

El drama, con ciertos elementos del thriller clásico, algunos flashbacks, avanza en el sentido en que la investigación va reconstruyendo los hechos pieza por pieza, donde las historias personales de los periodistas, van entramándose con los testimonios de las víctimas, las trampas legales de los abogados, los funcionarios que se evaden y todo un pueblo que prefiere callar y mirar para otro lado.

La narración, que toma el punto de vista del equipo de investigación, reivindica y refuerza las conductas éticas o la integridad intelectual de los protagonistas, aunque al mismo tiempo, muestra cómo sus convicciones son sometidas a prueba ante la asimetría de un poder que está por encima del propio medio y cómo los intereses opuestos empiezan a presionar para que el informe del diario no salga publicado.

El film ganó dos premios Oscar (a mejor película y guión original, con 6 nominaciones en 2016) y tiene una afinidad muy cercana, por como plantea el drama, con ‘Todos los hombres del presidente’ (1976), la película emblemática que trata sobre la investigación realizada por los periodistas del Washington Post que trabajaron el Caso Watergate (más adelante se profundizará sobe esta temática), y que, de alguna manera, sirve como modelo, acerca del modo de trabajo de la prensa en condiciones de enorme presión, ante hechos sociales y políticos que sacuden la ‘normalidad’ de la ciudad y demuestra la necesidad de que este género del periodismo tradicional no se pierda.

Hay que tener en cuenta que, en el contexto en que se desarrolló el informe, que duró alrededor de un año, el equipo se enfocó a trabajarlo como tema, cuando el resto de los medios estaban ocupados en los atentados del 11 de Septiembre en Nueva York y en Washintgon, incluyendo al propio diario en el que ellos trabajaban.

Por otro lado, los cuatro periodistas involucrados: Michael Rezendes, Sacha Pfeiffer, Matt Carroll y su editor Walter ’Robby’ Robinson, fueron a colegios católicos y, si bien casi todos no eran muy practicantes, fueron criados bajo ese patrón cultural religioso que era hegemónico en la ciudad norteamericana de Boston.

Por si fuera poco, el director quiso también reflejar una cuestión no menos importante (en un presente donde predominan las noticias falsas instaladas y las operaciones mediáticas, con manipulación informativa), el rigor periodístico. Esto significa, que el equipo tenía que trabajar con datos, evidencias, pruebas, documentos y muchas entrevistas previas, siempre evitando apoyarse en sensaciones, prejuicios, rumores o medias ‘verdades’. Además, no se dependía todavía de Internet para la búsqueda de fuentes, -eran pocas las redacciones que contaban con dicha tecnología- sino que el equipo todavía tenía que salir a la calle, entrevistar a las víctimas, hablar con funcionarios y rondar por todo edificio público, bibliotecas, archivos, parroquias y en los bares céntricos hasta dar con la pista clave o conseguir el expediente necesario, para así acercarse a la verdad. Una tarea que requería de mucha paciencia y persistencia.

Si bien la obra no exagera, ni presume de despliegue técnico o de recursos visuales impactantes, su punto más fuerte es el peso argumental, la trama y cómo sufren los personajes para alcanzar su objetivo superior: sacar el velo de una intensa red de pedofilia encubierta por la alta jerarquía eclesiástica que se mantenía activa desde 1984 hasta el 2002. Gracias a este trabajo, se supo que desde 1960 a 1998, el por entonces sacerdote John Geoghan, había violado a más de 130 niños, todos encubiertos por el cardenal y arzobispo de Boston, Bernard Law.

«-En mi opinión las instituciones progresan cuando trabajan codo a codo. – Yo por mi parte opino que un periódico cumple mejor con su función si logra ser independiente.»  Diálogo entre el Arzobispo Bernard Law y el editor del Boston Globe (Spotlight)

Los Papeles del Pentágono (2017)

 

Steven Spielberg, se metió de lleno a un film que aborda una problemática urgente y muy actual sobre el periodismo y los vínculos de poder entre los medios de comunicación, los gobiernos y los grupos económicos. Un informe encargado por la administración de Nixon, registró el fracaso de la campaña militar estadounidense en la Guerra de Vietnam con pésimos resultados. En 1971, el gobierno mantuvo en secreto dicha información, pero una filtración por una fuente informante que copió los documentos y los facilitó al Washington Post dio inicio a una carrera desesperada por el Estado para evitar que el reportaje sea publicado.

Al frente del diario, estaba Kay Graham, interpretada por Meryl Streep, que había heredado la empresa de su marido Phil Graham y tenía como objetivo entrar en la Bolsa de Comercio de Wall Street y dejar de ser un medio local. En un triple frente de lucha, primero ante accionistas y banqueros, luego la competencia feroz contra otro gigante: el New York Times que podía ganarle de mano la publicación del caso y después ante los funcionarios y amigos de la Casa Blanca, que querían a toda costa sabotear la investigación. Graham tenía entre manos un hierro caliente y que quemaba mucho, sumado a ello, su condición de mujer en el mundo de la política y de las finanzas dominado exclusivamente por hombres.

Pero la determinación y la insistencia del director de la redacción, Ben Bradlee (encarnado por Tom Hanks) fueron el sostén de Graham en los momentos más cruciales a la hora de tomar decisiones. Por un cúmulo de acciones y situaciones favorables, finalmente el Washington Post dejó al descubierto años de mentiras y manipulación por parte del gobierno estadounidense. Curiosamente, la película viene a ser como la precuela de otro escándalo mucho mayor que vendría después, el caso Watergate, que también el diario de Graham tuvo el coraje de publicar gracias a una nueva filtración por parte de otra famosa fuente anónima conocida como ‘Garganta profunda’. Tales procesos, precipitaron el final de la guerra en Vietnam y el fin de Nixon como presidente de Estados Unidos. En 2017 la película de Spielberg obtuvo el Globo de Oro y el Oscar en las categorías de mejor película y mejor actriz.

En Los Papeles del Pentagono, se plantean varios dilemas. Uno de ellos, es clave en la historia del periodismo contemporáneo, la transformación de los medios de comunicación occidentales. El Washington Post estaba dejando de ser una empresa periodística, familiar y municipal, para convertirse en la gran corporación con grandes inversores financieros. Las discusiones entre la dueña, que era partidaria republicana y muy vinculada con el entorno presidencial y su director de redacción, ponía en tela de juicio hasta dónde se podía o no quebrar la ley difundiendo secretos de Estado que compremetan a la ‘seguridad nacional’ o en defender el principio de la libertad de prensa por sobre todo. Y, por otro lado, ¿hasta qué punto se podían sostener las convicciones y valores del periodismo si se afectaban intereses tan fuertes de un gobierno que estaba dispuesto a todo por mantener la gran mentira que era Vietnam?

Las comparaciones con lo que sucedió en las filtraciones de cables de las embajadas de los Estados Unidos canalizadas por Wikileaks o el caso de Panamá Papers, hace pocos años, resultan inevitables y necesarias para comprender qué estaba y qué está hoy en juego ante un mundo dominado por la desinfomarción y la posverdad.

El riesgo era grande, porque todos los diarios del país tenían prohibido por ley revelar información clasificada de Estado. De hacerlo corrían peligro sus directivos de terminar en prisión, las empresas en bancarrota y los periodistas despedidos. Un fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos, dictaminó a favor de los medios basándose en el principio de que la prensa debe servir a los gobernados y no a los gobernantes, por lo tanto, una prensa libre es una condición necesaria para que exista una democracia.

Para la crítica general, la película es un tributo nostálgico y hasta quizás romántico sobre el periodismo de investigación de la vieja escuela y donde la verdad estaba por encima del dinero.

 

«La única manera de ejercer la libertad de prensa es publicando»  Tom Hunks (The Post)

El fotógrafo y el cartero (2022)

 

Este documental, recientemente estrenado por la plataforma de streaming Netflix en abril de este año, tiene como intención reconstruir los hechos que precipitaron el asesinato del fotógrafo de Revista Noticias José Luis Cabezas. En poco más de una hora y media, esta pieza hace un recorrido narrativo y visual sobre material de archivo y testimonios de colegas, de políticos y de familiares que exponen un entramado de relaciones e influencias del poder político de turno con el poder económico.

A medida que el relato avanza, desde la fecha del asesinato (25 de enero de 1997) se van acomodando las piezas a modo de rompecabezas para entender la historia de cómo se descubrió el vínculo del empresario Alfredo Yabrán con el crimen, la trama de complicidades con agentes policiales de la fuerza bonaerense y los intentos de desviar la investigación en un marco de crisis institucional y política que conmocionó y caló hondo en el sentir popular argentino que lo tomó como bandera bajo la consigna: No se olviden de Cabezas.

La producción de Alejandro Harmann, recuerda que a José Luis lo mataron por su trabajo como fotógrafo, y que se trató del peor ataque a la libertad de prensa desde el regreso a la democracia. Pero mantiene presente también que a 25 años no se hizo justicia y los autores materiales están libres. Quizá, este documental clásico, -que además no es el único material sobre Cabezas- deba valorarse en ese reclamo histórico y aún vigente, en esa lucha por la memoria, contra el olvido y la impunidad del poder. Sobre todo, como registro y testimonio que tiene la posibilidad de circular por la plataforma de streaming y con ello, llegar a diferentes y nuevos públicos.

«Todos los días de mi vida me acuerdo, aunque sea un minuto y una vez de José Luis Cabezas. No es un héroe, no es un santo, es una enseñanza. Un sentido de lo que es justo y de lo que no es justo. Como un sentido de lo que significa hacer periodismo y para qué”. »  Eduardo Zunino (El fotógrafo y el cartero)

Ver para pensar

 

La relación entre el séptimo arte y la prensa escrita han ido por caminos bastante estrechos entre sí, ofreciendo un espacio por donde explorar cómo el oficio periodístico fue representado en la gran pantalla. Directores, actores y actrices supieron darle vida a los protagonistas de historias crudas, dramáticas y en otros momentos, algunas idealizadas acerca del mundo del periodismo, la realidad social y sus vínculos con los poderes fácticos.

El cine tiene ese poder de contar historias por medio de una rica gama de temáticas, estéticas y miradas. Por la amplitud y vastedad de los posibles cruces e interpretaciones que puede presentar el séptimo arte con el periodismo, difícil es hacer una lectura totalizadora.

Se dejan necesariamente afuera otros títulos, entre los que se puede mencionar: Todos los hombres del presidente (1976), El Informante (1999) con Al Pacino, El Informante (2017) con Liam Neeson, El Quinto Poder: el surgimiento de Wikileaks (2013) y Post Mortem (2020)

No obstante, esta presentación al menos trata de contribuir desde diversas perspectivas a seguir reflexionando para afrontar la lucha contra el olvido y la desmemoria. El cine en tanto hecho cultural, artístico e industrial, no solo tiene el fin de entretener, también puede dar testimonio, ayudar a concientizar y  cuestionar o problematizar y quizás, crear una nueva realidad. Principios que no están lejos del todo, del buen periodismo. Ese buen periodismo que le hable a los ciudadanos como tal y no como consumidores; o que le hable a un pueblo y no a ‘la gente’; un periodismo que no sea instrumento, ni vocero de intereses de los grandes conglomerados económicos, sino que esté al servicio de la democracia.

 

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