Irina Sternik, periodista

“Lo importante es saber qué usamos y a quién le damos nuestros datos”

La especialista en temas de tecnología y cultura digital dialogó con Plataforma GAIA sobre el uso ético de la inteligencia artificial y cómo esta herramienta ha impactado en la labor periodística. También comentó sobre la saturación de información basura en redes y las alternativas para que el público pueda informarse correctamente de fuentes confiables. Aunque maraville, planteó un manejo responsable y el cuidado de los datos personales en las plataformas.

 

Federico Strifezzo

Raúl Caliva I 25-09-2025

Por mediados de los años 90 y transitando el 2000, el despegue de la World Wide Web y la «explosión masiva» en el uso de Internet, que trascendía de los entornos académicos y militares para llegar a los ámbitos comerciales y domésticos, irrumpió con fuerza en los hábitos de la vida social. Por entonces, suponía que tener el acceso a tanta información desde un clic y sentados en un escritorio, daba la sensación que todo un mundo (la inmensidad digital) podía caber en un monitor.

Por aquellos años, conectarse con el ciberespacio, era toda una experiencia que volaba la cabeza y la imaginación. Como Internet reformuló paulatinamente las acciones cotidianas tanto en el hogar, como en los lugares de trabajo, también produjo efectos transformadores en las redacciones de noticias de casi todos los medios tradicionales de la prensa escrita, las radios y los canales de televisión.

Con cambios en las primeras ediciones digitales del Washington Post, The New York Times, Clarín, La Nación y Página 12, que comenzaban a trasitar un camino de exploración, algo de experimentación y se agilizaba el tratamiento de cables de las propias agencias de información fue dándose a entender un nuevo concepto llamado “contenido online”.

Contar con un diario web ya era todo un fenómeno y podía desarrollarse como un canal propio de noticias. Para finales de 2010, aparecieron conceptos como convergencia, multimedia y transmedia. Hasta empezaba a configurarse el perfil de “periodista digital” como creador de nuevos contenidos para diferentes soportes.

Hasta que irrumpió lo que se conoce como Web 2.0 que abrió la puerta a la popularidad de las redes sociales, (YouTube, Facebook, Twitter y los blogs). Por primera vez, los periodistas empezaban a perder el certificado único de emisor de la palabra, ya que los usuarios pasaron de consumir información, a generar y compartir sus propios contenidos. Y al incorporarse los “dispositivos inteligentes” como el Smartphone, se intensificó el modelo de “periodista ciudadano”, en el que los eventos y hechos son registrados en tiempo real por los propios lectores.

Actualmente, estamos en otra etapa de transición en el que nuevas tecnologías se van imponiendo como la inteligencia artificial generativa y el uso intensivo de algoritmos en programas y sistemas de empresas y organismos estatales. Las empresas, las redes sociales y los buscadores de información cuentan con bots “inteligentes” que van modificando conductas, procesos y esquemas de trabajo.

Las redacciones periodísticas se van adecuando al uso herramientas como el SEO, la optimización de redes y el llamado “periodismo de datos”. Ante la inevitable proliferación de noticias falsas que se multiplican como virus, surge la necesidad de contar con instrumentos de verificación de hechos (fact-checking) efectivos y todo esto, plantea nuevos desafíos para el trabajador de prensa y también para las audiencias digitales.

A todo esto se le suma un terreno bastante hostil donde impera la concentración de empresas, las crisis económicas, la precarización laboral y salarial, el cierre de grandes agencias y las escasas oportunidades de estabilidad. Este conjunto de factores obliga a gran parte de los periodistas a someterse al régimen del pluriempleo y de la multitarea (sin descontar el teletrabajo) que hacen que la profesión se encuentre en estado de implosión.

Y desde el lado de las audiencias o de los públicos, resulta que no tienen tanto tiempo o recursos a mano para distinguir fehacientemente qué es una noticia de una operación de desinformación. Salvo que estén con el entrenamiento suficiente para poder detectar si los engaños vienen desde un medio convencionaporl,  TikTok o cualquier otra red social.

Es muy angustiante para los periodistas de nuestra generación porque vemos que el periodismo está muy precarizado, las empresas pagan muy mal o no pagan directamente nada.

Entonces cabe preguntarse ¿Cuánto queda de existencia de esa tarea noble de brindar algún valor de interés público, contar una realidad, sin que termine convirtiéndose en información basura?

Estas reflexiones y otras inquietudes, se intentaron ahondar con la periodista y comunicadora Irina Sternik, quien accedió a una entrevista con Plataforma GAIA.

Sternik se especializa en temas de tecnología, ciberseguridad y el impacto social de la cultura digital. Cuenta con una gran capacidad de explicar temas de gran complejidad del mundo tecnológico de manera abierta y amena al lector y al público común.

En su boletín semanal, Lado B News, desarrolla columnas de análisis y opinión sobre el manejo responsable de la tecnología. Da testimonio de sus experiencias con la inteligencia artificial y los planteos éticos que implican a la hora de usar tales herramientas digitales. Ha trabajado y colaborado en diversos medios de comunicación, tanto en radio, televisión y prensa escrita. Por otro lado, da conferencias y talleres sobre IA, comunicación, periodismo y tecnología.

Irina estuvo por San Juan, donde brindó una clase especial sobre marca personal y gestión de redes sociales para la Academia Streaming, una instancia de formación tecnología y de comunicación que organizó la Municipalidad de Rawson junto a Redacción 5G de la empresa Telecom Argentina.

En dicho contexto, la comunicadora describió el panorama cruzado por avances tecnológicos, la saturación de información y la falta de tiempo para procesar una realidad vertiginosa. Y también sobre qué decisiones efectivas pueden adoptarse para mantener un cierto balance para un uso ético y responsable de la tecnología.

– Para aquella generación de periodistas que hizo la transición del mundo analógico, a lo digital ¿cómo puede adaptarse para no quedar fuera del sistema?

– Me parece que es muy angustiante para los periodistas de nuestra generación porque vemos que el periodismo está muy precarizado, las empresas pagan muy mal o no pagan directamente nada. Sumado a eso, estamos siendo reemplazados de alguna manera con herramientas como ChatGPT. Pero, por otro lado, siento que hay una corriente que resiste a este sistema de los influencers, de las máquinas y de la inteligencia artificial. Son los periodistas que pueden mantenerse al margen, que llegan hacer un trabajo de calidad en el lugar donde encuentran y puedan hacerlo. Entonces, mi consejo es tratar de buscar formatos, no tan pomposos como el streaming que, quizás es para otra generación, tampoco las redes sociales que ni siquiera te da tiempo a chequear la noticia o te exigen pautas que no son muy periodísticas como la “viralidad”. Se pueden desarrollar otros formatos y hacer buenos contenidos e investigaciones, el documental en YouTube, o el newsletter, volver a los blogs y a los sitios webs y medios colaborativos. Hay todavía diarios que aceptan colaboraciones, y puede darse algún crossover de dos empresas o dos periodistas.

– ¿La IA vino a romper las viejas salas de redacción y sus estructuras?

– De alguna manera rompe con ciertas estructuras de trabajo y de lógica. Cómo construir la noticia, cómo procesar también información, cómo generar contenidos. Sí y hay que ver, depende de cada redacción. Hay algunas que están capacitando a sus periodistas para que la usen como si fuera un asistente o auxiliar de titulado. Hasta también de chequeo de sumario o repositorio de notas y un archivo propio. Para eso, la IA está buenísima. Pero hay otros que la están usando para que les escriban las notas directamente. Ahí se ve con claridad que ya hay dos modelos, uno de negocio que busca cantidad y el otro que apela más al contenido de calidad. Pero no se puede confiar todo en ChatGPT. Es cierto que alucina, no hay manera de que no lo haga, por lo tanto, hay que tener mucho cuidado de no copiar y pegar, porque si no, terminás por hacer un blooper en las redes. Tenemos sobrados ejemplos de eso, hay periodistas que entran se ponen a escribir notas rápido y se les olvida el “prompt” y lo pegan en la nota.

– Bueno, terminó algo grotesco el caso que ocurrió en La Nación, con un comentario de la IA al final de una nota, preguntándole al periodista si quería mejorar el texto.

– Me viene pasando, supongo que a muchos otros también, que todas las notas usadas con IA, empiezan a verse iguales. Porque, en el fondo, se copian una a otra. Posiblemente hubo un cable original, pero después se replica y se va copiando y reproduciéndose en diferentes diarios y ahí llega a pasar que se le va degradando el valor agregado a una información. Y te llega una nota, la lees y decís, «Ah, esta sí debe tener algo más». Por ejemplo, una nota firmada por un periodista real vos conocés, puede ser de La Nación, puede ser de Clarín, puede ser de Diario Ar, puede ser de Página 12. Entonces, ahí ya encontrás una nota más elaborada, aunque suele tardar un tiempo más en salir, sabés que es original. Ahí está el valor agregado. Para mí, como dicen las estadísticas del Instituto Reuters, la gente tiene que seguir a periodistas o a medios en los que confía. En mi caso, sigo mucho por los newsletters que es información ya digerida, entonces no pierdo tiempo en las redes. Es verdad que cuando busco información, primero lo tengo que chequear y me termina llevando más tiempo.

– ¿Por qué es importante ahora el valor de la autenticidad?

– Porque es lo primero que te identifica como ser humano y más que nunca ahora. Antes te podías copiar, mal que mal, pero no escribías como Chat GPT. Hoy, en LinkedIn hay un montón de textos escritos por gente que conocés, pero te das cuenta que están escritos con Chat GPT. Eso a mí me genera rechazo, es como ver un robot. Resulta preocupante, esto es medio extremista lo que voy a decir, pero preocupa para el medio ambiente, porque genera tanto contenido basura que contamina la red. Y también el contenido basura, es una clara falta de respeto para el que te lee. Creo que hay que mantenerse al margen de eso y no seguir contribuyendo a que ese tipo de contenidos sigan consumiéndose y produciéndose.

Hay dos modelos, uno de negocio que busca cantidad y el otro que apela más al contenido de calidad. Lo cierto es que no se puede confiar todo en ChatGPT.

– ¿Llegará el día en que, si no se hace un uso humanizado de la tecnología, la herramienta nos terminará consumiendo a nosotros mismos?

– Yo uso el Chat GPT y a veces me encuentro yo misma dándome cuenta que estoy perdiendo el tiempo y otras veces digo, «¡Qué espectacular que es esto!» Creo que hay que tratar de encontrarle el lugar adecuado para que la herramienta sea útil y pueda darte información fiable. Por ejemplo, para discutir una temática de la que vos sabés que es muy importante, podés crear un modelo con tu información o con información que vos le brindes. Entonces, ahí estás seguro porque son tus documentos y podés dirigirlo, para eso me parece que es espectacular. Después también podés pedir una nota, pero con información que vos le des. Vos tenés esta entrevista, la transcribís con cualquier IA y le decís: «Bueno, quiero escribir una entrevista con Irina y marcame los puntos más importantes». Quizás te dé una estructura que te facilite el trabajo. O quizás preferís hacerla a mano. Pero el factor humano es irremplazable y se nota.

– ¿Extrañas tu época en la sala de redacción de PC Users? ¿hoy la tarea de redacción se volvió más solitaria e individual?

– Sí es verdad, extraño las redacciones en general. Pasaron 25 años y todavía tengo nostalgia por la revista de papel. Tengo algunas conservadas, donde figuraba mi fotito en las ediciones de 2005. Como también extraño la sala de redacción del noticiero de la Televisión Pública. Chequear cables, pedir notas, hablar con las fuentes. De hecho, lo sigo haciendo para el newsletter, pero en solitario, tengo un grupo de periodistas con el que hablamos y decimos siempre de juntarnos. Sí, se volvió muy solitario trabajar así. Nos pasa lo mismo porque somos periodistas de las viejas guardias donde hablar con las fuentes era fundamental. De eso hablaba cuando me refería a la corriente de resistencia.

– Hace poco Sam Altman -el creador de Chat GPT- le dio la razón a los que abogan por la teoría de que Internet ya está muerta. ¿Es algo para preocuparse o tomarlo con pinzas?

– Creo que todo lo que dice Sam Altman hay que tomarlo con pinzas, pero es cierto que el 90% del contenido de Internet está hecho con IA. Es como que la red se llenó de basura. Pasó el viento Zonda y nadie lo limpió. Me parece que la salida es ir a buscar ciertos repositorios que todavía están a salvo. Wikipedia todavía sigue siendo segura. Son pocos los lugares porque ya están un poco contaminados. También está “El Archivo de Internet” que es Internet Archive. Hay lugares sanos, pero vamos a tener que saber dónde y cómo buscar, esa es la cuestión. Pasa lo mismo con las imágenes. Llegará un momento en el que ya ni podremos darnos cuenta de la cantidad de información falsa que consumimos. Debemos desarrollar un sentido para determinar qué es de verdad y que está hecho por IA, solo así de esa manera sabremos separar la paja del trigo.

– Pero ante tantas cosas que distraen y son direccionadas para los usuarios ¿cómo saber dónde buscar y cómo detectar la confusión?

– Diría que, para empezar, no hay que informarse por redes sociales, que hay que tener una especie de dieta mediática o higiene de cortar un tiempo, porque si estás todo el tiempo con las redes y a mí me pasa, tengo un amigo que siempre me está mandando cosas de Twitter y  cuando lo chequeo, nunca son verdad. Entonces, terminás perdiendo más tiempo e indignándote. A veces, tengo ganas de desinstalarme Instagram o Twitter del celular para despejar un poco la mente y después ver las cosas con más claridad.

– Hace 20 años atrás usábamos Internet como lugar para la evasión de la realidad. Resulta que ahora, se valora más escapar con los pies pisando el mundo real.

– Nos afectó un montón, no por nada vuelve a ser un boom lo vintage y lo mismo está pasando con el consumo de la música o del cine. Para nuestra generación, volver a escuchar un disco o tener un libro en la mano, suena un poco romántico, pero me parece que es un acto de resistencia. Se trata de no perder el hábito que nos va a mantener un poco menos bobos y menos tontos de lo cotidiano.

– Ante todo estos nuevos paradigmas de lo digital ¿cómo desenvolverse cuando un periodista promedio no logra sobrevivir con salarios por debajo de la línea de pobreza?

– Lamentablemente hoy hay que buscar nuevos recursos y quizás no dentro del periodismo. ¿Cuánto tiempo tenés que dedicar? ¿Cuántos trabajos tenés que tener? Hasta que pase el temblor o hasta conseguir algo mejor, hay que buscar cosas que nos rindan más y tratar de no volvernos tan locos. La respuesta no está. Me parece que nadie tiene la solución por ahora.

– En esta situación de tener que surfear entre aprendizajes y deconstrucciones. El streaming, ¿será otra moda burbuja?

– No sé lo que pueda pasar en el futuro. Quizás sí sea una moda para otra generación. Pero nosotros estamos más acostumbrados a escuchar radio, a leer, en última instancia a tener la tele o YouTube de fondo, pero creo que va a perdurar para algunos. Y sucederá lo mismo con los miles de programas de inteligencia artificial que se usan. Los que puedan perdurar, serán aquellos que encuentren su modelo de negocio. Y va a pasar lo mismo con el streaming. Por eso no hay que ver todo y escuchar todo, porque creo que las redes te generan esa sensación de sentir que, si no estás, te estás perdiendo algo. La verdad es que todo se vuelve fragmentado en las redes. No es posible informarse ahí, porque tampoco informan. Entonces, está bueno no estar tanto en el minuto a minuto.

Todo lo que dice Sam Altman hay que tomarlo con pinzas, pero es cierto que el 90% del contenido de Internet está hecho con IA. Es como que la red se llenó de basura. Pasó el viento Zonda y nadie lo limpió.

– ¿La discusión por la soberanía tecnológica quedó ya en el pasado? ¿Es una bandera caída o hay que volver a levantarla?

– Por el momento, es un camino muy lento. Más complicado con este gobierno, que puso en riesgo a ARSAT, al CONICET y a las universidades públicas. Hay un montón de proyectos que buscan la soberanía tecnológica y no está nada fácil. De todas maneras, hay que tener en claro que todas las herramientas que usamos están en manos de cinco multimillonarios norteamericanos y que nuestros datos los tienen ellos. Entonces, lo importante es saber qué usamos y a quién le damos nuestros datos y buscar alternativas en la medida de lo posible. Por ejemplo, trato de usar lo menos posible Mercado Pago o Mercado Libre.

– Ahí justo tocaste un tema muy espinoso ¿qué pasa con esta incorporación de un doctor virtual a Mercado Pago?

– No está bien comunicada porque ni siquiera fue lanzada. En realidad, son médicos de carne y hueso, pero contratados por un servicio tercerizado que vende Mercado Pago que antes lo vendía con un seguro de vida, ahora lo vende a $5.000. Pero es el típico servicio de telemedicina donde te atiende un médico por videollamada y vos le decís, “Me siento mal, te pregunta los síntomas y te receta algo que sea de venta libre”. Creo que lo grave de que Mercado Pago venda un servicio de salud es que no están claros los términos y condiciones. Es muy fácil asociarse y siempre es muy difícil desvincularse. La gente no es consciente de que toda su información médica está en una plataforma de la cual no se conoce mucho cómo opera. En ese sentido es muy importante que haya regulación y un Estado que controle el uso de los datos personales y los derechos de los consumidores, algo que en Argentina todavía no está actualizado. Si bien hay una ley de datos personales, la actualización no prospera y en este gobierno libertario, dudo que haya protección. Pero hay que mirar lo que está haciendo Europa o Brasil protegiendo los datos de los consumidores y defendiendo a los consumidores de plataformas porque si nos descuidamos, nuestra billetera, nuestra cuenta de banco y nuestro historial médico quedarán en sus manos.

Volver a escuchar un disco o tener un libro en la mano, suena un poco romántico, pero me parece que es un acto de resistencia.

– ¿Cómo te llevas vos con tu yo virtual?

– A veces, como cuando preparé esta clase de marca personal, me digo: «Uy, me tengo que poner a reevaluar porque tengo un yo virtual tan viejo que hay que ordenarlo. Sí, hay que limpiarlo y también me parece que en cualquier profesión siempre hay que tomarse un rato y decir, «Bueno, ¿para dónde quiero ir?». Porque los tiempos cambian, no solo para los periodistas, sino para todos. Hay que aprovechar las herramientas tecnológicas a nuestro favor y no en nuestra contra. Porque cuando no nos demos cuenta, la inteligencia artificial nos sacará el trabajo. Bueno, ¿cómo le podemos sacar el provecho? Y hay que sentarse y ver cómo. Pero llega un momento que me encantaría darme de baja de todas las redes, ser una persona anónima y no mirar más porque de tanto consumirlas, sé que hacen mal a la salud en un punto. Así que ahí ando, luchando con eso.

– ¡Qué paradoja! Vivís de eso y no podés dejar de vivir de eso.
– Sí, quizás, nunca se sabe.

Promesas pinchadas

Los entusiastas tecnológicos se ilusionaban con que la llamada “convergencia digital” mejoraría a la sociedad. Las promesas que se tejían en torno a las redes sociales, vaticinaban que se alcanzaría la “democratización” de la información. Sin embargo, al pasar los años, la realidad demostró que fueron solo meros espejismos en el desierto. Ni la comunicación es horizontal, no hay tal pluralidad de voces y el mundo no es más igualitario.

Esta utopía tecnológica que iba supuestamente a solucionar los problemas de la época, desde el punto de vista social, político, económico y cultural, terminó siendo un gran engaño, porque más que resolver, agravó lo que no estaba andando bien.

Por supuesto, es innegable que las grandes trasformaciones de las tecnologías de información produjeron un gran cambio a escala global en la dinámica de las sociedades, no obstante, y citando a Martin Becerra, “la profecía democrática” no se cumplió.

Las grandes corporaciones tecnológicas, son prácticamente las dueñas de Internet, una red cuyo propósito viene siendo más el ser una gran aspiradora de extracción y apropiación de datos, que puede no ser favorable para el interés público o el bienestar de los usuarios, sino que responde más a un interés superior de acumulación de riqueza económica y poder político.

Entonces ¿qué sucede en las redacciones y en el cuerpo de buena parte de periodistas que ya vienen experimentando estos cambios, donde parece que su función está siendo relegada a un mero repetidor de datos? Más aun, con un salario que no llega a fin de mes.

También, al igual que sostenía Sternik, hay un escenario de precarización absoluta, donde tiene una rutina productiva sobre exigida, con la necesidad de trabajar en otros rubros -por lo general como monotributista- y que la situación se complejiza más ante el dilema de usar o no usar IA generativa, en el que requiere cierto equipamiento, recursos y conocimientos que muchas veces debe responder con varios servicios al mismo tiempo. Cuando tiempo atrás la rutina contaba con más tiempo y dedicación especial a producir un contenido en particular, ahora, la precarización de muchos procesos, el modelo de plataformización de la actividad, hace que muchas prácticas sean casi imposibles de ejercer por las urgencias cotidianas donde impera más llenar espacios que ofrecer contenidos de buena calidad informativa.

Como sea, si bien no es muy alentador para lo que viene, como sugiere Irina, no hay que dejar buscar aquellos espacios de “resistencia” para que el periodismo no pierda su humanidad y autenticidad que, en otras épocas, existió en algunas viejas salas de redacción.

Para saber

Irina Sternik es periodista especializada en cultura digital. Estudió Ciencias de la Comunicación en la UBA y el posgrado de periodismo digital en la Pompeu Fabra. Escribe en La Nación, en su newsletter Lado B News basado en la plataforma Substack y participa del programa de capacitación en periodismo y del podcast Redacciones5G de Telecom. Fue columnista de tecnología de la TV Pública y de CN23.

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