Entrevista: Alejandra Godoy

“Nos dimos cuenta que era tan importante un documento como una intervención”

Es una de las caras visibles del movimiento de mujeres de San Juan. Mantiene una carrera activa en la articulación con distintos espacios partidarios y organizaciones sociales. En diálogo con Plataforma GAIA, habló sobre su historia, sus primeros años de militancia feminista en la provincia y de la importancia del artivismo. El arte como herramienta de denuncia.

 

Alejandra Godoy

Por Macarena Pereyra

Han pasado 30 años desde que Alejandra Godoy (más conocida como Jani), arquitecta y militante feminista, participó por primera vez en un Encuentro Nacional de Mujeres. Treinta años atravesados por lo político, lo social, la militancia, el arte, la tecnología y las nuevas formas de pensar los transfeminismos.

Actualmente, es, por su trayectoria, una de las caras visibles del movimiento de mujeres feministas de San Juan. Mantiene una carrera activa en la militancia, articulando con distintos espacios partidarios y organizaciones sociales. Ha sido –y lo sigue siendo- protagonista en la gestión de manifestaciones y marchas durante todo el año calendario de la agenda feminista. En especial, los actos por el ‘3J’, día de la consigna ‘Ni Unx Menos’. Además, es integrante del Consejo Provincial de la Mujer y Diversidades. Fue miembro de la comisión organizadora de los Encuentros Nacionales de Mujeres, tanto de 1997 como de 2013 realizados en San Juan.

Ante la proximidad del 8M y de una nueva reivindicación de los Derechos de las Mujeres en el mundo, Plataforma Gaia tuvo un mano a mano con Jani, quien habló de su historia de militancia. También, relató cómo era militar a principios de los ’90; cuáles son los desafíos que existen en la actualidad; qué significa ‘artivismo’ y el lugar que ocupa hoy el arte, lo poético, la lucha y la militancia en las organizaciones.

Alejandra Godoy megáfono
– ¿Cuándo empezaste a militar en el feminismo?

– Incursioné en el feminismo en el 5to Encuentro Nacional de Mujeres de 1990 como estudiante universitaria. Lo que más me atrajo fue que las referentes más fuertes eran las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Lugar en donde ellas participaban, se llenaba de público. Puedo decir que la militancia empezó en ese tiempo, pero creo que todas comenzamos desde antes, en nuestras casas, cuestionando. Luego formé parte del grupo Alfonsina Storni. Con mis compañeras de ese entonces, entre ellas, músicas y artistas plásticas, nos juntábamos y había mucho trabajo de lectura y debate. Armábamos collages sobre lo que pasaba en nuestras vidas, en nuestras familias y el por qué nos pasaba eso. Recién empezábamos a pensar en lo político que pueden ser los espacios familiares y en que ‘lo personal es político’. Buscábamos entendernos a partir de nuestras abuelas y madres; y que esa emancipación y ruptura de estructuras tradicionales no era casual. En este grupo nace un fanzine autogestivo llamado Sin Prejuicio, donde escribíamos, por ejemplo, sobre el placer y el deseo. También compartíamos poesías y reflexiones nuestras. Mientras, durante todo un año, nos preparábamos para asistir al Encuentro Nacional de Mujeres.

– En ese momento ¿Qué referentes había en San Juan?

– Luego de la experiencia con el grupo Alfonsina Storni, estuve en varios lugares dentro del activismo político y feminista. Conocí a Lucy Collado, quien fue mi referente principal, Perla Weber y María del Carmen Rimondini. Es con María, que ingresé a un espacio feminista más consolidado, que se gestó con la ‘Cátedra de La Mujer’, dictada en la Facultad de Ciencias Sociales (UNSJ). En 1997, se realiza el Encuentro de Mujeres en San Juan y desde ese momento, mi militancia activa se vuelve más fuerte en el Movimiento de Mujeres Sanjuaninas. Ahí también, conocí a activistas destacadas como Lili Manini, Dorita Aguiar, “Chela” Aguilar, Adela Carbajal, Laura Ávila, Silvia Prolongo, Carmen Guzmán y Alejandra Campo. Algunas pertenecían a la Corriente Clasista Combativa, al Partido Comunista, al Partido Comunista Radical, a Madres y Abuelas de San Juan y otras agrupaciones independientes en donde me posicioné. Sin embargo, hoy más que hablar de referentes, nos consideramos todas parte de una red, con una lógica de horizontalidad donde todxs somos una parte esencial de este colectivo.

– Entre ayer y hoy ¿Qué diferencia encontrás en la gestión y la difusión de contenido feminista?

Hoy no es como antes. Casi todxs tenemos una impresora en casa y podemos imprimir lo que necesitamos, podemos compartir flyers mil veces en redes sociales y leemos libros desde plataformas digitales que antes no llegaban o no podíamos comprar. En los ‘90s dibujábamos todo a mano y teníamos una mirada binaria al pensar un contenido. Con mi amiga Sonia, compañera de activismo, diseñábamos ilustraciones con el símbolo de la mujer, a veces, imágenes de mujeres que representaban a la ama de casa y a la trabajadora formal. En cuanto a la gestión, todo salía de nuestros bolsillos o a veces hacíamos encuentros de té y bingo, en los cuales, nos acompañaban nuestros maridos; hacíamos lecturas y vendíamos tortas que muchas veces terminábamos comprando nosotras (risas). Hay que destacar que personas de la universidad nos ayudaron muchísimo, por ejemplo, los centros de estudiantes que nos apoyaban, con la impresión de copias de manera más económicas.

Alejandra Godoy megáfono

Es verdad que no somos la misma cantidad de cuerpos, pero existimos y tenemos visibilidad en provincias que se cree que aún están en el medioevo.

– Acerca de esta mirada binaria ¿Cuándo se hizo presente la diversidad y la disidencia?

– En los ‘90s, quienes nos vinieron a sacudir y criticar nuestro activismo fueron “las tortas”. Era muy loco escuchar lo que venían a plantear desde el lesbianismo más allá de una orientación sexual. Para nosotras eran las más radicales y les temíamos en parte (risas), pero por ignorancia. Gracias a ellxs y otras disidencias que vinieron a romper con la hegemonía, biologicismo y binarismo, marcaron el camino para que hoy hablemos de transfeminismos.

– Se viene otro paro internacional de mujeres ¿Cómo era convocar a un ‘8 de marzo’ en esa época? ¿Qué actividades realizaban?

– Tomábamos los puntos que se habían trabajado en el taller “Mujer y Trabajo” del Encuentro Nacional de Mujeres anterior (ndr: generalmente, realizado en octubre). Convocábamos a actividades en lugares como ADICUS (Asociación de Docentes, Investigadores y Creadores de la Universidad Nacional de San Juan). Ahí organizábamos encuentros de té, leíamos, generábamos masa crítica y reforzábamos la idea de que era el día de la mujer trabajadora, no el día de la mujer. También volvíamos a producir folletos y los repartíamos en lugares públicos como la Peatonal. Poníamos una mesita y tratábamos de acercarnos a las mujeres sanjuaninas. Cuando les hablábamos sobre los derechos laborales de las mujeres, violencia doméstica o divorcio vincular, podíamos retener su atención. Sobre el aborto era muy difícil hablar, por ejemplo, repartíamos información más en secreto. No tomábamos la calle, ni realizábamos marchas o actos. Todo pasaba más por lo interno y recién empezábamos a armar redes entre organizaciones y autoconvocadas. Hoy, los espacios y redes están visibles, con una marcada posición política e ideológica.

– ¿Cómo definirías la militancia feminista sanjuanina frente a la de las grandes urbes como Buenos Aires o Córdoba?

– Soy una defensora del activismo en la provincia. Hay una estigmatización sobre la militancia que se hace en lugares como San Juan o en Catamarca; se cree que no existe y que las grandes ciudades como Buenos Aires pueden venir a enseñarnos algo. Es verdad que no somos la misma cantidad de cuerpos, pero existimos y tenemos visibilidad en provincias que se cree que aún están en el medioevo. Yo creo que la mujer sanjuanina da pelea y es aguerrida, mirá el caso de nuestra ancestra Martina Chapanay, que era de armas tomar. Pero aún se cree en ese prejuicio del «interior» tibio, ignorante y sumiso. Cuando los encuentros son en lugares como Buenos Aires, Rosario o Córdoba, no viajamos para escuchar sobre qué podemos aprender, porque tenemos nuestras bases y nos hacíamos (y hacemos) respetar. Siempre combatimos el centralismo. Mi primera experiencia en un encuentro fue en Santiago del Estero y había un gran ‘active’ feminista y en ese momento me quedé impresionada. Esto que digo, no es contra las compañeras (risas) es para que sepan que estamos para compartir y unirnos.

– Cada vez son más frecuentes las intervenciones en la agenda feminista. De los ’90 a los 2000, ¿se daban estos ‘actives’?

– No tantos como ahora. Me acuerdo uno muy impresionante, que creo fue para un 25 de noviembre, día en contra de la violencia contra la mujer. Cada una teníamos que llevar un zapato y colocarlo en la Plaza 25 de Mayo. La diversidad de calzados, representaba a todas las mujeres que ya no están, víctimas de violencia, tanto en manos de un femicida como las desaparecidas por el gobierno genocida de los ‘70.

El arte tiene que ver con cómo nos mostramos y combatimos colectivamente.

– ¿Cuándo fue la primera vez que escuchaste la palabra ‘artivismo’?

– No fue hace mucho, quizás 5 o 6 años atrás. Me encantó el término y me di cuenta que de alguna forma ya lo hacíamos. Escuché esa palabra cuando una sobrina que vive en Buenos Aires me contó que había sido convocada para una intervención en donde varias mujeres en un semáforo pedían ayuda y observaban la reacción de las personas. A ella le conté lo que hacíamos acá, vestidas de brujas y resultó que también era ‘artivismo’. Con ‘Ni unx Menos’ fue donde más concretamos intervenciones artivistas. Antes era algo que podíamos llegar a hacer para condimentar, pero ahora es parte de nuestros ejes políticos: el arte como herramienta de denuncia.

– De todas las intervenciones en las que participaste ¿Cuál destacarías?

– En todas fuimos una masa (risas). Una fue la de ‘Las criadas’ en frente de la Iglesia Catedral protestando por el aborto legal (inspiradas en el libro de Margaret Atwood); otro fue el ‘Haka feminista’ en el que participaron muchas personas que no formaban parte de organizaciones; y pasó lo mismo con “Un violador en tu camino” (intervención creada por el Colectivo “Las Tesis” replicada en casi todo el mundo). Pero el que más destaco es una intervención que realizamos el 25 de noviembre de 2019 para el día internacional de la violencia de género en Avenida Del Libertador entre Av. España y Las Heras. Las mujeres vestidas de negro y con las caras pintadas con líneas negras -emulando ser guerrilleras o guerreras amazónas- levantaban escudos que había sobre la calle y a cada frase que se gritaba por el micrófono se respondió con gritos de «resistiremos» o «acá estamos. La resalto por la potencia que pudimos expresar, tomamos la posta y pasamos de la sangre y el llanto a enfrentar gritando: ¡Acá estamos, no nos van a aniquilar! Hoy no podés pensar una fecha de la agenda feminista sin lo artístico, porque sensibiliza e impacta. Con las guerrilleras muchxs quedaron movilazadxs y se acercaron llorando. Esto tiene que ver con ‘poner el cuerpo’ poéticamente hablando. A esto llegamos después de tantos debates, nos dimos cuenta que era tan importante un documento como una intervención. Tiene que ver como empezamos a mostrarnos, desde los cuerpos disidentes y mostrar nuestras heridas. El arte tiene que ver con cómo nos mostramos y combatimos colectivamente.

– ¿Por qué dejaste de militar en el Movimiento de Mujeres y como siguió tu camino?

– Dejaron de existir ‘las independientes’, posición con la que siempre me identifiqué, sin desestimar a las compañeras partidarias. Estuve mucho tiempo sola después del encuentro de 2013, porque varios de los espacios se rompieron y se dividieron, algo que no me gustó. En esa soledad aprendí muchas cosas de mí, pero necesitaba el abrazo colectivo. Entendí que, los cambios son necesarios y nos aportan nuevos ejes y que sola no iba a poder avanzar. Y acá estoy, entendiendo y aprendiendo todos los días. No podemos estar en un lugar de confort que nos pone en lugares hegemónicos y binarios. Lo colectivo también se va transformando, aprendí que la ruptura es dolorosa. En 2015 y con la consigna de ‘Ni Una Menos’, me encontré con compañeres con quienes ya tenía historia militante y con otras nuevas que me dieron la posibilidad de pensar en la interseccionalidad. Con ellxs armamos la colectiva ‘Ni Una Menos San Juan’, donde habitaban partidos políticos, organizaciones sociales y autoconvocadxs. Los tiempos cambiaron y entendimos que ya no podíamos seguir activando bajo un nombre que solo reconocía una identidad, porque en nuestro espacio habitan disidencias y lo que no se nombra no existe. En el 2021 dimos el paso y nos renombramos ‘Ni Unx Menos San Juan’.

-¿Cuáles son los desafíos a superar y los objetivos como movimiento?

– Hay algunas luchas ganadas como la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, pero los desafíos son muchos. Creo que lo próximo que se viene es lograr que los feminismos pasen a llamarse transfeminismos que convoca a las villeras, a las marronas, lesbianxs, trans, travestis, transgéneros, trabajadorxs sexuales, inmigrantes, no binaries y todas las identidades y disidencias que son violentadas y despojadas de todo derecho por el patriarcado y el capitalismo. Es momento de sacar de nuestras filas a ese ‘feminismo blanco, hegemónico y biologicista’ que sigue hablando solo de mujeres cis.

-Ya son más de 30 años en este camino ¿a veces quisiste desistir?

El activismo, cansa. Muchas veces dije: tengo que dejar de militar. Pero sé que el día que deje de militar también empiezo a morir. Esto es parte de mi vida, me forma como persona, es necesario en mí. Es un camino de ida. Vivir en este camino de los feminismos y hoy, transfeminismos, es difícil porque te pone en lugares donde tenemos que ser coherentes con lo que decimos, hacemos, con lo que ejecutamos en la familia, con las amistades y en la militancia. Es un lugar permanentemente de no estar en confort. Pero muchas veces te da felicidad, muchxs lo somos y no podemos concebir una vida sin pensar una salida colectiva.

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