Entrevista: Federico Strifezzo

“Fueron ellas mismas las que debieron levantar la voz”

Para el director y guionista, los 40 años de la guerra de Malvinas -que se cumplieron este año- trajeron una «saludable atención» sobre este tema y «se generaron múltiples espacios de reflexión». Luego de su paso por San Juan, donde compartió su documental Nosotras también estuvimos, dialogó con Plataforma GAIA, acerca de esta producción que reivindica el rol de las mujeres enfemeras que fueron invisibilizadas durante muchos años.

Federico Strifezzo

Foto: Gentileza Federico Strifezzo

Por Romina Maina y Leandro Lopardo I 23-10-2022

Federico Strifezzo considera que “una guerra seguramente sea la situación humana más dramática, y en ese sentido es una fuente inagotable de historias”. La vasta y heterogénea producción cinematográfica argentina sobre la guerra de Malvinas y sus marcas, parecen darle toda la razón. Al pensar cómo el cine abordó la temática a lo largo de los años vienen a su memoria algunos títulos que pone de relieve, entre ellos: el documental No tan Nuestras, de Ramiro Longo, Teatro de guerra, de Lola Arias, y Buenas noches Malvinas, de Lucas Scavino y Ana Fraile.

Como realizador, eligió contar Malvinas desde una mirada de género en Nosotras también estuvimos, su primer largometraje documental. Con esta película, hizo foco en una historia poco explorada en la pantalla, la de las mujeres que tuvieron un rol clave en la atención y contención de los soldados heridos durante la guerra. El disparador de este relato fue una fotografía a partir de la cual pudo adentrarse en la historia de 3 de las 14 enfermeras de la Fuerza Aérea que prestaron servicio en el hospital de campaña en Comodoro Rivadavia, en 1982. Ellas son Alicia Reynoso, Stella Maris Morales y Ana Masitto.

Desde su estreno, en abril de 2021, este documental se exhibió en cines, escuelas, cárceles, centros culturales y universidades. También circuló por distintos festivales dentro y fuera del país como el Festival internacional de Cine de la Mujer 2020 (CINEFEM); el Festival del Cinema Latino Americano di Trieste 2020; el Festival Internacional de Cine Latino de Uruguay 2020 (LatinUy);  Tarapaca FIC 2020 y el Festival Internacional de Cine de Bogota 2021 (BOGOCINE). En 2021, Strifezzo recibió -entre otros reconocimientos- el premio Lola Mora por contribuir a difundir imágenes y coberturas periodísticas con perspectiva de género, promoviendo la igualdad de derechos y oportunidades.

Invitado por el Poder Judicial de San Juan y el Ministerio de Turismo y Cultura estuvo también en la provincia donde compartió esta producción audiovisual con el público local en el marco del ciclo de cine-debate «Mujeres en foco».  «Me pone muy contento poder llevar el documental a distintos lugares del país, creo que es una historia que nos involucra a todos, intergeneracional, por eso celebro cada vez que nos invitan a una proyección o a una charla», dijo en comunicación con este medio.

A propósito de su visita, y en el marco de los 40 años de la Guerra de Malvinas, mantuvo una entrevista con Plataforma GAIA en la que compartió su experiencia en la realización del documental y dejó reflexiones interesantes para pensar la cuestión Malvinas desde el cine y sobre el poder narrativo de las imágenes en la construcción de la memoria histórica.

 

Para muchos y muchas la guerra de Malvinas sigue sucediendo en presente. Y en este sentido creo que el cine, y en particular el documental, cumplen un rol central.

– Con tantos relatos existentes en el cine nacional sobre Malvinas,  ¿con qué objetivo encaraste el documental Nosotras también estuvimos?

– A partir del descubrimiento de las enfermeras se me planteó la posibilidad de sumar una voz que estaba completamente marginada de los relatos en torno a Malvinas. Esto lo pude comprobar al comenzar la investigación y relevar tanto los archivos audiovisuales como sonoros. No había ni una sola imagen sobre las enfermeras, ni un solo testimonio. Los únicos materiales que existían como “evidencias” de su participación eran las fotos que ellas mismas habían guardado, y unas pocas revistas de la época que por suerte ellas habían conservado. Estas fotos y estas revistas no eran públicas, las tenían ellas guardadas bajo llave, por lo que eran desconocidas por nuestra sociedad. El objetivo, entonces, fue intentar revertir esta situación, evitar que esta parte de la historia se perdiera como una nota al pie, y sumar las importantes voces de las mujeres enfermeras a nuestro conocimiento sobre lo sucedido en la guerra, un poco como homenaje a ellas y otro poco para contribuir a completar una historia que, creo, es necesario que pensemos y revisemos de manera constante.

Alejandra Godoy megáfono

Protagonistas de la historia. El documental narra la historia de las mujeres que participaron en la Guerra de Malvinas y la lucha por su reconocimiento como veteranas de guerra.

– ¿Qué mirada tenés acerca de las representaciones que se han hecho de la guerra en el cine nacional?

– Creo que hay muchas películas valiosas sobre Malvinas, y que el paso del tiempo permitió ampliar las perspectivas. En un principio el foco estuvo puesto en los soldados, en las terribles condiciones que debieron enfrentar, como en la señera Los chicos de la guerra de Bebe Kamin, modelo que después se repetirá en otras ficciones como Iluminados por el Fuego de Tristán Bauer o Soldado argentino solo conocido por Dios de Rodrigo Fernández Engler. Luego empezaron a aparecer investigaciones más concretas, sobre hechos específicos que intentaron darle un poco de perspectiva a los acontecimientos. Acá aparecen documentales como Hundan al Belgrano de Federico Urioste o películas que comenzaron a animarse a dar cuenta de realidades más duras como la complicidad de los medios y de buena parte de la sociedad. La deuda interna de Miguel Pereira quizás sea un buen ejemplo de esto, de cómo se fue ampliando cada vez más el plano. Hoy, 40 años después, se puede poner el foco en historias más pequeñas, pero no por eso menos relevantes, como la situación de los familiares, o historias mínimas como la carta enviada por un niño y contestada por un soldado. Una guerra seguramente sea la situación humana más dramática, y en ese sentido es una fuente inagotable de historias. Creo que el protagonismo central es y debe ser de los soldados, ex combatientes y veteranos. Pero esto no debe ser exclusivo, hay todo un escenario poblado por cientos de personas que vieron sus vidas transformadas por siempre, porque para muchos y muchas la guerra de Malvinas sigue sucediendo en presente. Y en este sentido creo que el cine, y en particular el documental, cumplen un rol central. Para mantener la memoria viva y algún día quizás curar la herida abierta de Malvinas.

– ¿Qué películas son las que destacás?

– No tan Nuestras, de Ramiro Longo, es un documental que me resulta relevante. Se trata de una entrevista a Sergio Delgado que, sin solemnidad, con mucha transparencia y hasta de manera lúdica relata su experiencia durante la guerra, en donde le tocó estar ni más ni menos que en Monte Longdon y ser prisionero de los ingleses. Sergio parece un músico de rock por momentos, y en su relato, anécdota tras anécdota, pone en evidencia una realidad que muy rápidamente supo detectar Rodolfo Fogwill en su novela Los Pichiciegos: que en Malvinas no hubo héroes sino pícaros, que los soldados, expuestos a una situación de extrema precariedad por sus superiores, tuvieron que esforzarse mucho más por sobrevivir que por luchar; que gran parte de su tiempo debían emplearlo en buscar qué comer en vez de planear estrategias, que era más importante conseguir un cigarrillo que mantener limpia un arma que en todo caso no funcionaba. Pero más allá del estilo descontracturado y lúdico del documental, de la voz de Delgado que me resulta un gran hallazgo, el dolor y el sufrimiento se hacen lugar entre las risas, las lágrimas emergen, lo cual resalta por oposición el drama y lo duro de toda guerra, las marcas indelebles que deja tanto en el cuerpo como en el alma. Sobre el final, Delgado cuenta que de regreso en el continente un superior se le acercó y le preguntó si las guerras eran como en las películas. Creo que el documental mismo es la respuesta a esa insólita pregunta. Es importante destacar, también, que se trata de un documental del 2005, cuando recién comenzaba a revertirse la desmalvinización, una época en la que todavía no se hablaba mucho de Malvinas, y mucho menos con el desprejuicio y los modos que Longo trabaja. Por todo esto creo que es una película muy relevante. Teatro de guerra, de Lola Arias, tiene un estilo más cercano a la instalación artística, Arias trabaja el encuentro entre tres veteranos argentinos y tres veteranos ingleses que a través de múltiples recursos intercambian y comparten recuerdos de una guerra que sigue viva en cada uno de ellos. Lo interesante, más allá del atractivo visual, es que ya sea bailando o cantando, actuando, reconstruyendo con muñecos, recitando, disfrazados o a través de cualquiera de los dispositivos que la directora les propone a sus protagonistas, lo que queda en claro es que tanto de un lado como del otro la guerra fue y es un gran drama. Creo que es un documental que tiene mucho valor e ingenio en su trabajo con la memoria, y que propone un valioso acercamiento entre voces que siempre estuvieron enfrentadas. Por último quiero mencionar Buenas noches Malvinas, de Lucas Scavino y Ana Fraile. En este documental, que trabaja varios recursos interesantes y poéticos, se sigue la historia de la familia Bustos, y las marcas que dejó en cada uno de sus integrantes la participación de Fabián en la guerra con tan sólo 18 años. Testimonio tras testimonio, lo que se revela, una vez más, son las profundas marcas indelebles que puede dejar una guerra en quien participa de ella, pero también en quienes lo rodean. Este documental me parece un ejemplo de las perspectivas que se están abriendo hoy en torno a Malvinas, la posibilidad de descubrir nuevas voces, nuevos actores largamente silenciados o relegados.

– ¿Qué te motivó a abordar el tema desde la cuestión de género?

– La cuestión de género se impuso al conocer a las protagonistas, ya que a través de ellas ingresé al universo Malvinas. Diría que mi ingreso a Malvinas fue a través de la cuestión de género, y en ese sentido fue inevitable desde un principio asumir este enfoque. Si bien durante los primeros tiempos se me plantearon dudas, sobre todo en la manera de encarar esta historia, de pensar mi voz y mi lugar como director hombre, de a poco fui encontrando un lugar de acompañamiento que me resultó interesante, y que me permitió lograr algo que deseaba: que el protagonismo central fuera para ellas; que ellas, que no habían sido ni vistas ni escuchadas durante más de 3 décadas, finalmente ocuparan la totalidad del metraje; que la cámara y los micrófonos estuvieran a su disposición. El documental debía ser, en definitiva, un documental sobre la guerra femenina. Y en este sentido me encontré con un libro que me fue de gran ayuda: La guerra no tiene rostro de mujer de la escritora rusa ganadora del premio Nobel Svetlana Alexiévich. En sus páginas, en la que narra la experiencia de las mujeres soviéticas que participaron de la Segunda Guerra Mundial, Alexiévich no sólo deja en claro que las mujeres, siempre, participaron de las guerras, desde la antigua Grecia hasta la modernidad, sino que intercala reflexiones que me fueron de mucha utilidad para pensar el punto de vista de mi documental. Tomo algunas que me fueron de gran ayuda: “Siempre han sido hombres escribiendo sobre hombres, eso lo veo enseguida. Todo lo que sabemos de la guerra, lo sabemos por la “voz masculina”. Todos somos prisiones de las percepciones y sensaciones “masculinas”. De las palabras “masculinas”. Las mujeres mientras tanto guardan silencio”. “En lo que narran las mujeres no hay, o casi no hay, lo que estamos acostumbrados a leer y a escuchar: cómo unas personas matan a otras de forma heroica y finalmente vencen. O cómo son derrotadas. O qué técnica se usó y qué generales había. Los relatos de las mujeres son diferentes y hablan de otras cosas. La guerra femenina tiene sus colores, sus olores, su iluminación y su espacio. Tiene sus propias palabras. En esta guerra no hay héroes ni hazañas increíbles, tan solo hay seres humanos involucrados en una tarea inhumana”.

Alejandra Godoy megáfono

Antes y después. 37 años después de la guerra, las tres enfermeras volvieron al lugar donde estaba situado el hospital móvil donde prestaron servicio, para contar su historia.

– ¿Cuál crees que es el mayor aporte que hace este documental?

– Creo que el gran aporte tiene que ver con la inclusión de las voces femeninas en los relatos de Malvinas que habían sido borradas, olvidadas. Y el final del documental es un homenaje a la lucha solitaria que estas mujeres debieron enfrentar para ser finalmente escuchadas, para encontrar su lugar. Por otro lado, creo también que el aporte está en construir un relato antibélico en donde la guerra no está atravesada por la épica, por las hazañas, sino por vivencias más cercanas, más cotidianas quizás, y en ese sentido más próximas al espectador. La guerra es también espera, es extrañar a los seres queridos, es tener miedo. Es una experiencia que cualquiera podría llegar a atravesar, por eso es necesario reflexionar sobre la necesidad de evitarla, de rechazar cualquier conflicto bélico.

– ¿Cobra algún significado o valor especial esta producción al cumplirse 40 años de la Guerra?

– Los 40 años trajeron una saludable atención a todo lo vinculado a Malvinas, en muchísimos colegios alrededor del país se trabajó el tema, y se generaron múltiples espacios de reflexión en los que por suerte la película pudo servir como disparador. Me parece, de todas formas, que este es un tema que debe trascender la efeméride, y que siempre debe estar presente, ya sea a través de noticias periodísticas, películas o en los programas educativos. Para sanar alguna vez la herida abierta de Malvinas debemos seguir mirando de frente lo ocurrido e intercambiando vivencias, escuchando a los y las protagonistas para que algún día puedan sanar y superar lo vivido, para que como sociedad todos sepamos porqué las Malvinas son legitimante argentinas y, sobre todo, porque la guerra no es el camino para recuperarlas.

Vivimos en una cultura audiovisual, por lo que contar historias desde la imagen y el sonido puede ser muy poderoso.

– ¿Qué es lo más satisfactorio para vos de haber realizado este documental?

– La filmación del documental fue un camino largo, de más de 4 años, con muchas idas y vueltas. Más allá de los difícil que es encarar un proyecto como este, desde un primer momento la sensación fue que lo íbamos a poder concretar, que las voces de las enfermeras debían ser finalmente escuchadas. Desde muy temprano en el proceso se fue generando un compromiso, tanto de mi parte como de las protagonistas, por lograr cierta justicia, por terminar con el injusto silencio al que las enfermeras habían sido relegadas. El estreno, con toda la repercusión que tuvo, con todos los espacios de difusión que encontramos, fue una inmensa satisfacción en relación al trabajo realizado, al compromiso asumido, a la entrega de todas las personas que participaron. Desde que se estrenó, en abril del 2021, el interés fue constante y hoy en día creo que muchísimas personas que desconocían esta historia están al tanto de que durante la guerra de Malvinas hubo mujeres enfermeras que cumplieron un rol importantísimo, de que ellas también estuvieron. Pudimos mostrar el documental en cines, en distintas provincias, en escuelas, cárceles, centros culturales, universidades; cada encuentro, ya sea virtual o en persona, fue una experiencia muy interesante que dio lugar a debates y a hablar sobre algo que fue muy silenciado. Todo esto lo considero un logro que no hubiese podido imaginar cuando se me ocurrió hacer un documental con esta historia. Dos meses después del estreno la Justicia reconoció a Alicia Reynoso como veterana de guerra y en su fallo mencionó al documental como una evidencia de la importancia del rol que había cumplido, al poco tiempo Stella también fue reconocida como veterana. Creo que estos dos reconocimientos, que trascienden al mundo del cine, que dejan una marca concreta de la que el documental fue parte, son como una frutilla del postre, algo que nos llena a todos de alegría y orgullo. Por último, hay una satisfacción más personal, más íntima, que tiene que ver con la forma de la película, con la propuesta estética, con el planteo que quise llevar adelante. Era esta una historia casi perdida, una historia que debía hacerle frente al olvido, lo cual se presentó como el principal desafío. Haber logrado poner en imágenes y palabras todo esto, y que muchas personas me digan que se sintieron conmovidas con el relato, que se sintieron cerca de las enfermeras, que no pueden entender cómo fueron tan silenciadas, es otro aspecto que me resulta muy satisfactorio. Creo que el cine documental es una herramienta muy potente para generar empatía, para hacer justicia, y que de alguna manera este documental haya cumplido una función en ese sentido lo considero mi principal logro, y me hace creer aún más en la importancia del cine.

– ¿Crees que están apareciendo otros relatos que están cambiando el modo en el que cine aborda la temática Malvinas?

– Efectivamente me parece que sí, que con la perspectiva que da el tiempo cada vez más aparecen nuevas historias y nuevos protagonistas que en un principio quedaron marginados por la necesidad de escuchar a los combatientes, y así nuevas historias van teniendo lugar. El caso de las enfermeras es uno, pero también el de los familiares de los soldados, o el de los movilizados en continente. Me parece saludable que todos estos actores vayan encontrando su justo lugar.

– ¿Qué aristas crees que no se están teniendo en cuenta (o son poco exploradas) y sería importante llevar a la pantalla grande? ¿La cuestión sobre la soberanía podría ser una de ellas?

– Hay muchos aspectos en torno a Malvinas que deberíamos tener presentes como sociedad, toda la cuestión geopolítica es relevante, lo relacionado a los recursos económicos que rodean a las islas, el hecho de que sea una base militar británica. El tema de la soberanía es central, y debemos encararlo con información, conociendo la historia de las islas, cómo fueron usurpadas, por qué nos pertenecen. La guerra del 82 es el episodio más triste y dramático de una larga historia de injusticias, y en ese sentido debemos tenerlo siempre presente, debemos elaborarlo de manera constante para algún día quizás sanarlo. Pero antes y después de la guerra hay una disputa por un territorio que nos pertenece, y que debemos encarar como se viene haciendo en los últimos tiempos, desde la diplomacia, con información, argumentos, reclamos internacionales que suelen ser reconocidos por otros países. Lamentablemente nos toca enfrentarnos a una potencia colonial, una potencia que tiene a la OTAN de su lado y que desde los orígenes de su historia explota y usurpa territorios. Pero más allá de esto creo que lo importante es lo que nosotros hagamos como sociedad con esto, más allá de los resultados inmediatos. La guerra no es una opción, nunca debió haber sido una opción. Por eso la información, la difusión de información, el conocimiento, son un arma para no caer dos veces en el mismo error y para seguir reclamando nuestra soberanía.

Alejandra Godoy megáfono

Una herida abierta. La conmovedora escena que refleja la partida de las protagonistas del lugar que las enfrentó cara a cara con la crueldad de la guerra.

Esta era una historia olvidada, una historia para la cual era necesario crear imágenes. Y ese fue, como director, uno de mis principales desafíos.

– ¿Cómo crees que contribuyen estas producciones a pensar Malvinas en el presente?

– El cine es una herramienta muy potente, en especial el documental. Vivimos en una cultura audiovisual, por lo que contar historias desde la imagen y el sonido puede ser muy poderoso. Recuerdo que durante los primeros tiempos del proceso, cuando charlábamos con las protagonistas, yo les decía que un documental podía servir para concientizar a la sociedad, para darlas a conocer a ellas a la sociedad, y que si eso ocurría, antes o después, iban a tener el reconocimiento oficial que se merecían; porque las instituciones siempre van por detrás de la sociedad. En ese sentido, creo que el cine es relevante, porque puede poner en agenda un tema que no está en la agenda mediática, porque con recursos nobles puede generar un espacio de empatía, de escuchar y ponerse en el lugar del otro. En estos tiempos de bombardeo digital, de noticias innecesarias que se multiplican a cada instante y que lo vuelven todo efímero, cuando las noticias nacen viejas, el trabajo del documental es otro, es el de tomarse el tiempo necesario para mirar y escuchar a un otro, para acercarle al espectador una experiencia ajena que lo puede enriquecer. Creo que en este sentido el documental es esencial en estos tiempos, es el espacio en el que se trabajan emociones humanas, en el que se busca dar el tiempo necesario como para desarrollar la empatía, una emoción tan fundamental pero tan relegada hoy en día. Por todo esto, por sus cualidades técnicas, por la contundencia de su lenguaje, creo que sí, que el cine, y el documental en particular, son fundamentales hoy en día para concientizar sobre determinadas temáticas, para lograr reparaciones históricas, para mejorarnos como sociedad.

– ¿Qué valor le otorgas a la fotografía y por qué elegís que tenga un lugar de tanta relevancia dentro de la historia que contás?

– El cine es un arte audiovisual, y en ese sentido la imagen me resulta central. Deleuze escribió que el cineasta es aquel capaz de pensar, de reflexionar a través de imágenes. Siempre me pareció el principal desafío. Frente a un determinado tema lo que me llama la atención no es tanto la historia, el cuento, sino de qué manera dar cuenta de ese tema a través de las imágenes. Cómo encuadrar, el color, los movimientos, la distancia, son todas preguntas que surgen al pensar en un proyecto. Por ejemplo, en el caso de Nosotras también estuvimos, la idea de que ellas están siempre las tres juntas en el plano, y entender que eso lo lograríamos con un lente gran angular; o el querer caminar con ellas, para sentirnos cerca, y comprender que necesitaríamos un estabilizador. O la idea de que utilicen sus uniformes, para generar esa imagen cercana a las fotos que muestran, pero con 30 años en el medio. No hubiese sido lo mismo si ellas visitaban el espacio en el que estuvo el hospital con la ropa que usan cualquier día, no hubiese tenido la misma carga, el mismo impacto. También que lleven sus cascos, las bandoleras. Son todos elementos que llevaron un largo tiempo de reflexión, pero que siempre buscaron alcanzar una imagen más justa, más precisa, más conmovedora. Esta era una historia olvidada, una historia para la cual era necesario crear imágenes. Y ese fue, como director, uno de mis principales desafíos.

-Las mujeres no hablan a cámara y el espectador parece estar inmerso en el lugar y “acompañarlas” ¿Qué intención o efecto buscaste con esa elección de la cámara?

– La puesta de cámara también fue producto de una larga reflexión, que tuvo que ver con el lugar que fui descubriendo que yo mismo debía ocupar, y que quería que ocupara el espectador. En un principio las posibilidades eran diversas, podía encarar la historia desde cualquier lugar. Pero de a poco lo que se impusieron fueron los recuerdos de ellas, lo que había resistido a tanto silencio y olvido. Eso comenzó a resultar lo más interesante. No sería este un documental expositivo, que se pusiera a la búsqueda de evidencia, de datos e información. Era, más bien, la historia de tres mujeres que habían vivido una experiencia muy importante y que después debieron guardar un largo silencio. El protagonismo era de sus cuerpos y de sus voces. Cuando surgió la idea de contar la historia a través del viaje a Comodoro Rivadavia, a donde nunca habían vuelto después de la guerra, apareció esta puesta vinculada a la cercanía, a proponer un acompañamiento en ese viaje. Ellas, que durante tantos años habían sido ignoradas, finalmente serían escuchadas y miradas. Yo las miraría con la cámara y las escucharía con el micrófono para que después lo hiciera un hipotético espectador. La idea de la empatía acá también cobró fuerza, el deseo era que quien viera el documental se sintiera por un rato junto a ellas, recuperando una historia olvidada. El deseo era proponer un viaje de reencuentro con ellas, junto a ellas, acompañándolas. Ese es el tono que intenté darle al documental. Y acá, además de la cámara, creo que el trabajo con el montaje también fue fundamental. Todos hicieron un gran trabajo para poder lograr esta puesta: Erick Benavides en la cámara, Andrés Perugini en el sonido y Pablo Mazzolo con el montaje.

-¿Cuánto significó desde lo logístico y también desde lo emotivo y personal estar en el lugar y compartir con ellas esa historia?

– En torno al espacio en el que se desarrolla el documental hay mucho que contar. En toda la primera etapa de producción, cuando preparamos las condiciones para poder concretar el viaje, nuestro único acercamiento fue a través de Google Maps. Mirábamos el mapa digital sin saber muy bien dónde estaría ese espacio, con la única pista de que debía estar cerca del aeropuerto General Mosconi. Cuando llegamos fue impresionante, y desesperante, descubrir que nadie en Comodoro Rivadavia parecía saber dónde quedaba ese espacio, dónde había estado el hospital móvil. Con el equipo técnico viajamos a Comodoro Rivadavia 4 días antes que las protagonistas para ajustar cuestiones de producción y, sobre todo, para encontrar ese espacio que era el espacio central del documental. Sin embargo, repito, en Comodoro nadie parecía estar enterado. Fueron momentos difíciles, en donde el documental entero entró en cuestión. Nos entrevistamos con funcionarios del área de cultura y de turismo que no supieron orientarnos, y, lo más difícil, nos reunimos con el director de la IX Brigada de la Fuerza Aérea, y él tampoco parecía saber nada de ese espacio en el que estuvo el hospital móvil durante la guerra de Malvinas, ni él ni nadie en la Brigada. Nos llegaron a proponer espacios alternativos para rodar, propuesta que nada tenía que ver con lo que personalmente imaginaba. Llevar a las enfermeras a otros lugares no generaría ninguna emoción, no despertaría ningún recuerdo, no daría lugar a la evocación. Fueron momentos muy difíciles y tensos. Un día antes de que llegaran las protagonistas, fuimos nosotros mismos a recorrer los terrenos que había alrededor del aeropuerto con un auto que habíamos alquilado, y con las fotos que teníamos, un poco con la intención, el deseo, de encontrar algo. Dimos muchas vueltas hasta que bajamos en un espacio amplío, como un baldío, y comenzamos a recorrerlo a pie. Era un lugar similar al de las fotos. Teníamos nuestras dudas y seguimos dando vueltas hasta que encontramos un refugio, fue uno de los momentos más felices de todo el proceso. Definitivamente ese era el lugar. Ahí había estado el hospital móvil donde las enfermeras se habían desempeñado, y ahí era donde teníamos que filmar el documental. El dispositivo una vez más cobraba sentido. Al día siguiente llegaron las protagonistas, y nosotros no les dijimos nada. Hubo unas grabaciones previas hasta que llegó el día D, el día de ir a ese lugar. No les dijimos nada del refugio, lo que sucedió fue tal cual se ve en el documental. Ellas bajaron de la combi y fueron caminando directamente a ese refugio, como si el pasado las estuviera guiando. Fue lo primero que ellas encontraron, y luego recorrimos durante horas todo el espacio, escuchando sus recuerdos y evocaciones, interactuando con la nada que había alrededor, pero con la que ellas dialogaban a cada instante, una nada que ellas llenaban con sus cuerpos, sus gestos y sus palabras. Tiempo después Alicia dijo que ese espacio, que ese refugio, estaba ahí esperándonos, resistiendo al paso del tiempo y al olvido generalizado. La sensación fue esa. Toda aquella jornada la sentimos como un viaje en el tiempo, como un reencuentro con aquel Comodoro de 1982 que nadie parecía recordar pero que se resistía a ser olvidado. Hubo momentos en los que tanto yo como el camarógrafo y el sonidista llorábamos mientras Alicia, Stella y Ana hablaban, recordaban, sanaban. Hubo momentos de risas también. Toda esa jornada se sintió como un viaje en el tiempo, como una experiencia mágica.

-¿El final pretende dejar un mensaje de justicia? ¿Es una victoria? ¿Es la representación simbólica y también concreta de la lucha por la memoria?

-El final es la única escena no estrictamente documental de la película. Fue una licencia poética, un homenaje de mi parte a la lucha solitaria que ellas venían llevando por ser reconocidas en el momento en el que las conocí. Fueron ellas mismas las que debieron levantar la voz, las que le hicieron frente a un pasado doloroso y decidieron decir Nosotras también estuvimos. Durante mucho tiempo vi cómo dentro de la Fuerza Aérea las rechazaban, cómo no les permitían desfilar en distintos actos, cómo debían levantar una y otra vez la frente y seguir adelante. En lo personal me conmovió esa lucha, me acercó a ellas e intensificó mi compromiso. El final es un homenaje a esa lucha y un acto de justicia. Ellas mismas, agujereadoras en mano, ponen su placa y dicen «Nosotras también estuvimos, quieran o no escucharlo». Por eso también la música western, la agujereadora como un arma; quería remitir a ese universo del western donde el cowboy, en este caso cowgirls, impone su ley, su voz, su presencia. Es una escena a modo de broma también, pero ante todo un homenaje. Cuando la produjimos desde el área de turismo nos propusieron hacer un acto, una ceremonia oficial. Les expliqué que esa no era la idea, que ellas nunca habían sido homenajeadas, que habían llevado una lucha solitaria y que finalmente, después de 37 años, habían vuelto ellas mismas a hacer justicia por mano propia. Los actos y la ceremonia podían quedar para más adelante.

 

-La película ¿logró tener el efecto deseado? y ¿ha dado lugar a otras lecturas impensadas para vos?

-Si, por suerte encontró muchísimo público desde su estreno, y tuvimos la suerte de poder llegar más allá de la Ciudad de Buenos Aires. La experiencia en San Juan fue muy buena, y superó con creces mis expectativas. Hubo muchísimo público y un gran interés tanto en el documental como en el debate posterior. Se generó un interesantísimo espacio para reivindicar el rol de las mujeres, tanto el de las enfermeras como el de distintos grupos que se hicieron presentes, había personal penitenciario, grupos feministas, funcionarias, jóvenes y un largo etcétera; también estuvieron las autoridades judiciales, el intendente de San Martín. En fin, un público variado que dio lugar a un buen intercambio. Me pone muy contento poder llevar el documental a distintos lugares del país, creo que es una historia que nos involucra a todos, intergeneracional, por eso celebro cada vez que nos invitan a una proyección o a una charla. En cuanto a las lecturas o devoluciones, en general me sorprenden algunas interpretaciones en relación a determinadas escenas, o cómo hay tantas lecturas como espectadores. Siempre me mencionan algo distinto, un detalle, una secuencia. Me gusta mucho escuchar qué ve cada persona que le dedica un tiempo al documental. Pero en general noto que el documental genera risas, lágrimas, emociones muy humanas, empatía con las protagonistas, y eso me resulta fundamental. Después de todo la intención fue desde un principio transmitir una experiencia humana.

 

El documental no sólo transformó mi mirada sobre la guerra de Malvinas, sino que me permitió tener una mirada.

-En lo personal ¿Este documental cambió tu mirada sobre la guerra?

-El documental no sólo transformó mi mirada sobre la guerra de Malvinas, sino que me permitió tener una mirada. Antes de embarcarme en este proyecto no tenía mucha información sobre Malvinas, y mucho menos una opinión formada. Pero después de 4 años de investigación, de mirar películas, leer libros, conocer veteranos, hacerme amigo de las enfermeras, ir a actos y escuchar muchas opiniones pude darme cuenta de la importancia que este tema tiene para todos nosotros, de lo importante que son en tantos sentidos esas islas del sur y, sobre todo, de lo dolorosa que esa guerra injusta sigue siendo para tantas personas, una guerra que para muchos sigue existiendo en presente. Me impresionó notar como, frente a este tema, con solo mencionarlo, muchas personas lloran. Como si no hubiera palabras, como si las emociones no hubiesen sido lo suficientemente elaboradas. Y no hablo solo de los veteranos, hablo de toda clase de personas que frente a la mención de Malvinas pierden una lágrima, se quedan sin palabras. Este es un tema que nos une y hay que seguir sanando. Por eso creo que hacen falta más películas, más canciones, más notas periodísticas; porque fue un hecho traumático largamente silenciado. No hace mucho tiempo que nos atrevemos a hablar de estas cosas. Espero que lo sigamos haciendo.

-¿De dónde parte tu compromiso con los derechos humanos, como documentalista y director?

-Creo que mi compromiso tiene que ver con el rechazo que me generan las injusticias y el abuso de poder. Desde siempre me sentí cerca de los sin voz y busqué hacer algo con mi cámara. Considero que el documental es una herramienta muy potente, y me parece importante ponerla al servicio de revertir injusticias, olvidos, opresiones, violencias. Por el momento no se me ocurre en qué otro sentido utilizar la cámara.

 

-¿Qué temas son los que hoy te preocupan y generan interés para llevarlo a la pantalla?

-Tengo interés en las movilizaciones sociales, en los reclamos sociales, en lo político. No termino de entender cómo se sostiene el sistema en el que vivimos, cada vez más desigual y más expulsivo. Me interesa la reacción de los pueblos, ver hasta dónde pueden llegar en sus reclamos. Después de 4 años enfocado en una historia vinculada a la memoria y al pasado hace un tiempo que estoy concentrado en el presente. Hace un año más o menos que vengo filmando las calles de Buenos Aires, las movilizaciones que hay por derecha, centro e izquierda. Partí de la hipótesis de que nos encaminábamos a un estallido social, pero creo haber estado equivocado. En el camino fuí registrando muchas cosas, como los acampes en la 9 de julio del Partido Obrero, la represión policial luego del episodio de las vallas en la casa de Cristina Kirchner, los banderazos de la derecha. Lo estoy haciendo de manera independiente e intuitiva, investigando lo que está pasando aquí y ahora. Filmando marchas y reclamos que me resultan relevantes, tratando de abarcar la inmensa diversidad que hoy en día le da forma a nuestra sociedad. Es un proceso distinto al de Nosotras también estuvimos, en donde la historia no es tan clara, en donde el personaje es colectivo, en donde la narración no es lineal. Mi intención es poder dar cuenta de un momento histórico, trazar un lienzo de nuestro país en una época que considero de transición hacia algo difícil de imaginar. Quiero dar cuenta de nuestra sociedad y sus conflictos, todo desde una puesta en escena muy real porque todo el registro es estrictamente documental, en ningún momento intenté intervenir en nada de lo que filmaba; sólo busqué, en todo momento, dirigir la cámara. Vengo bastante avanzado en la filmación, me encuentro en un proceso de inicio de revisión de los materiales. Puede que el proyecto termine mutando hacia el ensayo documental. Ojalá algún día pueda estrenarlo.

 

 

Sinopsis

Durante la guerra de Malvinas 649 soldados argentinos murieron y más de mil resultaron heridos. Muchos de ellos fueron atendidos por 14 enfermeras de la Fuerza Aérea en un hospital móvil instalado en Comodoro Rivadavia. Después de 37 años de silencio, tres de ellas vuelven al lugar a contar sus historias.

Dónde verlo

Nosotras también estuvimos está disponible de manera gratuita en la plataforma de streaming argentina Cine.Ar Play

También puede verse el 30 de octubre a las 22 hs por la pantalla de canal Encuentro, en el marco del ciclo «Tras su manto de Neblinas», compuesto por una selección de ocho documentales que abordan la temática de la guerra desde diversas perspectivas.

 

Sobre Federico Strifezzo

Luego de obtener la Maestría en Periodismo Documental en la Universidad Tres de Febrero (UNTREF) dirigió los documentales “C.A.L. El Congreso en Dictadura” (2016), “Viaje a la Patagonia Austral” (2017) y “La batalla de Suipacha” (2018), todos emitidos por la TVP. Es realizador del programa Con Voz y Voto, nominado en 2020 y 2021 a los premios TAL y distinguido por la ONU y la OEI por su excelencia en la producción audiovisual parlamentaria. “Nosotras también estuvimos” (2020), realizado con el apoyo del INCAA, es su primer largometraje cinematográfico. Durante el 2020 y el 2021 fue seleccionado en festivales de cine alrededor del mundo y emitido con gran repercusión en distintos lugares del país. En el 2021 obtuvo el premio Lola Mora por «contribuir a difundir imágenes con perspectiva de género, promoviendo la igualdad de derechos y oportunidades» y en el 2022 el área de género de la CGT me reconoció con el premio anual al liderazgo humano y cultural. Actualmente trabaja en su segundo documental cinematográfico.

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