Pablo Picotto, actor y comediante

«El humor no es una disciplina, es parte de la condición humana»

Con el unipersonal “Tiempos Modernos”, plantea contrastes y conflictos que surgen por pertenecer a generaciones distantes; el impacto de la tecnología digital en la vida cotidiana y cómo abordar desde el humor aquellas situaciones insólitas de una realidad social y económica bastante compleja para entenderla y que de un respiro. El artista habló con Plataforma GAIA sobre el rol del humorista en época de crisis.

Federico Strifezzo

Raúl Caliva I 16-08-2024

Desde que un día, en un momento cotidiano, su hijo le preguntó “¿Cómo era tu infancia?”, generó en Pablo Picotto numerosas reflexiones sobre cómo era ser niño en los años ’80, una década que no es tan cercana, pero a la vez no tan lejana de este presente.

Entre varios pensamientos aparecieron otros interrogantes y uno de ellos despertó más incertidumbre porque resultaba complicado para él tratar de explicar qué realidad o qué mundo conoció cuando no existía Internet y nadie sabía o muy pocas personas tenían conocimiento sobre la “red de redes”. Con todas estas cuestiones, el comediante dio vida al espectáculo “Tiempos Modernos”, que estrenó hace unos meses y con el que emprendió una gira por el país.

Ahora llegó el turno para hacer el debut en San Juan y lo traerá en un contexto donde la realidad social y económica golpea duro no solo al bolsillo, también al ánimo y a la salud mental de mujeres y hombres, niños, jóvenes y adultos mayores que viven (o sobreviven) en un país tan complejo como Argentina, sumergido en la crisis.

A pesar de la coyuntura, Picotto afloja la válvula de escape de la risa, y hace una invitación a recorrer desde el humor, una época dinámica, cambiante y tormentosa. A través de distintos personajes, pasos de comedia y monólogos de stand up, el actor y comediante propone cuestionarse sobre lo que sucede y lo que puede suceder en un futuro que golpea la puerta constantemente.

Si en su anterior show ‘Total incertidumbre’ se remitía a la sacudida social que provocó la pandemia de COVID, en ‘Tiempos Modernos’, -donde hay una suerte de continuidad- reafirma de alguna manera esa incertidumbre, como si ahora se volviese permanente. La digitalización de la vida social, el auge de la inteligencia artificial en las actividades cotidianas, la hegemonía de los algoritmos, el teletrabajo, los odiadores y Trolls de las redes sociales y la virtualidad de las relaciones humanas, no parece dar respiro a los que superan la barrera de los 40.

En comunicación con Plataforma GAIA, el humorista reveló cuál es la clave para poner temas serios y hacer reír sin quitar profundidad al asunto, partiendo de preguntas que él mismo se hace antes de subir a cualquier escenario.

Me gustan más las preguntas que abren puertas y caminos para llevarnos a nuevas preguntas y de eso se trata ‘Tiempos Modernos’.

“En este espectáculo, tengo como objetivo principal, reir de las cosas que nos pasan en la vida y que son parte del día a día, con personajes que pueden gustar unos más, otros menos, pero que tienen una fuerte identificación con lo que le sucede al argentino común y corriente, al hablar de estos tiempos modernos que corren”, dijo en la previa del show que dará en el auditorio del Museo Provincial Franklin Rawson.

A sus 44 años de edad, Pablo siente que hay una distancia enorme de la infancia que le tocó hasta su adultez, por cuántas trasformaciones tuvo que ser testigo respecto a los grandes cambios tecnológicos. Aunque también, hay otra distancia de mil años en torno a las cosas y cambios culturales de su generación ante los nativos de la era digital. “Acá se resaltan esas diferencias que hay entre las personas como yo que fuimos criados de una manera de ver la vida distinta, con otras circunstancias, ante aquellos que hoy andan por otros parámetros modernos.

«Cuando era chico en los cumpleaños, mi abuela me preparaba la torta y nosotros jugábamos a la payana. Y tenés ahora que los cumples de hoy, te traen un espectáculo performático, con grandes salones y animaciones para los pibes, con infancias que no sueltan la consola portátil. El cambio de sentidos es muy grande y hay una brecha generacional muy fuerte. Todo cambió, es verdad y en eso hay cosas que no entiendo por qué suceden. No solo a mí, sino a muchos de los que pasamos los 40. Yo estoy pelado, tengo miedos, hay cosas que no sé dominar todavía y las voy aprendiendo haciendo camino al andar”, expresó el comediante, “en eso, el humor es un conductor buenísimo que, con una sonrisa, todo pasa mejor”.

Quiero hacer espectáculos conceptuales donde aborde temas que nos atraviesan y que no podemos encontrar respuestas.

Pablo cuenta con una formación teatral integral y comenzó a incursionar en la comedia en 2001, ya sea en sketches, puestas breves y monólogos de café concert. Recién en 2006, volcó sus competencias al terreno del stand up combinándolo con distintos elementos y recursos propios del teatro, que lo vuelven un artista versátil y multifacético. De hecho, tiene un extenso recorrido por radio, televisión y cine. Sus apariciones más destacadas fueron en Comedy Central, entre 2016 y 2017; y en 2019 hasta 2022 fue parte del ciclo radial y televisivo Detrás de lo que vemos por Crónica TV, AM 750 y AM 990, junto a Claudio Villarruel, Sebastián Fernández, Bernarda Llorente y Emanuel Respighi. También dirigió en teatro obras como ‘Los otros’ de Magalí Tajes, ‘Mellera-Lauriente en el Luna Park, ‘Flasheando Secuencia’ de Fran Gómez y Nacho Saralegui y ‘Quedáte conmigo, Lucas’, escrita por Hernán Casciari.

Cada década viene con sus transiciones, marchas y contramarchas. La modernidad de manera recurrente hace sentir que siempre se está desencajado o cómo que no se sabe bien cómo reubicarse y adaptarse a realidades tan dinámicas y fluctuantes. En definitiva, uno puede estar en disyuntivas o encrucijadas permanentes sobre qué decisiones tomar para un trabajador. Desde esta perspectiva, Picotto apunta en esa dirección, a replantearse con risas y destapar lo absurdo de las situaciones de la vida moderna.

“Si bien una parte grande del trabajo del humorista está vinculada al entretenimiento, quiero hacer espectáculos conceptuales donde aborde temas que nos atraviesan y que no podemos encontrar respuestas. Ese es hilo conductor que propongo, ofrecer algo más que un simple show. Sabemos que, en esta realidad, las redes están llenas de haters; la política no sale de Twitter y se pasea más por los canales que darle acción a las instituciones; que absorbemos una enorme cantidad de películas y series en la pantalla de casa, pero no nos damos tiempo para procesar lo que vemos y lo que hacemos”, y continuó, “sobre estas cosas me pregunto y las comparto con el público, pero más que respuestas, que son cerradas y se pierden, en cambio me gustan más las preguntas, que abren puertas y caminos para llevarnos a nuevas preguntas y de eso se trata ‘Tiempos Modernos’, en tratar de comprender en las preguntas que me hago, desglosarlas con la gente y divertirnos con eso”.

Lo que me pasa con la inteligencia artificial es que todavía no me gana, no le sale bien hacer chistes, no tiene ironía, no tiene sarcasmo, doble sentido o el código de nuestra cultura.

Si se digitaliza la vida social, la inteligencia artificial aparece como un fenómeno difícil de asimilar, y aunque puede fascinar al más entusiasta, también genera ciertas dudas y temores sobre que rumbo puede tomar una sociedad si es determinada y dirigida, o controlada por la tecnología. Ante eso, Picotto, intenta desafiarla abordando la consigna desde el humor crítico: “lo que me pasa con la inteligencia artificial es que todavía no me gana, no le sale bien hacer chistes, no tiene ironía, no tiene sarcasmo, doble sentido o el código de nuestra cultura. Todavía no existe el autotune de chistes, no hay una maquina que te afine para ser más gracioso o que te convierta un chiste malo en uno bueno. Por lo tanto, el comediante tradicional seguirá conviviendo con la inteligencia artificial y ésta tendrá que lidiar con nosotros por un tiempo más”.

Lejos de banalizar el tema, Pablo admitió que inexorablemente “la inteligencia artificial cambiará nuestra sociedad y el mundo mismo. Pero no por eso hay que dejar de tener en cuenta que cada uno de nosotros debemos conectarnos con lo esencial de nuestra persona. Si nos adentramos en el mundo apocalíptico al estilo Terminator de todo esto, ahí hay un montón de chistes por hacer y creo que podemos tomarlo por ahora con calma. Hay que usar la tecnología a nuestro favor para que nos sirva y no volverse loco”, expresó.

Cuando la realidad borra los límites al humor

De qué cosas reírse y cuáles no, en estos “tiempos modernos”, Picotto adoptó posicionarse a favor de hacer reír sin que sea a costo de la humillación del otro. “Es una discusión interesante sobre cuáles son los límites del humor. No creo que el humor deba tener límites, pero sí hay límites que uno tiene que imponerse y saber a dónde quiere utilizar el humor. Mi limite personal es no reírme a costa del sufrimiento de otro, de la angustia o del dolor del espectador, eso ya no es humor, es bullying. Y sostengo que el humor no es una disciplina es parte de la condición humana. Desde que nos comunicamos los seres humanos gracias al lenguaje, asociamos ideas y provocamos chistes. Hasta en situaciones más espantosas como la guerra o en condiciones muy oscuras, el humor está ahí siempre dentro nuestro, porque hasta se puede encontrar algo de gracia o tener ironía ante momentos extremos”, manifestó.

Pero ¿qué pasa cuando la realidad argentina no da tiempo para procesar y llega hasta desbordar a un humorista? Entonces Picotto toma a la actualidad política como un espacio donde ya no tiene mucho sentido, ni gracia, porque los propios protagonistas de la política argentina ya son como un chiste de muy mal gusto.

Es mentira que los comediantes solo estemos para entretener. El humor es resistencia.

“Miremos el caso de las barbaridades que dice Adorni, el vocero presidencial en sus conferencias de prensa. Ya ni si quiera hace falta hacer chistes porque lo que hace es un chiste en sí mismo. Lo que hizo sobre Maradona, en intentar ningunear su memoria, en realidad, son chicanas que provoca para buscar roña y llamar la atención, tener centralidad en las redes. Por eso cuesta encontrar algo gracioso en los políticos porque en otra etapa de la historia argentina, si salieran funcionarios así a hacer las locuras que hacen ahora, sería un sketch para televisión. Lamentablemente, la política está en plan de buscar la cámara, de buscar likes y posicionarse en un hashtag. Todo este circo se convirtió en un gran panel de Intrusos: ‘Mirá lo que dijo el diputado Palito y le contestó el senador Sarlanga’, y así estamos sujetos a una política vedetera de los ‘90 recargada, pero a diferencia de lo anterior, ahora enchufados a la lógica de las redes y la frivolidad que hay en Internet. Todo es una farsa tan grande que la realidad, sí supera bastante a la ficción y te quedás muy corto como humorista”, comentó Pablo.

Sin embargo, siempre recurre a una válvula de escape: “no hay que dejar el sentido común y pasa por tratar de dejarlos en evidencia lo ridículos que son. En los medios, la discusión central es cómo el vocero ninguneó a Maradona, pero en el medio, nos pasan 30 elefantes por el costado. El desafío se trata de poder saltar por arriba de todo eso, porque se viven cosas terribles todos los días. Entonces planteo que, de repente si un presidente te vende a sola firma una central hidroeléctrica como si fuera un Peugeot 207 modelo 2011, prefiero contarlo con esos términos. Parece que ya nos acostumbramos demasiado a esto, me cuesta explicar a mi compañera, que es chilena, cómo funciona Argentina. Los que no ven de afuera no entienden cómo somos. Pero basta con saber nuestra historia, qué sabemos lo que es la hiperinflación o que significa un corralito, pero aun así todavía cuesta explicar qué es Argentina, entonces encaro de alguna manera por los personajes que presento en el show”.

Los personajes de Pablo son avatares cotidianos de la calle, que pueden estar en cualquier barrio, como el changarín Carlitos, que labura como repartidor en el mercado chino y el Chino, que no quiere prestarte más el envase porque se cansó que lo engañen con la típica “mañana te lo traigo”. O el ferretero Gerardo, que ya está harto de todo y habla a los gritos y por último, el más conocido y visible Osmar Amarilla, el joven paraguayo con su paz campechana y que no puede entender cómo son los argentinos.

“Estos personajes tienen más inteligencia emocional que yo, son sensibles y con cada chiste te hacen reflexionar sobre la intensidad del presente y en cambio, soy muy neurótico que sufre ansiedad por ver que va a pasar mañana”, dijo el comediante a la hora de describir las características de cada criatura que crea en escena.

Pero de todos, Osmar es al que le guarda mucho afecto: “Es muy querido por la comunidad paraguaya en argentina, ya que hace un humor que no ridiculiza, es gracioso y puede hablarte del tiempo, de la selección, de la inflación, de cualquier tema con una mirada de extrañeza pensando qué raros son los argentinos. Por eso con Osmar hicimos humor científico en la TV Pública, humor político en Crónica y en Canal 9, humor blanco en redes y todo depende del contexto y del tipo de medio en que me encuentre, Osmar me permite hacer distintos estilos humorísticos”.

La risa puede sanar

Pablo se siente “bendecido” por lo que, a pesar de la crisis económica, la temporada no le está yendo mal. “Soy privilegiado en cierto punto, pero sé que hay otros colegas que no están en la misma situación que la mía y es razonable porque cuando no hay plata, lo primero que se recorta es la salida cultural y el dilema de o salir a comer la pizza, o ir al teatro. Hasta que al final terminás quedándote en casa. Como pasa con otras cosas, la inversión cultural o la compra de un libro sufre un retroceso. En ese punto, lo último en recuperarse es la cultura. Esto ya lo vivimos antes. Pasó con la pandemia, pasó con Macri, pasó en 2001, con la gripe porcina y esto que estamos viviendo también va a pasar. Como que ya dejé de asustarme tanto por el futuro, porque es como un trauma que sentimos como estar en el borde de la trinchera todo el día y te explotan las granadas, ya casi ni reacción tenemos”.

Y amplió su opinión: “hay como una resignación también. Vivimos en una sociedad donde todo el tiempo la gente se sobre exige a sí misma a cumplir ciertos parámetros de éxito y obligaciones tan altas que no vemos que necesitamos transitar la vida dentro de lo mejor que se pueda. Tanto se pela el lomo uno para ganarse un mango, que trabaja tantas horas del día, que no te alcanza la plata, que tenés que correr de aquí para allá, que nos olvidamos que también necesitamos parar la pelota. En esta dinámica, trato de identificar aquello que nos pasa y reírnos de eso, conectar con el espectador a través de mis personajes. Ahí surge una empatía directa y es hermoso cuando sucede”.

Sin perder sentido crítico, Picotto entiende que la cultura después de todo es el último refugio que queda para aguantar la parada: “La cultura no es algo separado de nosotros. No solo está en grandes salas de teatro, o en un museo. Todo es cultura y la tenemos dentro, es la característica del pueblo. No nos quedará otra opción que refugiarnos en ella, somos la cultura y en este espacio haremos una trinchera de resistencia a pesar de todo y es lo que nos salvará al final. Cuando peor está la cosa, a los poderosos no les conviene que el pueblo se ría, le conviene desahuciados, angustiados, derrotados, desorientados, solos y más individualizados. Por eso es sabio lo que decía Benedetti que hay que defender la alegría, cuando los pueblos son alegres, se pueden lograr cosas buenas, lo demás es verso”, sostuvo.

Finalmente, el comediante cree firmemente que el humor ayuda a mantener viva las esperanzas de querer vivir mejor: ”El humor nos ayuda a sobrevivir y es lo que escuché decir de un superviviente de los campos de concentración de Auschwitz. Y cuando contaba sus anécdotas con su compañero de pabellón, recordaba aquella época terrible y dramática de opresión y muerte que, en un rincón muy pequeño de toda esa oscuridad, podían reírse de algo. Por eso los opresores quieren sacar los comediantes, anular carnavales, silenciar escritores y músicos, porque saben que en la alegría está la pelea. Cuando hablo de reír, no es estar contento y tampoco quiero decir estar inconsciente de todo lo que pase y tener una actitud irresponsable. Es mentira que los comediantes solo estemos para entretener. El humor es resistencia y hay que ir por aquello por lo que nos hace alegres. Así será mucho más difícil que nos sometan”.

Tiempos Modernos

El espectáculo será el sábado 17 de agosto a las 22 hs. en el auditorio del Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson (Libertador General San Martín 862 oeste). Entradas generales a $12.000 por Entradaweb, ingresando al siguiente enlace.

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