Opinión
¿De qué nos reímos?
Por Claudio Alessio
22/11/2023

La vida digital ha definido una forma inédita en la que nos informamos, comunicamos y compartimos ideas. Por ejemplo, «googlear», «twittear» y «dar like» son algunos verbos que sólo tienen sentido en la vida digital. Un tweet es un mensaje corto, con un máximo de caracteres, que se publica en el servicio de microblogging X que hasta hace poco se llamaba Twitter. Googlear es la acción de buscar información en internet, incluso aunque no se use el buscador que le da nombre. Mientras que dar like o dar un me gusta consiste en ofrecer un reconocimiento dentro de las redes sociales.
Pero el fenómeno de mayor envergadura que tiene la vida digital, y la manera en que nos comunicamos, nos informamos y compartimos es el de la viralización, una inédita forma de propagación masiva y acelerada de un mensaje. Es que las redes sociales tienen una capacidad exponencial de difundir nuestras ideas e influenciar nuestras decisiones.
Los memes, no son solo algo para hacernos reír, deberían también hacernos pensar.
En las redes sociales es posible postear un texto, enviar un audio, una imagen o un video. Algunas de esas piezas han recibido el nombre de meme. Los memes son una forma de expresión popular y una manera divertida de comunicar ideas, emociones o comentarios sobre la cultura actual. Pero para mí, los memes, no son solo algo para hacernos reír, deberían también hacernos pensar. Espero que estas líneas puedan ofrecer algunas buenas razones sobre ello.

Originalmente, el término meme fue acuñado por Richard Dawkins en su libro «El gen egoísta». Esta expresión la empleó para llamar a las piezas o expresiones culturales que se replican, ya sea una idea, comportamiento o estilo, a lo largo del tiempo y se extienden geográficamente. La idea de un concepto que explique por qué algunas expresiones culturales se mantienen en el tiempo o van mutando es una búsqueda interesante.
¿Por qué hay palabras que usamos hoy y sobrevivieron a lo largo de la historia? ¿Por qué en alguna época se usaban los pantalones nevados y luego los chupines? ¿Qué explica ese fenómeno? Pero mucho más profundo aún, ¿por qué valoramos la vida democrática? ¿Por qué creemos en la ciencia? y tanto más. Bueno, por ahí estaba Richard Dawkins. Sin embargo, en la vida digital, usamos la palabra meme para algo más concreto: una pieza gráfica, incluso audiovisual, de extensión breve, que comunica una idea de manera humorística y clara.
El acto de compartirlo y que esté disponible en el estado o muro de millones, valida que la idea es un sentir común.
En las redes sociales, están los que siempre comparten memes pero también los que crean memes. Tal es así que existen herramientas especializadas para la creación de estas piezas. Estas herramientas o plataformas condensan o refuerzan las imágenes de mayor circulación para facilitar la publicación, intensificando, a su vez, la dimensión memética de una imagen en el sentido de Dawkins. Un ejemplo de esas herramientas o plataformas son: Meme Maker con más de un millón de descargas en la Play Store o Meme Generator con más de 10 millones de descargas.
Los memes pueden tener diferentes resultados; algunos pueden adaptarse a un sinnúmero de situaciones, lo que les da la capacidad de permanecer vigentes por más tiempo, mientras que otros son más volátiles y su desaparición es repentina. Hay memes que son locales y otros globales. Las temáticas pueden definir la originalidad, aunque la base gráfica del meme puede ser global, algunos surgen de una situación social llamativa, de una noticia random o de un evento deportivo. Podemos recordar algunas frases que se hicieron épicas como “Se hace la ‘vístima’” o el “andá pa’allá bobo”.

Los creadores y difusores de memes se toman en serio su tarea, actuando como verdaderos curadores de esta forma de expresión, compartiendo una colección cuidada de estos. Incluso hay memes que se refieren a esto también, es decir, memes sobre compartir o crear memes.
Los memes, creados y difundidos por individuos (más o menos) anónimos, se convierten en herramientas poderosas para expresar opiniones, críticas y, a veces, verdades incómodas. Desde la sátira política hasta la crítica social, los memes se han convertido en el reflejo humorístico de nuestra era digital. El acto de compartirlo y que esté disponible en el estado o muro de millones, valida que la idea es un sentir común.
Las redes sociales, y la web en general ha permitido la aparición de un formato de consumo de información que algunos autores han denominado como “Snack news”. Piezas informativas compuestas por titulares, imágenes y epígrafes. Estas piezas introducen lo que trata una noticia más extendida si se ingresa. Pero la velocidad de consumo de contenidos en redes sociales hace que las personas no ingresen a las noticias extendidas y se queden solamente con lo que ven. Luego de leer el titular, observar la imagen y leer el epígrafe, se forman una idea de lo que trata, y a partir de ahí, replican y expresan una opinión.
Los memes son consumidos de manera equivalente, no nos tomamos mucho tiempo para pensar, y en muchos casos, son piezas que proponen información parcial, estereotipada, que desprestigian a personas o instituciones, o difunden mensajes de odio, combinados con el aspecto humorístico.
La tecnología que busca captar nuestra atención facilita las burbujas ideológicas
Sabemos que las noticias falsas circulan a una velocidad mayor que las noticias ciertas. En términos de Dawkins, esto significa que tienen un mayor rasgo memético, porque esas noticias falsas pueden estar ajustadas a nuestros sesgos, deseos o esperanzas. En fin de cuentas, esta manera de consumir contenido informativo ha convertido al meme en una forma de transmisión informativa, aunque eso puede tener una consecuencia dramática residual: Las burbujas ideológicas, el refuerzo de nuestras creencias, y la polarización; distorsionando nuestra manera de ver la realidad.
Interesante será entonces considerar este textual de un capítulo del libro “Pensar con otros: Una guía de supervivencia en tiempos de posverdad”:
Las redes sociales pelean por nuestra atención. Su modelo de negocios requiere que estemos presentes y activos en la red. Como saben bien que tendemos a quedarnos más tiempo si lo que vemos nos gusta, y que lo que nos gusta suele ser aquello que nos dice que “tenemos razón” (otra vez, el sesgo de confirmación), es eso lo que nos dan. También saben perfectamente que si un contenido despierta en nosotros emociones fuertes, seremos más propensos a interactuar con él poniendo me gusta, comentando y compartiendo.
La tecnología que busca captar nuestra atención facilita las burbujas ideológicas, es decir, espacios de contenido en los que encontramos información que coincide con nuestras propias creencias y perspectivas, y nos aísla de opiniones y puntos de vista divergentes impidiéndonos la posibilidad de acceder a información o visiones que podrían desafiar o cuestionar nuestra propia manera de entender el mundo y a nosotros mismos.
Polarizarse implica tener más dificultad para tener conversaciones sobre temas polémicos con aquellos que piensan distinto. En muchos casos, tendemos a favorecer la homogeneidad, asumiendo que aquellos que piensan de manera opuesta a nosotros son malvados, tontos o ignorantes.
Los memes, además de ser expresiones artísticas y herramientas políticas, desafían las normas establecidas sobre quién informa y cómo.
Los memes, además de ser expresiones artísticas y herramientas políticas, desafían las normas establecidas sobre quién informa y cómo. Su producción y difusión no requieren de habilidades gráficas sofisticadas, corrección ortográfica ni pericia técnica; simplemente se trata de comunicar la esencia de nuestras experiencias de manera clara. Aunque simplifican mensajes complejos y moldean la percepción de eventos políticos, también conllevan riesgos, contribuyendo a la formación de burbujas informativas y a la polarización que previamente mencioné.
Los debates presidenciales que hemos vivido recientemente, en sus diferentes instancias, fueron fuente casi inagotable de memes basados en expresiones como “gatito mimoso”, “pinocho”, o el repetido “Por sí o por no”, y aunque los memes son graciosos creo que debemos pensar un poco luego de la risa. Un meme que me hizo pensar es el siguiente, que viene antecedido por la expresión “ahora los candidatos tienen 4 minutos libres, pueden dialogar entre ustedes”.

Cuando consideramos esta pieza gráfica podemos hacer varias lecturas. Una de ellas se relaciona con la pregunta: ¿El debate presidencial, tal como lo plantean los organizadores y cómo se presenta en los medios de comunicación, cumple efectivamente la función de revivir el arte antiguo del debate democrático? Por otro lado, nos lleva a cuestionar si ha perdido su esencia y ha adoptado características más propias del entretenimiento; idea que surge de todas estas personas en torno a los monos que se entretienen con el conflicto.
También surge una reflexión más profunda sobre la representación de individuos que desempeñan roles sumamente relevantes en nuestra sociedad. El hecho de equipararlos visualmente con monos armados con cuchillos suscita interrogantes sobre cómo percibimos a quienes ocupan posiciones de gran responsabilidad, cómo los ridiculiza, y de qué forma extendemos esa visión. Esta imagen invita a una reflexión crítica sobre cómo usamos los memes, sobre todo, cuando estos son empleados para desprestigiar o ridiculizar instituciones y personas teniendo en cuenta la capacidad de viralización de estas piezas en el marco de las redes sociales.
La convergencia de memes, política y la rapidez de consumo de información en la era digital plantea desafíos significativos para nuestra vida en común. La viralización de memes, no solo proporciona una forma rápida y humorística de comunicar ideas, sino que también actúa como un espejo humorístico de nuestra sociedad digital que se replica en una caja de resonancia exponencial.
Este fenómeno no está exento de riesgos. La velocidad de consumo de contenido en las redes sociales, tanto en forma de memes como de «Snack News», contribuye a la propagación acelerada de información parcial, estereotipada y, en ocasiones, falsa. Esta dinámica favorece la formación de burbujas ideológicas, donde las personas quedan atrapadas en entornos de información que refuerzan sus creencias, al tiempo que limitan la exposición a perspectivas divergentes.
La polarización resultante de este fenómeno dificulta las conversaciones sobre temas polémicos, ya que las personas tienden a preferir la homogeneidad y a estigmatizar a aquellos que piensan diferente. Reflexionar sobre los memes, así como sobre los límites del humor político en el contexto de una tecnología de difusión de ideas y de influencia en nuestras decisiones exponencial, se presenta como una oportunidad para cuestionar nuestros propios sesgos, pensar en la necesidad de construir puentes y buscar espacios para generar consensos en nuestra sociedad cada vez más polarizada.
Espero que los memes se sigan replicando, sigan haciendo crítica, y nos sigan haciendo reír, pero también espero que esos memes se difundan en diversidad, para poder pensar un rato como aquel que piensa distinto, y me invite finalmente a que la réplica final sea la de querer vivir juntos en esa diversidad, dispuestos a construir un futuro juntos, sabiendo de nuestras diferencias, pero también de nuestro proyecto común.