Opinión

Con no poco dolor

Por Sonia Parisí

20/09/2024

Paredes

 

“Los mares se han torcido con no poco dolor hacia tus costas
La lluvia dibuja en tu cabeza // La sed de millones de árboles
Las flores te maldicen muriendo celosas…”

(En estos días – Silvio Rodríguez)

Recientemente, el Instituto de Expresión Visual de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de San Juan, presentó el backstage de la producción del proceso creativo colectivo vivido durante las Prácticas Socioeducativas (PSE) “Cine Comunitario: Prácticas, Conocimiento y Territorio”.

La actividad se realizó en Villa “La Esperanza”, en la localidad de El Médano de Oro del departamento Rawson y tuvo como propósito generar con los niños y adolescentes del lugar un contenido audiovisual: ellos mismos produciendo, escribiendo y filmando un corto que los espejara y de alguna manera mostrara su propia vida.

Para quienes no conocen acerca de estas experiencias porque no se dedican a la docencia, las Prácticas Sociales Educativas (PSE) son trayectos formativos que, mediante espacios de enseñanza y aprendizaje, permiten la articulación de contenidos curriculares con necesidades y demandas de la sociedad.

El triunfo de estos proyectos radica sin duda, en la conquista de un trabajo mancomunado. En este caso, colaboraron en el territorio docentes y creadores del Instituto de Expresión visual (IEV) y otros docentes especialistas invitados; estudiantes de la UNSJ; alumnos de la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica) y Brigadas educativas que tuvieron a su cargo la coordinación y desarrollo de las actividades.

Como docente investigadora del IEV me invitaron a intervenir para mostrar a los niños de la comunidad cómo se hace un guión gráfico (un storyboard) y en realidad, nos mostramos mutuamente cómo hacerlo. Conocí y entendí que al menos a uno de ellos, este proyecto le había cambiado el futuro. Pude percibirlo en su mirada, en sus respuestas, en sus actitudes. Entiendo que puede sonar mágico o mesiánico, pero ¿qué proyecto inicialmente no lo es? Yo lo sentí, lo percibí y confío en lo intuido.

El bacsktage. Los estudiantes Paula Farías (FAUD) y Manuel Gimeno (FACSO) se encargaron de capturar las imágenes del proceso de creación del cortometraje. El registro sonoro estuvo a cargo de Rubén Cardozo (ENERC).

Duele la ignorancia de nuestra propia historia y sus protagonistas…

 

¿Y qué tiene que ver esto con el dolor? Duele un contexto nacional donde están desapareciendo los narradores en primera persona sin haber sido escuchados, vistos o conocidos. Duele la ignorancia de nuestra propia historia y sus protagonistas. Duele la falta de apoyo institucional y nacional a quienes intentan rescatar estos documentos, estas huellas que en definitiva constituyen nuestro patrimonio más genuino. Duele el ataque al cine, a las propias historias, a las propias industrias. Duele el desfinanciamiento a las universidades públicas también.

Si bien proyectar atendiendo las demandas sociales es algo que desde al menos hace una década está presente cada vez con más fuerza en el ideario de los creadores, generadores y planificadores de proyectos, aún nos es muy difícil superar en la práctica el concepto de extensión como transferencia de conocimientos.

Es necesario reconocer también que aún no son frecuentes en nuestra comunidad las Prácticas Sociales Educativas y de hecho en la Universidad Nacional, podría decirse que recién se están concretando las primeras experiencias en este sentido. Cabe hacerse entonces la pregunta ¿por qué nos cuesta tanto conectar con el entorno y proyectar en función de sus necesidades?

 

En el territorio. Para la producción se contó con el apoyo institucional de la Facultad de Filosofía Humanidades y Artes (Departamento de Filosofía y Educación y Secretaría de extensión universitaria) y de la Municipalidad de Rawson (Secretaría de cultura y Centro de vinculación universitario de Rawson).

Disociarnos de nuestra historia, de nuestro ambiente y hasta de nuestro propio cuerpo, son coletazos del colonialismo.

 

Esta pregunta me retrotrae a mi época de estudiante del Profesorado en Artes Plásticas, allá por los años ‘90. Recuerdo que el entonces Plan de estudios tenía dos materias que se repetían anualmente durante los cinco años que duraba la carrera: Dibujo e Historia del Arte.

Lamento no tener a mano el Plan de entonces para chequearlo, probablemente se pueda conseguir en algún archivo de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes de la UNSJ. Pero mis colegas contemporáneos pueden corregirme si me equivoco y me animo a decir casi con seguridad que recién en quinto año (el último) teníamos Historia del Arte Argentino y Latinoamericano. Todo eso junto en un solo año, donde además su contenido comprendía desde el arte precolombino hasta el siglo XX. De historia del arte sanjuanino prácticamente no había bibliografía, quizá por ese motivo tampoco se nos exigía mucho conocimiento al respecto.

Entonces pienso -y deduzco- que por más que era una materia de despliegue anual que se regularizaba para rendir con examen final porque entonces no existía lo que hoy se llama “promocionalidad”, era imposible considerar tan vasto y diverso contenido para abordar profundamente en un solo año académico de nueve meses.

Claro, estoy hablando del siglo pasado y al mismo tiempo, de la educación de quienes aún hoy seguimos educando a educadores.

 

Duele lo invisibilizado, lo que “no da para la cámara”, lo soslayado.

 

Y no puedo dejar de pensar en que esto de “desconectar”, es decir, de disociarnos de nuestra historia, de nuestro ambiente y hasta de nuestro propio cuerpo, son coletazos del colonialismo. De un colonialismo remozado, pero más vigente que nunca, que se recrea como una especie de “rotavirus”.

Afortunadamente creo que con no poco dolor nos hemos ido dando cuenta y hemos entendido que somos hijos del exilio y que, aunque suene un poco fuerte, nuestra identidad es la identidad del paria: Separado. Excluido. Relegado. Arrinconado. Segregado. ¿Cuántos sinónimos más le caben al término? Ahí es donde –creo yo- se funda nuestra historia.

Decidí entonces comenzar también esta columna con la cita de un párrafo de la canción de Silvio Rodríguez “En estos días”, porque en ella el autor expone metafóricamente el esfuerzo del relegado, el dolor del distanciamiento.

Silvio no se refiere a este forzamiento directamente como algo desgarrador o doloroso, sino que lo nombra a través de un rodeo sinestésico (Sinestesia: sensación secundaria que se produce en una parte del cuerpo a consecuencia de un estímulo aplicado en otra parte de él) para definirlo como “con no poco dolor”.

 

Con la fuerza de lo colectivo. Con el título «Más allá del Cerro» se presentó el  9 de septiembre en el auditorio del Museo Franklin Rawson el cortometraje realizado por Maricarmen Visuals, bajo la dirección de Ezequiel Sanz y que contó con la participación de niños y niñas de Villa La Esperanza, del Médano de Oro en Rawson.

 

Creo que enfrentar al dolor tiene que ver con reconocerlo en primer lugar para poder enmendarlo, o al menos intentar hacerlo. Entonces me animo a decir que duele lo invisibilizado, lo que “no da para la cámara”, lo soslayado. Duele lo que tiene que ser posado o maquillado para convertirse en visible. Duele la corrección, la normativa, el forzamiento. Duele no cumplir con los cánones hegemónicos ni de temática ni de estética.

Considero entonces un triunfo haber superado estos patrones de visibilización. La experiencia toda invita a apostar a lo colectivo y a seguir contando historias desde lo barrial y sobre todo para volver a mirar a los otros porque “nadie se salva solo”. Sin maquillaje, escenografía, vestuario ni iluminación se culminó con una valiosa experiencia de cine comunitario. Sólo registro, registros de lo que es tal cual es, sin ningún tipo de montaje o de hegemonización estética. 

 

 

Codo a codo. Junto a vecinos y vecinas trabajaron la Dra. Carla Grosman en la producción ejecutiva, diseño, desarrollo y dirección de estas prácticas; los docentes y creadores del IEV Ada Valdez, Isabel Rostagno, Sonia Parisí y Germán Rodríguez. En la logística Cristina Pósleman y en la comunicación Gerardo Larreta. Como docente especialistas invitados, Ramón Gómez Mederos y Ezequiel Sanz

 

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