Opinión

Afinar la puntería (o un poquito de ubuntu*)

Por Damián López

28/09/2022

ubuntu

Cada área de la cultura opera con lógicas que son similares y distintas a la vez. No es una novedad. Tampoco es una novedad que, por suerte, muchos trabajadores de la cultura van optando por generar o sumarse a espacios colectivos de reflexión y trabajo, no necesariamente para “compartir creaciones” sino más bien para estudiar el marco normativo en el que funcionan, expresar(se) sus necesidades y generar acciones conjuntas donde la unión no solo haga la fuerza sino también la ganancia.

De la misma forma, hace tiempo que se intenta sostener (como se puede, en el medio de todo el trabajo que implica pretender vivir del arte, con el apoyo de ciertas áreas del gobierno) un diálogo intersectorial que nos permita visibilizar las particularidades de funcionamiento de cada sector y desde ahí pensar las necesidades específicas y las acciones que se puedan llevar adelante.

 

Pienso en la necesidad de profundizar en las formas de funcionamiento de todos los sectores, buscando similitudes, diferencias, detalles y, sobre todo, posibilidades.

Particularmente, creo que reflexionar sobre cómo cada rama del arte se ha constituido en industria cultural, con qué mecanismos, con qué figuras, con qué recursos, es fundamental. No solo para los “propios”: por supuesto que un músico debe saber cómo funciona la industria de la música, así para cada grupo. Pienso en la necesidad de profundizar en las formas de funcionamiento de todos los sectores, buscando similitudes, diferencias, detalles y, sobre todo, posibilidades.

Pongo algunos ejemplos: la realización cinematográfica (según me cuentan) no solo implica una multiplicidad de tareas sino también una serie de licencias, permisos, cargas impositivas que, en parte son comunes a digamos, la música en vivo (en el uso de espacios) pero que no tienen mucho que ver con la industria editorial. En la música existe (y muy exitosamente) la figura del “intérprete”, que se parece un poco a la de “actor” (pero no sé si tanto). Esa figura sería impensada en la literatura, y bastantes líos suele generar en las artes plásticas. En las artes plásticas, la “cadena de producción” es mucho más corta que en el mercado editorial, musical o cinematográfico, en los que las “ganancias” llegan más lento y pasan por más manos.

 

La “permeabilidad” de las lógicas es un aspecto muy importante de cara a los desafíos materiales que ya tenemos encima.

Ejemplos como estos hay muchísimos, y estaría buenísimo que se multipliquen los espacios en los que podamos explorarlos. La “permeabilidad” de las lógicas es un aspecto muy importante de cara a los desafíos materiales que ya tenemos encima.

También pensar en los puntos de contacto, los “universales”.

Pienso, por pensar nomás, en dos.

El primero es que todos los emprendimientos culturales independientes (o alternativos o alterlatinos, o autogestivos, o como quieran) requieren de la construcción y educación de un público. No podemos esperar que “la gente” asista a recitales de poesía o de cantautores o exhibiciones o lo que sea sólo porque nosotros creemos que está bueno.

El bombardeo sistematizado del sistema, que enfoca el consumo en ciertas formas de entretenimiento, no puede ser combatido meramente con un “buen producto”, que deriva en enojarse con la gente porque no lo aprecia. Se vuelve necesario, en simultáneo al trabajo cultural, una lucha de orden social por el acceso a espacios sobre todo educativos: ¿cómo esperamos que se vendan libros de literatura sanjuanina si ningún espacio educativo, de ningún nivel, ha incorporado la lectura de literatura sanjuanina a sus núcleos de aprendizaje?

El segundo es que todos los proyectos independientes requieren de algún grado de articulación con el Estado. Esto lo sabemos, y sabemos que es un tema complejo, y también sabemos que hay muchas iniciativas en movimiento de parte de ambos “bandos”: asociaciones que se sientan a negociar en nombre de grandes colectivos, cada vez más artistas que intentan salirse de la queja de que se contrata a los mismos de siempre y ponen los papeles en orden para participar de programas, subsidios y eventos, la creación del RUC (Registro Único de Cultura), la organización de charlas por parte de ciertas áreas del Estado, etc.

Pienso, como vengo pensando desde hace años, en la posibilidad de crear (¿exigir? ¿negociar?) un Consejo Consultivo de Cultura, un organismo integrado por artistas de diferentes disciplinas que participan de un proceso permanente de toma de decisiones.

Pero, como siempre, sigue flotando la pregunta: ¿qué más? ¿Qué más se podría hacer? ¿En qué otros espacios podría profundizarse el vínculo?

Pienso, como vengo pensando desde hace años, en la posibilidad de crear (¿exigir? ¿negociar?) un Consejo Consultivo de Cultura, un organismo integrado por artistas de diferentes disciplinas que participan de un proceso permanente de toma de decisiones.

Por supuesto que las preguntas y los posibles inconvenientes van surgiendo (no soy ingenuo), pero los beneficios son muchísimos.

  1. Podría ser virtualmente gratuito.
  2. Favorecería, obviamente, la comunicación entre los artistas y el Estado, pero también la comunicación entre artistas.
  3. Permitiría un manejo más eficiente de recursos. Los trabajadores de la cultura sabemos hacer mucho con poco, y si el discurso oficial suele ser que “no hay plata”, el de los artistas suele ser que, a veces, necesitamos otras cosas que el Estado tiene a disposición.
  4. Funcionaría como una verdadera usina de políticas públicas: nadie más que los trabajadores de la cultura saben lo que la burocracia puede desalentar(nos) a la hora de pensar proyectos. Podríamos pensar juntos, la forma de agilizar el pedido de espacios públicos para eventos culturales, la articulación entre Educación y Cultura para tramitar licencias, permisos, validar creaciones y formaciones en la Junta Docente… una serie de medidas sumamente necesarias y, vuelvo a repetir, por si queda alguna duda, gratuitas.
  5. Fortalecería la lucha de los artistas por el cuidado de los espacios y los recursos, en la medida en la que los sentirían realmente propios.
  6. Redundaría en beneficios a otras áreas del Gobierno, como el Turismo, la Obra Pública, el Desarrollo Humano, etc

 

La idea no es descabellada ni mucho menos, original. El 30 de junio de 2021, el Ministerio de Cultura de la Nación y el Banco de la Nación Argentina (BNA) pusieron en marcha el primer Consejo Consultivo de las industrias culturales del país

La idea no es descabellada ni mucho menos, original. El 30 de junio de 2021, el Ministerio de Cultura de la Nación y el Banco de la Nación Argentina (BNA) pusieron en marcha el primer Consejo Consultivo de las industrias culturales del país, que permitirá como dice el sitio de cultura, “generar una plataforma de crecimiento económico de las PyMEs, obtener nuevos instrumentos para acceder a financiamiento y promover la creación de empleo en el sector.

Seguramente hay muchísimas otras instancias en las que se puede afinar la puntería, construir puentes más firmes entre la gestión independiente y la estatal. Por supuesto que es un camino, y que ya lo estamos transitando, por suerte. Pero el diálogo, el encuentro, la búsqueda, siempre pueden crecer, profundizarse, ser más fecundos.

 

 

(*Ubuntu es una filosofía sudafricana enfocada a la lealtad con las personas y a su manera de vivir en comunidad. La palabra proviene de las lenguas Zulú y Xhosa. Surge del dicho popular «Umuntu, nigumuntu, nagumuntu» que en Zulú significa «una persona es una persona a causa de los demás».)

 

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